China, de "contaminante fábrica copiota" a discreto líder de la transición energética (y mientras, Europa, “a por uvas”).
Desde hace cuatro décadas China ha ejercido de fábrica infinita del mundo, aún a costa de ser "una máquina de humo", con cerca del 30% de las emisiones mundiales. Pero tanto las autoridades del país como sus millones de empresas clientes en todo el planeta lo asumieron como un mal menor de su exuberante crecimiento económico y, hasta hace poco, se consideraban casi irrelevantes sus efectos en el planeta.
Hoy, en cambio, el gigante asiático está viviendo sus “verdes años 20”, con un liderazgo indiscutible en la implantación de energías renovables en su territorio y un ambicioso plan para dejar atrás su enorme dependencia del sucísimo carbón estatal. Y se han marcado como objetivos REALES la descarbonización de la economía, la industria y el transporte.
Para conseguirlo, además de la generación masiva de energía limpia, tienen como puntos clave las baterías y las redes eléctricas y algo aún más difícil: establecer un mercado eléctrico modernizado, que permita la cada vez más necesaria autonomía energética, facilite la distribución de electricidad capaz de atender la enorme demanda de la industria y no se colapse ante el previsto auge de la IA, la proliferación de los centros de datos y su gran consumo de recursos.
Lo cierto es que expertos internacionales ya avisan de que, mientras Europa “está a por uvas”, China prevé invertir 800.000 millones de dólares sólo en la red de transmisión y software de gestión de la misma, además de la sustitución de los combustibles fósiles (ya sean carbón, gas o petróleo) por el despliegue de energía verde.
En cualquier caso, hace tiempo que China dejó de ser el fabricante copiota que está al margen de la innovación en todo, como muestra la clara superioridad competitiva de sus muchos coches eléctricos frente a los europeos y la extensión de los mismos por las calles chinas y de los países más avanzados (si los aranceles no lo impiden).
Y, además de la convulsión que supone su abundante oferta para los mercados y autoridades occidentales, sus avances en la transición energética deberían tener también beneficios de gran alcance para los objetivos globales de reducción de las emisiones. Gran falta nos hace a todos para intentar frenar el cambio climático.
Muy interesante el artículo de Financial Times sobre los enormes avances de China, también, en la transición energética y la necesidad de seguir dando pasos para que no "nos pille el toro" (¡Despierta Europa!)
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