Habemus Presidente: ¿Qué sucedió y qué sucederá?
Un emocionado Alberto Fernández celebró la victoria en el búnker del Frente de Todos

Habemus Presidente: ¿Qué sucedió y qué sucederá?

La victoria de Alberto Fernández fue clara, pero no tan contundente como se esperaba. Vienen tiempos en los que los consensos entre ambos extremos de la grieta serán necesarios para no hundirnos en la compleja situación económica que se avecina.

Luego de las tormentas de pronósticos, salió el sol y afloraron los resultados: la remontada de Juntos por el Cambio no alcanzó, y Alberto Fernández será el nuevo Presidente de la Nación a partir del 10 de diciembre, tras obtener el 48,04% de los votos.

El ballotage se esfuma del imaginario de quiénes soñaron con forzarlo a través de movilizaciones públicas en defensa de la República. Pese a una leve contracción del Frente de Todos en un 1,45%, respecto de las PASO, el traspaso de la frontera del 45% les valió para obtener la victoria en primera vuelta.

Sin embargo, un nuevo episodio en el que las silenciosas reflexiones del electorado, en complicidad con el cuarto oscuro, volvieron a generar un inesperado efecto en la intención de voto. Mauricio Macri sorprendió a propios, y a ajenos, al convertirse en el candidato presidencial con la mayor variación relativa de las Primarias (32,93%) de agosto a las generales de octubre (40,44%).

Es decir, que la fórmula de Juntos por el Cambio creció un 7,51% ¿Cómo explicar este efecto que nadie pudo advertir de antemano? En primer lugar, en el juego de la polarización el oficialismo logró avanzar sobre los electores de “centro”, en relación a las Primarias, y a nivel nacional, los votos de Lavagna decrecieron un 2,27%, los de Gómez Centurión un 1,00%, los de Espert un 0,75%, y los votos en blanco se redujeron en un 1,5%. Este 5,52% se encontró atrapado por una sensación de ballotage anticipado, una situación límite que requería apostar por uno de los dos candidatos con chances de ganar.

En segundo lugar, la franja amarilla que cortó en dos mitades al país de los azules refleja en anclaje territorial del universo anti-peronista. Con gran ventaja en CABA, Córdoba y Mendoza, y con una ajustada, pero aun así sorprendente, victoria en San Luis, Santa Fe y Entre Ríos, Juntos por el Cambio logró posicionarse con fuerza en los clivajes sociales. En el caso particular del Departamento de Rosario, el Frente de Todos triunfó con un 46,58%, pero con una diferencia menor al 10% sobre Macri, quién obtuvo el 37,41% de los votos (una diferencia que en las Primarias fue casi del 20%, donde el presidente cosechó un 28,16%).

No es menor aludir al resultado de Juntos por el Cambio, dado que demuestra que existen elementos simbólicos e ideológicos relevantes que pueden ser contra fácticos, al punto tal que, este entusiasmo republicano, puede desestimar la compleja situación económica (inflación, recesión, devaluaciones, desempleo, pobreza), e incluso prosperar, en caso que el peronismo no se encuentre unido.

Aun así, Alberto ganó, el impulso necesario para llegar a la Casa Rosada se lo debe a la tracción ideológica de la unidad peronista, y al hecho de ser el portavoz del diagnóstico más preciso de la cotidianeidad de los argentinos. Este escenario, no hubiera existido de no ser por la jugada política más notable de los últimos tiempos, aquella en la que la capacidad creativa de Cristina cambió de forma abrupta e inesperada las reglas del juego electoral al nominar a Alberto Fernández como su candidato.

Ya no eran Los Kirchner, sino Los Fernández. Los planes de Cambiemos de recrear un escenario de confrontación directa con “la jefa de una brigada de corruptos” se frustraron ante un adversario que fue crítico del espacio que iba a encabezar, y que se encontraba abierto al diálogo con cualquier argentino y/o periodista más allá de su concepción ideológica. Esta evidencia se distanciaba de la hipótesis del títere, un intento manufacturado de percepción que nunca terminó de cuajar en el universo de los indecisos.

Otra cuestión ineludible, clave para el triunfo presidencial del Frente de Todos, fue la contundente victoria de Axel Kicillof en la Provincia de Buenos Aires. Sin dudas, el segundo acierto estratégico de Cristina, fue la nominación de la fórmula Kicillof – Magario, la cual se vio potenciada, por la inclusión de Massa y el Frente Renovador, en términos partidarios, y por la ingeniosa “Revolución del Clío” como símbolo de austeridad, en términos comunicacionales.

En la madre de las batallas, un histórico 52,28% arrasó con María Eugenia Vidal (38,39%). Quién parecía ser el mayor activo de Juntos por el Cambio no pudo levantar en su provincia a su candidato presidencial (quién quedó en un 35,93%). Las vibras republicanas no llegaron al conurbano bonaerense, y es aquí donde la diferencia entre ambos espacios se tornó irreversible.

Mientras, el Gobierno Nacional actual, deberá asegurar una transición ordenada, en la que no se dispare el dólar, ni se quemen más reservas, a fin de lograr culminar una experiencia presidencial no peronista luego de 91 años. El 10 de diciembre Alberto Fernández recibirá el bastón presidencial, y el consenso se transformará en un elemento esencial de cara al futuro.

Considerando la inestabilidad del contexto económico, y el Congreso que viene (en el que Juntos por el Cambio será primera mayoría en la Cámara de Diputados), quedará ver hasta dónde, la coalición electoral del peronismo, puede transformarse en una coalición de gobierno. Esperemos para ver si la inyección de poder, logra cohesionar, o disgregar, la unidad del Frente de Todos.

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