Idea

Esteban Montejo, relato del último esclavo cimarrón de Cuba

A principios de los años 60, el escritor y etnólogo cubano Miguel Barnet recogió el testimonio de un afrodescendiente de 104 años, Esteban Montejo. Documento único sobre la condición de los cautivos y las violencias del sistema esclavista, el relato que escribió a partir de aquellos encuentros tuvo una repercusión inmensa.
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Guillermo G. Espinosa
Periodista e historiador en La Habana, Cuba 

Fue por casualidad, leyendo el periódico, como Miguel Barnet encontró en los años 60 la fotografía de un hombre excepcional: un afrodescendiente de 104 años que era hijo de cautivos traídos a esta isla antillana en la última oleada de subyugados africanos, a mediados del siglo XIX. Su nombre era Esteban Montejo y había sido un esclavo que, en su adolescencia, se había fugado a la floresta de las montañas centrales de Cuba para alcanzar la libertad. Era el último “cimarrón” en América.

Entonces estudiante de humanidades en la Universidad de La Habana, Barnet presintió inmediatamente el interés que suponía el testimonio y acudió a la Casa de Veteranos a conocer a aquel hombre alto, aún fuerte y de potente mirada. En la década de 1960 se creía imposible encontrar un cimarrón en este país, y mucho menos uno cuyo arco vital comenzara en la era colonial española y terminara en la revolución socialista de Fidel Castro, pasando por las guerras de independencia y la intervención de Estados Unidos en 1898.

El resultado de tres años de entrevistas y escritura fue un libro, Biografía de un cimarrón, publicado en 1966. Escrito en primera persona, tuvo una enorme repercusión más allá de las fronteras cubanas. La obra ha sido traducida y publicada en tal cantidad de idiomas y países que la última vez que contó sus ediciones sumaban 64, sin contar las no oficiales, tal y como explica Lázaro Castilla, asistente de Barnet.

Sospecha y desconfianza

Este relato testimonial se inscribe en una tradición literaria que ya entonces estaba bien establecida en el país. La temática de la esclavitud apareció a principios del siglo XIX en la prosa del que es considerado el primer pensador cubano, Félix Varela (1788-1853), y de su discípulo José Antonio Saco (1797-1879). Contrariamente a las ideas dominantes, que desdeñaban las aportaciones africanas a la base fundacional hispana en Cuba, el pionero de la antropología nacional y maestro de Barnet, Fernando Ortiz (1881-1969), se atrevió a argumentar que en la mayor isla antillana se había producido una “transculturación” protagonizada por los “negros de nación”, los importados de África, y por sus descendientes. Entre 1763 y 1845 cientos de miles de personas llegaron a la isla, en efecto, sobre todo para trabajar en las plantaciones de azúcar.

En Cuba se produjo una “transculturación” protagonizada por los negros importados de África

Las investigaciones de Ortiz cambiaron el curso de la percepción cultural de Cuba sobre sí misma. Y Barnet, su discípulo, afirmó, al escuchar a Esteban Montejo, que podía entender que “mucho de la idiosincrasia del hombre cubano estaba en el carácter de él”.

Hoy en día, a sus 84 años, Barnet recuerda como algo anecdótico los días en que iba a las citas con el anciano esclavo cargado con una pesada grabadora. Los primeros encuentros entre Esteban y el joven de raíces catalanas no fueron fáciles. “Me miraba con recelo y desconfianza”, escribió en un anexo metodológico de una edición de la Biografía. Un factor de fortuna fue el magnetófono, que fascinó a Montejo cuando escuchó la reproducción de su voz. Entonces “tomó conciencia de que él era un hombre importante”, explica Barnet.

¡Libres!

Además de los cruces personales con la historia, el libro abunda en detalles sobre la vida miserable en los barracones donde vivían, las duras condiciones del trabajo en los ingenios azucareros y los castigos corporales infligidos a los esclavos, incluidos los niños, dando una visión muy tangible de la violencia del sistema esclavista. Habla también de la soledad en las montañas, la búsqueda de comida y de hierbas medicinales y de los momentos más contemplativos de aquella existencia, dedicados a observar aves, murciélagos o reptiles. 

El relato es también, implícitamente, una fuente inestimable de información sobre la vida cotidiana en Cuba a finales del siglo XIX, la práctica de religiones afrocubanas, particularmente la Santería, los bailes, la medicina tradicional o los juegos.

Montejo vivió refugiado en cuevas o agazapado entre árboles y matorrales, hasta que un día -posiblemente en 1886, cuando se decretó la emancipación- escuchó una gran algarabía en las plantaciones. “Por la gritería de la gente me enteré que había acabado la esclavitud... Cuando salí del monte me puse a caminar y encontré a una vieja con dos niños en brazos... Le pregunté: 'Dígame, ¿es verdad que ya no somos esclavos? Ella me contestó: 'No, hijo, ya somos libres'”, cuenta Barnet en su libro.

“Por el griterío de la gente me enteré que había acabado la esclavitud…”

Miguel Barnet define su obra como una novela-testimonio. Halla inspiración metodológica en el libro Juan Pérez Jolote: Biografía de un tzotzil (etnia indígena del estado mexicano de Chiapas), publicado en 1952 por el antropólogo Ricardo Pozas. Biografía de un cimarrón constituye una narración en primera persona que enfrenta al lector con la oralidad de un hombre que mezcla expresiones del habla campesina cubana de origen hispano y préstamos lingüísticos africanos e indígenas caribeños, todo ajustado al texto para dotarlo de un giro literario.

Un legado testimonial único

Biografía de un cimarrón es único en la historiografía de la esclavitud en Cuba y en América Latina. Su repercusión ha sido tal que, tras su publicación, la vida de Montejo fue la base de una ópera del compositor alemán Hans Werner Henze, una adaptación poética del poeta y ensayista alemán Hans Magnus Enzensberger y una grabación en francés del actor y director de teatro Jean Vilar, de la Comedie Francaise.

Miguel Barnet escribió después otros libros testimoniales, como Gallego, un conmovedor tributo a los trabajadores migrantes de la región noroccidental de España, y en 1997 gestionó el apoyo de la UNESCO a la creación del Museo Nacional de la Ruta del Esclavo en una fortaleza española del siglo XVII, situada en el puerto cubano de Matanzas, cuna de la cultura afrocubana.

“Para él siempre ha sido una prioridad el componente africano de la cultura cubana”, afirma Nancy Morejón, poetisa cubana y quien recuerda el poema de Barnet titulado Ebbó (“purificación” en lengua yoruba) para los esclavos. “Es un acercamiento a nuestras raíces con un espíritu anticolonial; y está escrito en un estilo coloquial, sin subestimar la belleza de las formas”.

La escritora evoca el día en que “Miguel me llevó a conocer a Esteban Montejo. Tenía 110 años... Estaba acostadito. Y nos dijo: 'a mí con un machete me basta'”, una oración con la que termina la Biografía y que remite a su vida en los campos de batalla, los cañaverales y la floresta serrana.