El Proteccionismo en Estados Unidos: Una Paradoja Compartida por Trump, Harris y la Sociedad Norteamericana

El Proteccionismo en Estados Unidos: Una Paradoja Compartida por Trump, Harris y la Sociedad Norteamericana

En un escenario político donde Donald Trump y Kamala Harris representan visiones opuestas en casi todos los temas, hay un aspecto en el que ambos coinciden sorprendentemente: el proteccionismo económico. Esta aparente convergencia de ideas entre dos figuras políticas tan distintas refleja una paradoja profundamente arraigada en la sociedad estadounidense, que en su mayoría también apoya medidas proteccionistas. El proteccionismo, una política que se basa en imponer barreras al comercio internacional para proteger la economía interna, ha ganado terreno en el debate público estadounidense en los últimos años, pero sus efectos reales y su relevancia actual son cuestionables.

Tanto Trump como Harris parecen compartir la creencia de que el proteccionismo es la clave para revitalizar la economía estadounidense, proteger los empleos y reforzar la seguridad nacional. Esta creencia ha calado en el electorado, que a menudo percibe la globalización como una amenaza para el bienestar económico y social. Sin embargo, esta postura omite el contexto macroeconómico actual y las verdaderas causas de los problemas económicos de Estados Unidos. Basándonos en dos recientes análisis de la política comercial estadounidense, argumentaremos que el proteccionismo es una respuesta incorrecta a un problema mal diagnosticado.

La Ilusión del Proteccionismo como Solución

En la política estadounidense contemporánea, las críticas al comercio internacional se han convertido en un tema central. Trump, con su retórica de "América Primero", ganó la presidencia en 2016 prometiendo aranceles y renegociaciones de acuerdos comerciales que, según él, habían perjudicado a los trabajadores estadounidenses. Harris, aunque más moderada, también ha expresado su apoyo a "aranceles estratégicos" con el objetivo de proteger los empleos nacionales.

La coincidencia de ambos en esta cuestión no es sorprendente, ya que el proteccionismo ha ganado respaldo bipartidista en los últimos años. Durante su mandato, Trump implementó aranceles generalizados sobre productos importados no solo de China, sino también de países aliados como México y Canadá. A pesar de que Joe Biden prometió en su campaña un regreso al multilateralismo y una mayor apertura comercial, su administración ha mantenido la mayoría de las políticas arancelarias de Trump, ampliando además las disposiciones de “Buy American” que obligan a las agencias federales a comprar productos nacionales. Esta continuidad política subraya que el proteccionismo no es un fenómeno exclusivamente trumpista, sino un reflejo de una ansiedad más amplia que permea el discurso económico en Estados Unidos.

La retórica proteccionista, sin embargo, está basada en una premisa errónea: la idea de que los déficits comerciales y la pérdida de empleos en el sector manufacturero son resultado directo de una competencia desleal por parte de países como China. Según un informe reciente de Maurice Obstfeld, los déficits comerciales de Estados Unidos no son simplemente el resultado de políticas externas o de la globalización, sino que son manifestaciones de desequilibrios macroeconómicos internos, como la falta de ahorro y una inversión interna excesiva. El análisis de Obstfeld sugiere que culpar a otros países por los déficits comerciales es una distracción que no aborda los verdaderos problemas económicos de Estados Unidos.

El Final del Shock de China y la Nueva Realidad del Comercio

Por otro lado, un estudio de Niccolò W. Bonifai, Nita Rudra, Rodney Ludema y J. Bradford Jensen muestra que la competencia de importaciones chinas, a menudo denominada el "China Shock", que afectó gravemente al empleo en la manufactura estadounidense durante las décadas de 1990 y 2000, ya no es relevante. Aunque es cierto que el auge de las importaciones chinas provocó la pérdida de aproximadamente 1,5 millones de empleos en Estados Unidos entre 1991 y 2011, el estudio revela que, desde entonces, la competencia china ha dejado de ser un factor significativo que afecte al empleo en el sector manufacturero.

A pesar de ello, las políticas arancelarias y proteccionistas de Trump, mantenidas en gran parte por Biden, han sido justificadas como una respuesta necesaria para frenar el impacto negativo de las importaciones. Sin embargo, estas políticas están diseñadas para enfrentar una amenaza que ya no existe, y, lo que es peor, pueden estar obstaculizando el crecimiento del empleo. Según el estudio, entre 2011 y 2019, las importaciones de economías emergentes como Brasil, India, México, Corea del Sur y Vietnam han contribuido positivamente al empleo en la manufactura estadounidense, creando casi 500,000 empleos en el mismo tipo de regiones que habían perdido puestos de trabajo debido a las importaciones chinas décadas antes.

Esto resalta un problema fundamental: Estados Unidos está luchando la guerra comercial equivocada. Las políticas actuales están diseñadas para un periodo que ya ha pasado y no están ayudando a expandir el mercado laboral. De hecho, al incrementar los costos de importación, estas políticas podrían estar suprimiendo el empleo en sectores donde las importaciones de componentes son esenciales para la producción.

Los Costos del Proteccionismo en la Economía del Siglo XXI

El proteccionismo no solo está desfasado, sino que también podría estar dañando las industrias más prometedoras de la economía estadounidense. Según el estudio de Bonifai y sus coautores, el sector de servicios de Estados Unidos, que incluye industrias como la ingeniería de software, la investigación y desarrollo (I+D), y los servicios financieros, emplea a más del doble de trabajadores que el sector manufacturero y ofrece salarios significativamente más altos. Estas industrias, que son exportadoras netas, se ven limitadas por las barreras comerciales que existen en muchos países. En lugar de enfocarse en imponer aranceles a los bienes, los responsables políticos deberían concentrarse en reducir las barreras al comercio de servicios, lo que podría crear más empleo en sectores de alta demanda y mayor remuneración.

Además, el proteccionismo tiene implicaciones negativas para la seguridad nacional. Aunque algunos defensores de los aranceles argumentan que estas políticas son necesarias para proteger la independencia económica de Estados Unidos frente a China, las tarifas son una herramienta demasiado imprecisa para abordar las preocupaciones de seguridad. Según los autores, imponer aranceles amplios puede llevar a represalias por parte de otros países, lo que desestabilizaría aún más las relaciones comerciales internacionales y podría aumentar el riesgo de conflicto. En lugar de emplear aranceles indiscriminados, Estados Unidos debería enfocarse en estrategias que minimicen los riesgos en las cadenas de suministro críticas para la seguridad nacional, sin generar los costos económicos asociados al proteccionismo.



La Paradoja del Proteccionismo en la Sociedad Estadounidense

La creciente popularidad del proteccionismo en la política estadounidense refleja una profunda insatisfacción con los efectos de la globalización. Para muchas comunidades en Estados Unidos, la globalización ha sido sinónimo de pérdida de empleos, disminución de los salarios y deterioro de las perspectivas económicas. Estos efectos fueron especialmente pronunciados en las zonas industriales del medio oeste, donde el "shock de China" y la competencia internacional provocaron el cierre de fábricas y la pérdida masiva de empleos en la manufactura. No es sorprendente que muchas de estas comunidades se hayan inclinado por las políticas proteccionistas de Trump en 2016, ya que prometía devolver los empleos y reactivar las industrias tradicionales.

Sin embargo, como señala el análisis de Obstfeld, los problemas económicos de Estados Unidos no son el resultado de la competencia extranjera, sino de una serie de decisiones políticas y macroeconómicas internas que han exacerbado las desigualdades. Por ejemplo, la falta de inversión en infraestructura, educación y formación laboral ha dejado a muchos trabajadores estadounidenses sin las habilidades necesarias para competir en una economía globalizada. Asimismo, las políticas fiscales que han favorecido a las élites económicas han contribuido a la creciente desigualdad, mientras que la falta de políticas industriales efectivas ha debilitado sectores clave de la economía.

Lo paradójico es que, aunque el proteccionismo ofrece una sensación temporal de alivio a estas comunidades afectadas, no aborda las causas subyacentes de su declive económico. El proteccionismo puede reducir temporalmente la competencia extranjera, pero no revivirá las industrias que han sido superadas por el cambio tecnológico o los cambios estructurales en la economía global. En lugar de esto, Estados Unidos debería centrarse en estrategias a largo plazo, como mejorar la educación y la formación de los trabajadores, fomentar la innovación tecnológica y fortalecer la infraestructura económica.

Un Camino Hacia el Futuro: Inversión en Habilidades y Apertura Global

Si bien el proteccionismo ha ganado terreno en el debate político, su utilidad como estrategia económica es limitada. En lugar de imponer barreras al comercio, Estados Unidos debería enfocarse en equipar a su fuerza laboral con las habilidades necesarias para tener éxito en una economía cada vez más interconectada. Esto incluye invertir en programas educativos que preparen a los trabajadores para las industrias del futuro, como la tecnología, los servicios avanzados y las energías renovables.

Un buen ejemplo de esta estrategia es la Ley CHIPS y Ciencia, aprobada en 2022, que destina 280,000 millones de dólares para impulsar la investigación y la manufactura en Estados Unidos. Esta ley no solo promueve la creación de empleos en sectores de alta tecnología, sino que también amplía el apoyo a colegios comunitarios, programas vocacionales e instituciones de investigación, proporcionando a los trabajadores las herramientas que necesitan para ser competitivos en la economía global.

Además, los empleadores deben adoptar una perspectiva más amplia en sus procesos de contratación, enfatizando las habilidades sobre las credenciales académicas tradicionales. Según el estudio de Bonifai y sus coautores, el 51% de los trabajadores estadounidenses ha adquirido habilidades a través de rutas alternativas, como programas de formación, el servicio militar o los colegios comunitarios. Fomentar un entorno laboral que valore estas habilidades ayudará a crear una fuerza laboral más flexible y preparada para enfrentar los desafíos del futuro.

Conclusión: Lecciones para Europa

El proteccionismo es una respuesta reaccionaria a los desafíos económicos que enfrenta Estados Unidos, pero no es una solución viable a largo plazo. Aunque puede ofrecer alivio temporal a ciertas industrias y regiones, no aborda las causas subyacentes de los problemas económicos del país. Para construir una economía más resiliente y competitiva, Estados Unidos debe abandonar el proteccionismo y adoptar políticas que promuevan la innovación, la educación y la apertura global.

Europa, por su parte, debe aprender de estas experiencias estadounidenses. La Unión Europea también ha experimentado presiones proteccionistas en medio de la globalización y las crisis económicas. Sin embargo, en lugar de seguir el mismo camino, Europa debería centrarse en fortalecer su mercado interno y en la integración de sus políticas industriales y tecnológicas, mientras fomenta la cooperación internacional. Invertir en la transición verde y digital puede ser la clave para mantenerse competitivo y sostenible a largo plazo, evitando caer en las trampas del proteccionismo que podrían aislar a sus economías de los beneficios del comercio global.


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Profile 2.0: Joseba Madariaga Macroeconomics & Econometrics Professor PhD in Economics

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