Esta semana he ido a ver El ultimátum de Bourne. Aparte de comentar que por primera vez los distribuidores españoles han acertado con el título (a saber: The Bourne Identity la estrenaron como El caso Bourne y The Bourne Supremacy como El mito de Bourne; es destacable que cada título original ha buscado una palabra con una más evidente procedencia latina que el anterior, imagino que para ver si nos dábamos por aludidos --con "ultimátum" no han tenido más remedio que respetarla), quería decir, si todavía hay alguien ahí, que no pierda el tiempo yendo a verla o, lo que es lo mismo: ¡corre a verla, no pierdas el tiempo!
Pero no quería escribir (hoy) sobre esta película. Antes de contemplar la última maravilla de Paul Greengrass, proyectaron en la sala el trailer de Invasión, otro remake de Invasion of the Body Snatchers. Después de haber identificado algunas escenas de la versión de Don Siegel («Mi marido no es mi marido»), me sorprendió ver cómo habían convertido una historia que no era de zombies en otra que sí lo parece. La misma trama, hace más de medio siglo, fue interpretada tanto por lo que es, una invasión extraterrestre, como por lo que cada uno quisiera ver en ella según sus ideas y el contexto de la época: la expresión de un miedo a la infiltración de comunistas en territorio estadounidense o una metáfora de la "caza de brujas" emprendida por el senador Joseph McCarthy. Pero no era una película de zombies. Tal vez sea sólo impresión mía, pero es la que me ha asaltado viendo en trailer.
Lo anterior me ha recordado que el cine, las películas, son en sentido estricto una ilusión, una alteración del espacio-tiempo del primer al último fotograma (o del primer al último campo, porque los fotogramas tienen los días contados), pero no mienten. Con la perspectiva que proporcionan las décadas, los investigadores han identificado corrientes dominantes en las diferentes cinematografías. El expresionismo alemán puede tener, como algunos dicen, su único y puro exponente en Das Cabinet des Dr. Caligari, pero rasgos de su estilo contaminaron otras películas alemanas de la época e incluso cruzaron el atlántico para mayor gloria del cine negro. Y nació en Alemania y no en otro lugar porque esas imágenes desquiciadas comulgaban con el sentir de un país que había perdido la guerra.
El éxito de las melodías de Broadway y derivados a finales de los 20 principios de los 30 no se debe tan sólo a una innovación tecnológica o a unas condiciones espectatoriales en las que todavía no existía la televisión. Coincidieron en el tiempo con otra serie de películas que con posterioridad han sido clasificadas como "de monstruos" (Dracula, Frankenstein, Freaks, King Kong, The Invisible Man) y que se estrenaron en los años que siguieron al crash de 1929. Mientras las primeras son pura evasión para alejar de la mente los problemas, las segundas llevan a la pantalla los miedos de una nación que vive tiempos difíciles. Esto se vio reflejado también en las tiras de historietas de los diarios, que vieron nacer aquellos años a Buck Rogers (1929), Tarzan (1929) o Flash Gordon (1934), algunos de ellos adaptaciones de historias pulp, donde también apareció Conan el bárbaro (1932).
Además de las películas de ciencia-ficción con amenaza extraterrestre (léase comunista) como la de Don Siegel, las posguerras también nos han dejado soldados tan habituados al frente que no pueden reintegrarse en la vida civil. Es el caso de Travis Bickle (Taxi Driver) y John Rambo (First Blood), como más representativos de las últimas décadas, pero también de Eddie Bartlett (The Roaring Twenties) y de otros personajes de cine negro que no recuerdo y que se convierten en matones o en boxeadores en los films de los 40-50 (por ejemplo, Crossfire, con Robert Mitchum).
La tendencia de este principio de siglo la marcan las películas de zombies y de superhéroes. Sabía que se estaba preparando otra versión de Invasion of the Body Snatchers, pero el trailer me cogió por sorpresa («¿Ya?»). La pregunta que se hace siempre ante un remake es: ¿hacía falta? Este interrogante no hace más que desviar la atención sobre otro mayor: ¿por qué Invasion... y por qué ahora? ¿Por qué el mismo año que se ha estrenado otra (28 semanas después) que tampoco es de zombies pero lo parece? ¿Por qué en la misma década en que este subgénero experimenta un resurgimiento? («pues por eso mismo, coño, que es que pareces tonto: Hollywood ve dinero y copia el modelo»; «ya, pero... tienen éxito porque la gente va a verlas, que Hollywood no ratifica un género que no haya sido respaldado por taquilla. No crean géneros así porque sí»).
LAS DUDAS QUE ME ASALTAN:
-¿Vivimos en una sociedad de zombies?
-¿Somos todos zombies?
-¿Tenemos que ser todos iguales y pensar las mismas cosas?
-¿Es inevitable que acabemos convirtiéndonos todos en zombies, en réplicas sin juicio propio?
En lo que respecta a los superhéroes, no creo que sean fascistas, como suele repetirse. Más bien me parecen (en su mayoría) personajes que responden ante una sociedad regida por unos poderes que a) sí son fascistas, b) se inclinan por los poderosos, y c) resultan incapaces de proteger al pueblo, tarea que los superhéroes se ven obligados a realizar ante el fracaso (intencionado o no) de los poderes públicos. Son fantasías de la clase media que desea ser protegida de la delincuencia y las injusticias.
En muchos tebeos el criminal no es entregado a la justicia. Ni siquiera los propios agentes se enfrentan con éxito a él. El superhéroe se enfrenta al villano (a veces por petición expresa del jefe de policía de turno) y éste: a) huye a tiempo, b) es vencido pero logra escapar, o c) es vencido, encarcelado por la policía y se fuga con posterioridad para una ulterior batalla con el protagonista. La justicia fracasa y se deja en manos de los superhéroes. Con un poder así podrían ser dictadores, pero no lo son. En cambio, tienen que preocuparse de llegar a fin de mes.
(Me acabo de perder. ¿Dónde estaba? ¡Ah, sí!). Todo esto también viene a cuento del Capitán América. Cualquiera que no haya leído nunca el Capitán América (yo mismo, antes de leer nada de él) piensa que es un fascista al servicio del gobierno de los Estados Unidos. Eso podría ser verdad en algunas épocas, pero en esencia es una falacia. Steve Rogers no es así, y se ha podido comprobar por última vez en la última saga de Marvel Civil War, en la que el personaje se posiciona en contra del acta de registro promovida por su gobierno (algo que ya ha hecho en el pasado) y a favor de las libertades por las que siempre ha luchado. En este sentido, Matt Murdock / Daredevil tampoco me ha fallado, al contrario de lo que ha ocurrido con Peter Parker / Spider-Man, que se ha convertido en una marioneta en manos de Tony Stark / Iron Man.
Los superhéroes llevan viviendo tranquilamente en las páginas de los comic books desde hace 70 años (oh, casualidad, desde finales de los 30 y la 2ª GM), con trasvases a otros medios (animación, seriales radiofónicos, tiras de prensa, series de TV, películas) de mayor o menor fortuna, pero creo que las adaptaciones cinematográficas de los últimos años han traspasado la categoría de moda para convertirse en signos de nuestro tiempo. Igual que el auge de lo zombi. Los superhéroes han venido para defendernos de algo, y eso no es bueno.
Pero no quería escribir (hoy) sobre esta película. Antes de contemplar la última maravilla de Paul Greengrass, proyectaron en la sala el trailer de Invasión, otro remake de Invasion of the Body Snatchers. Después de haber identificado algunas escenas de la versión de Don Siegel («Mi marido no es mi marido»), me sorprendió ver cómo habían convertido una historia que no era de zombies en otra que sí lo parece. La misma trama, hace más de medio siglo, fue interpretada tanto por lo que es, una invasión extraterrestre, como por lo que cada uno quisiera ver en ella según sus ideas y el contexto de la época: la expresión de un miedo a la infiltración de comunistas en territorio estadounidense o una metáfora de la "caza de brujas" emprendida por el senador Joseph McCarthy. Pero no era una película de zombies. Tal vez sea sólo impresión mía, pero es la que me ha asaltado viendo en trailer.
Lo anterior me ha recordado que el cine, las películas, son en sentido estricto una ilusión, una alteración del espacio-tiempo del primer al último fotograma (o del primer al último campo, porque los fotogramas tienen los días contados), pero no mienten. Con la perspectiva que proporcionan las décadas, los investigadores han identificado corrientes dominantes en las diferentes cinematografías. El expresionismo alemán puede tener, como algunos dicen, su único y puro exponente en Das Cabinet des Dr. Caligari, pero rasgos de su estilo contaminaron otras películas alemanas de la época e incluso cruzaron el atlántico para mayor gloria del cine negro. Y nació en Alemania y no en otro lugar porque esas imágenes desquiciadas comulgaban con el sentir de un país que había perdido la guerra.
El éxito de las melodías de Broadway y derivados a finales de los 20 principios de los 30 no se debe tan sólo a una innovación tecnológica o a unas condiciones espectatoriales en las que todavía no existía la televisión. Coincidieron en el tiempo con otra serie de películas que con posterioridad han sido clasificadas como "de monstruos" (Dracula, Frankenstein, Freaks, King Kong, The Invisible Man) y que se estrenaron en los años que siguieron al crash de 1929. Mientras las primeras son pura evasión para alejar de la mente los problemas, las segundas llevan a la pantalla los miedos de una nación que vive tiempos difíciles. Esto se vio reflejado también en las tiras de historietas de los diarios, que vieron nacer aquellos años a Buck Rogers (1929), Tarzan (1929) o Flash Gordon (1934), algunos de ellos adaptaciones de historias pulp, donde también apareció Conan el bárbaro (1932).
Además de las películas de ciencia-ficción con amenaza extraterrestre (léase comunista) como la de Don Siegel, las posguerras también nos han dejado soldados tan habituados al frente que no pueden reintegrarse en la vida civil. Es el caso de Travis Bickle (Taxi Driver) y John Rambo (First Blood), como más representativos de las últimas décadas, pero también de Eddie Bartlett (The Roaring Twenties) y de otros personajes de cine negro que no recuerdo y que se convierten en matones o en boxeadores en los films de los 40-50 (por ejemplo, Crossfire, con Robert Mitchum).
La tendencia de este principio de siglo la marcan las películas de zombies y de superhéroes. Sabía que se estaba preparando otra versión de Invasion of the Body Snatchers, pero el trailer me cogió por sorpresa («¿Ya?»). La pregunta que se hace siempre ante un remake es: ¿hacía falta? Este interrogante no hace más que desviar la atención sobre otro mayor: ¿por qué Invasion... y por qué ahora? ¿Por qué el mismo año que se ha estrenado otra (28 semanas después) que tampoco es de zombies pero lo parece? ¿Por qué en la misma década en que este subgénero experimenta un resurgimiento? («pues por eso mismo, coño, que es que pareces tonto: Hollywood ve dinero y copia el modelo»; «ya, pero... tienen éxito porque la gente va a verlas, que Hollywood no ratifica un género que no haya sido respaldado por taquilla. No crean géneros así porque sí»).
LAS DUDAS QUE ME ASALTAN:
-¿Vivimos en una sociedad de zombies?
-¿Somos todos zombies?
-¿Tenemos que ser todos iguales y pensar las mismas cosas?
-¿Es inevitable que acabemos convirtiéndonos todos en zombies, en réplicas sin juicio propio?
En lo que respecta a los superhéroes, no creo que sean fascistas, como suele repetirse. Más bien me parecen (en su mayoría) personajes que responden ante una sociedad regida por unos poderes que a) sí son fascistas, b) se inclinan por los poderosos, y c) resultan incapaces de proteger al pueblo, tarea que los superhéroes se ven obligados a realizar ante el fracaso (intencionado o no) de los poderes públicos. Son fantasías de la clase media que desea ser protegida de la delincuencia y las injusticias.
En muchos tebeos el criminal no es entregado a la justicia. Ni siquiera los propios agentes se enfrentan con éxito a él. El superhéroe se enfrenta al villano (a veces por petición expresa del jefe de policía de turno) y éste: a) huye a tiempo, b) es vencido pero logra escapar, o c) es vencido, encarcelado por la policía y se fuga con posterioridad para una ulterior batalla con el protagonista. La justicia fracasa y se deja en manos de los superhéroes. Con un poder así podrían ser dictadores, pero no lo son. En cambio, tienen que preocuparse de llegar a fin de mes.
(Me acabo de perder. ¿Dónde estaba? ¡Ah, sí!). Todo esto también viene a cuento del Capitán América. Cualquiera que no haya leído nunca el Capitán América (yo mismo, antes de leer nada de él) piensa que es un fascista al servicio del gobierno de los Estados Unidos. Eso podría ser verdad en algunas épocas, pero en esencia es una falacia. Steve Rogers no es así, y se ha podido comprobar por última vez en la última saga de Marvel Civil War, en la que el personaje se posiciona en contra del acta de registro promovida por su gobierno (algo que ya ha hecho en el pasado) y a favor de las libertades por las que siempre ha luchado. En este sentido, Matt Murdock / Daredevil tampoco me ha fallado, al contrario de lo que ha ocurrido con Peter Parker / Spider-Man, que se ha convertido en una marioneta en manos de Tony Stark / Iron Man.
Los superhéroes llevan viviendo tranquilamente en las páginas de los comic books desde hace 70 años (oh, casualidad, desde finales de los 30 y la 2ª GM), con trasvases a otros medios (animación, seriales radiofónicos, tiras de prensa, series de TV, películas) de mayor o menor fortuna, pero creo que las adaptaciones cinematográficas de los últimos años han traspasado la categoría de moda para convertirse en signos de nuestro tiempo. Igual que el auge de lo zombi. Los superhéroes han venido para defendernos de algo, y eso no es bueno.
7 comentaris:
Pues a mi me pasa un poco lo mismo con el Capitán America: el concepto me rechina... y sin embargo guardo primorosamente en mis estanterías varias etapas de sus cómics... Y es que la clave del personaje es que dejajo del disfraz-bandera, Steve Rogers es un ciudadano de a pie que se toma muy en serio sus principios, y recordemos la saga del Imperio Secreto, en la cual se ponía en duda la mísma cúpula dirigente del sistema.
Por supuesto, Tony Stark está en el otro bando (¿que te podrías esperar del CEO de una macro-corporación capitalista? XD). Parker está "atontao" por las bombas... lo de quitarse la máscara era una temeridad lo enfocara como lo enfocara... Acaso no había visto lo que le pasaba a su amigo Murdock con la prensa sensacionalista? (pero que te puedes esperar de un chaval que lleva años de Becario mildolarista en el Bugle)
En cuanto a Matt... cómo nos iba a decepcionar, hombre, si hasta el Beyonder se quedó pasmado por su alto sentido de la justicia... Y al contrario que Stark, tiene amigos de verdad, gente leal y legal como Foggy, Urich, Becky, Danny...
Muchas gracias por comentar, Gloria. Decirte que antes de comprar nada del Capitán América, me formulé la siguiente pregunta: "Vamos a ver, si me gusta casi todo lo que he leído de la Marvel de los 60, ¿por qué no voy a darle una oportunidad a este personaje, escrito y dibujado por los mismos autores de las colecciones que me gustan?". Así me hice con el cuarto tomo de su Biblioteca Marvel, ¡la (mini)etapa de Steranko! Sólo era cuestión de tiempo que acabara cayendo entera.
Y aunque no hable mucho de él por aquí, Daredevil ha sido, desde siempre y con mucha diferencia, mi personaje preferido, y no dudé ni un momento de él.
(Qué curioso: nos referimos a ellos como si fueran personas).
senador Lombrith dijo: <>(Qué curioso: nos referimos a ellos como si fueran personas).<>
Es que són como de la familia... verdad ?XD.
No en serio, cuando un personaje es escrito/dibujado por grandes autores, adquiere vida propia, y Murdock y Rogers son bastante afortunados al respecto. Ahora mismo Ed Brukaker sen encarga de los dos, y lo hace magníficamente
Por cierto, ya que veo que eres de terres Valencianes: en las novelas de Ferran Torrent, veo que sus personajes suelen tomarse en los bares algo que llaman un "rebentat" y nunca me ha quedado claro si es un cortado o un carajillo... bueno, igual no es ni una cosa ni la otra, pero me pica la curiosidad saber qué es exactamente.
Pues... no sólo vas a seguir con tu duda sino que me la has contagiado a mí. No soy mucho de bares, y si me sacas de la caña, el solo, el "tallat" o las infusiones ya no sé qué pedir. He preguntado a unas pocas personas y tampoco les sonaba de nada la palabreja en el contexto "bares" (claro que también somos un poco forasteros en nuestra tierra).
De Torrent sólo he leído "Societat limitada" (todo en ella es real como la vida misma), lo que me lleva a las siguientes teorías:
a) el muy cachondo se ha inventado la palabra, o
b) es un término muy (pero que muy) típico de l'Horta y aquí, un poco más al sur, no ha llegado.
Es todo lo que puedo decir por ahora. Seguiré investigando. (Será cuestión de acercarse por un bar).
Gracias por las pesquisas. ;D
A lo mejor es una especialidad del Bar favorito de Torrent o del casino de Sedaví, vete a saber XD.
Lo de inventarse la palabra tampoco habría que descartarlo. Al Comissari Tordera ciertamente le pega pedir algo así.
Ahora que lo penso, la última que leí de Torrent fue "cambres D'Acer inoxidables", a ver si me pongo al día.
no sé si tants mesos després servirà d'alguna cosa... però vaja, un rebentat vindria a ser un cafe amb una xurrutada de conyac (diga-li carajillo si vols!).
ahí queda, jeje!
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