Duele el Alma
Una inmensa tristeza siento por la ida de Fabián O´Neill. Un futbolista al que vi debutar en Primera División en Uruguay y que luego lo seguí por Italia y la Selección Uruguaya. De esos talentos que nacen en una tierra de fútbol, donde el interior de la República es el gran proveedor de los “magos” que luego emigran.
De infancia poco fácil, al que la vida le dio la oportunidad de ser conocido dentro y fuera del Uruguay por su fútbol de galera y bastón. Haberlo visto fue uno de los privilegios que la vida me deparaba.
A los eternos moralistas del fútbol, aún les cuesta separar su magia en el campo de su lucha con y contra el alcohol, el juego y las mujeres. Por esperado, su final no deja de doler, a los de acá y a los de allá.
Mucha gente estuvo cerca de Fabián en su trajinar por el fútbol, desde su conocido representante que influyó -en un sentido y en el otro- en el fútbol uruguayo y su proyección al mundo.
Desde ayer y al enterarme de su muerte, estuve conociéndolo aún más desde los reportajes que en los últimos años le hacían en radio y televisión, donde algunos periodistas le pedían que contara tal o cual anécdota que ellos ya conocían, y las reían junto con él.
Fabián entonaba en cada una de esas entrevistas su "mea culpa" de lo disipada de su vida, en lo profesional y en lo privado, sin temor al juicio duro de muchos predicadores del fútbol que aún les cuesta comprender que las raíces del fútbol también crecen en entornos complicados y difíciles.
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Fabián fue millonario materialmente, y sus valores humanos le pedían que compartiera esa opulencia con su gente del barrio, de la cancha de sus pagos, de sus cantinas. Sin pedir nada a cambio, y solo para ayudar a los suyos, invirtió parte de su fortuna en dar un mejor vivir a sus coterráneos, algunos que, según Fabián, en sus momentos más difíciles, no le respondieron. Con esos, no invirtió; simplemente gastó. Y lo que sobraba, lo disfrutaba a su manera.
Me duele su final por él y, atrevida y egoístamente, por mí. Empaticé a la distancia con Fabián pues, salvando las siderales distancias, también pude ayudar a gente, pero no materialmente sino profesionalmente, para que tuvieran un mejor pasar y porvenir. Llegado el momento, algunos sufrieron de amnesia, pero por suerte, son los menos. Igual, duele. Igual, lo mío es intrascendente. Su dolor quizás fue el mío elevado a la quince millonésima potencia. Seguramente. Pero como él decía, “no soy rencoroso”; una filosofía de vida que no todos pueden practicar.
Fabián O´Neill ya es leyenda, y como toda leyenda, debe dejar enseñanzas. Su vida debe ser contada a los “gurises” con sueños de futbolistas y de no futbolistas, como alguien que sacrificó todo lo suyo por los suyos, que, aunque fácil no era, necesitaba de ayuda para combatir sus adicciones, y quizás, los que más podían hacerlo, exceptuando a sus más cercanos, no lo hicieron o quizás, no pudieron hacerlo. Duele el corazón.
Don Fabián O´Neill, tu cuerpo ya descansa en paz, y tu espíritu, queda impregnado en los que te admiramos como futbolista y en cada rincón de tu Paso de los Toros natal.
Tengámoslo siempre en nuestras memorias.
Energy and Sustainability
2 añosUn ídolo de mi infancia, un talento natural de esos que hay 4 o 5 en el mundo por generación…una vida imposible, un largo derrotero por una dura enfermedad, el alcoholismo, hasta este triste y doloroso final…qué decir, mucha tristeza, lindos recuerdos, qepd… Para los que no sepan quien es, por juego y por todo el resto, me hacía acordar mucho a Paul Gascoigne…