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Nuevas interpretaciones sobre el monumento ibérico de La Vispesa (Tamarite de Litera, Huesca)
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Los relieves en piedra hallados en La Vispesa, ahora expuestos en el Museo de
Huesca, constituyen el documento icónico más impresionante de la sociedad y la
ideología de los antiguos ilergetes. Lamentablemente, las circunstancias que rodea-
ron su desafortunado hallazgo comportaron una pérdida notable de la extensión
original, pudiendo afirmarse que la porción hoy conservada no es más que una
pequeña parte de aquélla. Sin embargo, ese suceso no debiera ser excusa para su
olvido en los actuales foros de debate. No deja de ser preocupante, desde un punto
de vista científico, que la cultura ibérica de las tierras oscenses se vea relegada a un
injusto papel marginal. Sirva como ejemplo la no muy lejana exposición Los Iberos,
príncipes de Occidente, en donde sólo apareció representada por un emblemático
denario de Bolskan1.
En este trabajo aportamos algunas propuestas tendentes a modificar la percep-
ción, la cronología y el sentido general hasta ahora consensuados sobre el monu-
mento, y los acompañamos de nuevas ilustraciones que recogen la distinción entre
la parte original y la restauración efectuada2. El presente congreso, en solar arago-
nés, nos parece el marco adecuado para plantear todas estas cuestiones. Pero, antes
de exponer nuestras observaciones, queremos dejar constancia de que tomamos
como base las excelentes descripciones realizadas hace veinticinco años3, hecho que
1. AA.VV., Los iberos, príncipes de occidente, Barcelona, Fund. La Caixa, 1998, p. 285, n. 162.
2. Agradecemos a Vicente Baldellou, director del Museo de Huesca, las atenciones y medios prestados
para realizar el estudio. Los dibujos son obra de Ramón Álvarez Arza, pero las opiniones conteni-
das en el texto son responsabilidad del autor. Nuestro agradecimiento al Sr. Álvarez por su diligen-
cia y por haber compartido la autopsia detallada de los relieves, y a Marta García Morcillo por su
inestimable ayuda en la consulta de publicaciones alemanas.
3. MARCO, F. y BALDELLOU, V., «El monumento ibérico de Binéfar (Huesca)», Pyrenae, 12, Barcelona,
1976, pp. 91-115.
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Cæsaraugusta, 78. 2007, pp.: 337-354
ISSN: 0007-9502
Nuevas interpretaciones
sobre el monumento ibérico de La Vispesa
(Tamarite de Litera, Huesca)
Ignasi GARCÉS ESTALLO

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nos exime de volver a reproducir aquí todos los detalles puntuales e, incluso, de
buena parte de las interpretaciones ya vertidas. Por consiguiente sólo nos referire-
mos a lo que consideramos debe actualizarse y, por omisión, entiéndase nuestra
aceptación al resto de aspectos que, como se verá, son muchos4.
El descubrimiento y el estudio de los relieves e inscripciones
La Vispesa constituye una pequeña elevación de 304 m.s.n.m. y de unos 20 m
sobre los campos circundantes, muy llanos, por lo que su dominio visual es amplio.
Pertenece al término municipal de Tamarite de Litera, aunque debido a hallarse en
un extremo del mismo y a tan sólo unos tres kilómetros al sudeste del núcleo urba-
no de Binéfar, que se divisa en el horizonte, viene considerándose más vinculada a
esta última población. Por ello en la bibliografía ha hecho fortuna el sinónimo de
«Monumento ibérico de Binéfar».
El monumento se halló en la parte baja del montículo, en forma de una gran
piedra paralelepípeda grabada que medía unos 2 x 1 x 0,5 m y fue intencionada-
mente partido en trozos para calzar una canalización de riego. Tan desgraciado
suceso debe fecharse hacia 1964 o, como mucho, 1965. Desde un punto de vista
patrimonial las pérdidas son irreparables y han privado a la ciencia de una parte
importante del conocimiento sobre los pobladores prerromanos de La Litera.
Durante el año 1968 Rosa Donoso, entonces directora del Museo de Huesca,
tuvo conocimiento del hecho y, al parecer, procedió a levantar la citada canaliza-
ción, recuperando algunos fragmentos que ingresaron en dicha institución.
También se efectuaron sondeos en el propio cerro, nunca publicados. Ese mismo
año se dio la primera noticia científica de la existencia del monumento, a cargo
de don Antonio Beltrán, precisamente en una reunión antecesora de la que hoy
nos ocupa5. En la comunicación se incluye la única fotografía publicada con ante-
rioridad a la restauración de 1975, que permite apreciar con claridad la magnitud
del estropicio6. El trabajo, pese a su brevedad, comportó una primera orientación
del monumento, una cronología y una interpretación general basadas en la lectu-
ra de la inscripción. Los presupuestos allí apuntados estaban llamados a influir
entre los estudios posteriores. La nota incluye también el fragmento decorado con
caballos.
Posteriormente, el restaurador don Facundo Roca pudo recuperar en superficie
algunos fragmentos más, que poco aportaban al caso. El artículo que en 1976
Francisco Marco y Vicente Baldellou dedicaron a la porción de las manos cortadas
es fundamental por muchos motivos. En primer lugar, aparece el monumento ya
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4. Reconocemos la favorable acogida que recibieron nuestras propuestas durante la sesión correspon-
diente del XXVI CNA por parte del Dr. Francisco Marco y de Vicente Baldellou, autores del primer
estudio de los relieves, así como de los Drs. Francisco Burillo y Miguel Beltrán Lloris, especialistas
en el tema.
5. BELTRÁN, A., «La inscripción ibérica de Binéfar en el Museo de Huesca», XI Congreso Nacional de
Arqueología, Mérida, 1968, Zaragoza, 1970, pp. 518-522.
6. BELTRÁN, A., «La inscripción ibérica de Binéfar...», 1970, op. cit., fig. 2.

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restaurado7: el proceso ha permitido ensamblar algunos pedazos guardados en cajas
que añaden, en el aspecto icónico, un cuerpo humano seccionado junto a un ave
que le devora una extremidad y, en el terreno epigráfico, dos nuevas letras ibéricas
al registro central. En segundo término, el fragmento menor con temática equina es
descartado. Gran mérito del trabajo fue proceder a una descripción exhaustiva, e
intentar contextualizar el hallazgo mediante la publicación de cerámicas halladas
en superficie.
Desde ese momento puede darse por cerrado el estudio arqueológico del
monumento y considerarse las publicaciones posteriores recopilaciones de las inter-
pretaciones asumidas8 o trabajos de carácter divulgativo9. La atención se desplaza al
inexplorado yacimiento, primero por la propuesta de su identificación con la anti-
gua Mendiculeia10, como ya propusiese en el siglo XIX Eduardo Saavedra11, y por la
recuperación de manuscritos de Benito Coll quien, al parecer, había efectuado tem-
pranas excavaciones en el entonces denominado «Tozal de la Cisterna», debido a ser
visible una construcción de este tipo en la cima, realizada con sillares bien labrados,
y con el resultado de hallar un mosaico en opus signinum, además de un ánfora
romana completa12. No obstante, el religioso Eduard Llanas, después de identificar
algunos restos de la vía romana a unos 10 km en dirección a Ilerda, consideró un
trazado más recto hasta Esplús, alejándose de Binéfar, por lo que propuso la exis-
tencia de una villa romana para el Tozal de La Campana y desplazó Mendiculeia a
Monte Las Pueblas13.
Una nueva etapa se abrió en el yacimiento en septiembre de 1984 con el
comienzo de las primeras excavaciones científicas regulares por parte de un equipo
del Colegio Universitario de Huesca, dirigidas por Almudena Domínguez y Elena
M.ª Maestro. Han conducido a descubrir y consolidar algunos imponentes restos
constructivos hallados y a su publicación científica, confirmando una cronología de
los siglos II a. C. al II d. C. y aportando datos sobre los que no creemos necesario
7. MARCO, F. y BALDELLOU, V., «El monumento ibérico de Binéfar...», 1976, lám. II.
8. BIARGE, A., 1976, «En el umbral de la Historia», Alto Aragón, su Historia, Cultura y Arte, I, Sevilla,
pp. 49-50; BELTRÁN MARTÍNEZ, A., De Arqueología Aragonesa-I, Zaragoza, Heraldo de Aragón, 1978,
pp. 165-167; VICENTE REDÓN, J., «Cerámicas varias: escultura ibérica», APAA-I (Atlas de Prehistoria y
Arqueología Aragonesas-I), Zaragoza, Institución «Fernando el Católico», 1980, p. 136; BELTRÁN
LLORIS, M., «Monumentos funerarios ibéricos», APAA-I, 1980, p. 74; Id., «Epigrafía ibérica», APAA-I,
p. 86.
9. DOMÍNGUEZ, A. y MAGALLÓN, M. A., La arqueología de la provincia de Huesca, Guías arqueológicas de
Aragón, 1, Zaragoza, Diputación General de Aragón, 1985, pp. 33-34; BELTRÁN LLORIS, M., Los iberos
en Aragón, Col. Mariano de Pano y Ruata, 11, Zaragoza, Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1996. Un
detalle de las manos constituye la imagen de portada del libro y en la p. 179 se recrea una recons-
trucción en perspectiva.
10. Sólo conocida por una cita: It. Ant. 452, 1.
11. La identificación del Tozal de la Campana con la antigua Mendiculeia en SAAVEDRA, E., 2.ª ed.,
Discursos leídos ante la Real Academia de la Historia en la recepción pública de D. E. Saavedra, 1862,
Madrid, Real Academia de la Historia, 1914.
12. DOMÍNGUEZ, A.; MAGALLÓN, M. A. y CASADO, M. P., Carta arqueológica de España. Huesca, Huesca,
Diputación Provincial, 1983, pp. 150-153. Esta obra recoge la reconstrucción de F. Marco y V.
Baldellou, pero mantiene la inscripción ibérica de A. Beltrán.
13. LLANAS, E., «Excursió col·lectiva al plà comprés entre lo Segre y lo Cinca», Butlletí de la Associació
d’Excursions Catalana, 124-126, Barcelona, 1889, pp. 2-30, en especial pp. 14 y 23-25.
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extendernos14. Posteriormente se han realizado excavaciones y prospecciones por
parte del mismo equipo entre 1984 y 199215.
Las inscripciones han sido convenientemente actualizadas por Jürgen
Untermann, quien las ha incluido en sus Monumenta con los números D.12.1 para el
relieve de las manos y D.12.2 para el de los caballos16. El investigador alemán dispo-
nía ya de D.12.1 restaurada, pero las fotografías y calcos que reproduce para D.12.2
son anteriores a ese proceso. Como se verá, ello puede alterar la comprensión de
algún signo. En 1997 Jesús Rodríguez Ramos retomaba la vieja propuesta de Juan
Maluquer de Motes consistente en intentar datar mediante los signos ibéricos17, lle-
gando a observaciones sorprendentes: la inscripción de Binéfar constituía un cúmulo
de excepciones paleográficas en el caso de mantenerse la cronología «baja», que que-
daban solventadas de datarse a inicios o primera mitad del siglo II a. C.18.
Primera propuesta: la orientación
Relieve n.º 1: grupo de las manos cortadas (D.12.1)
Consta de unos diez trozos unidos de piedra arenisca clara. En el estado actual
de conservación la cara principal mide 1,40 x 0,38 m; la cara lateral tiene un ancho
de 0,44 m (dato que la aproxima a la observación estimada que se indicó en el
momento de su descubrimiento); la cara posterior, que no conserva decoración,
excepto molduras, mide 0,83 x 0,23 m.
Nuestra propuesta consiste en orientarla dándole una vuelta de 180° (ver fig. 1),
al revés de como ha venido interpretándose en la bibliografía19 y de como está
expuesta en la actualidad en el Museo.
Esta hipótesis se sustenta en cuatro observaciones derivadas de otros tantos ele-
mentos que, a su vez, resultan más comprensibles en caso de producirse dicho giro.
Y no percibimos ninguna objeción para que, en sentido contrario, resulte perjudi-
cada con el cambio. Los cuatro elementos son: las manos cortadas de las caras fron-
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14. DOMÍNGUEZ, A. y MAESTRO, E. M., «Contribución al estudio de la romanización de la Litera: el ya-
cimiento de La Vispesa (Tamarite de Litera)», Bolskan, 3, Huesca, 1987, pp. 135-167.
15. DOMÍNGUEZ, A. y MAESTRO, E. M., La Vispesa, foco de romanización de la Ilergecia occidental, Huesca,
Instituto de Estudios Altoaragoneses y Ayuntamiento de Binéfar, 1994.
16. UNTERMANN, J., Monumenta Linguarum Hispanicarum, III. Die iberischen Inschriften aus Spanien,
Wiesbaden (en adelante MLH III). El léxico se encuentra comentado en SILES, J., 1985, Léxico de las
inscripciones ibéricas, Madrid, Ministerio de Cultura, 1990, n. 905, 1178 y 1244 para D.12.1; n. 463
para D.12.2.
17. MALUQUER DE MOTES, J., Epigrafía prelatina de la península ibérica, Publicaciones Eventuales, 12,
Universidad de Barcelona, 1968.
18. RODRÍGUEZ RAMOS, J., «Primeras observaciones para una datación paleográfica de la escritura ibéri-
ca», Archivo Español de Arqueología, 70, Madrid, 1997, pp. 13-30; en especial pp. 16 y 18.
19. Hay una excepción: el librito divulgativo BURILLO, F., Los iberos en Aragón, Zaragoza, Caja de Ahorros
de la Inmaculada, 2000. En la p. 83 aparece en la orientación que proponemos, aunque en imagen
invertida. F. Burillo, con su modestia habitual, me comunica que el mérito de esa propuesta le
corresponde al Dr. Álvaro Capalvo, responsable de la parte gráfica de la obra. Nuestra adhesión a
Á. Capalvo y nuestro agradecimiento a F. Burillo.

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FIG. 1
.
Vistas frontal y lateral del relieve n.º 1 (dibujo de R
amón Álvarez).
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50 cm

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tal y lateral, la posición del ave rapaz, que pasa a tener el ala levantada y no col-
gando como se creía, la inscripción central de la cara frontal, que deja de ser levó-
gira y pasa a tener una orientación normal y, en último lugar, la figura del registro
ahora inferior, que interpretamos como el extremo superior de un guerrero (fig. 1).
Ninguna observación es en sí concluyente, pero todas juntas parecen poseer más
lógica. Las dos primeras son razonables; la tercera parece evidente en un documen-
to epigráfico planificado y ejecutado con gran esfuerzo; la última, aunque se basa
en la reconstrucción de un original muy deteriorado, es quizás el argumento más
sólido y la única salida posible para entender la escena. A continuación describimos
cada una de estas cuatro observaciones.
1) Las manos. Se conservan cinco: tres en la cara lateral, que constituyen, al
parecer, el único motivo decorativo —y donde tal vez había hasta seis, separadas
en dos registros de tres—, y dos en el espacio superior de la cara frontal como ele-
mento de enmarque de la escena principal, por lo que es imposible predecir cuán-
tas había aquí. Son todas manos diestras, de medidas muy similares, pues oscilan
entre los 19,5 y los 19 cm de largo por 13 ó 13,5 cm de ancho. La disposición
general de los dedos y contornos también se resuelve de manera afín y las uñas
están marcadas con gran realismo, mediante el procedimiento de rebajar más su
arranque que el extremo exterior de las mismas. La orientación de las manos cor-
tadas, colgando con los dedos hacia abajo, más propia de un entorno de cuerpos
mutilados que en una actitud de saludo con los dedos hacia arriba, es la seguida
en la estela funeraria ibérica de El Palao (Alcañiz)20. Sobre el simbolismo cultural
de las manos cortadas, remitimos a la publicación original, donde el tema es mag-
níficamente abordado21.
2) El animal devorador. En la orientación propuesta aparece en disposición
más natural: un ave de gran envergadura y largo cuello, con un ala levantada y la
otra pegada al cuerpo, ambas marcadas por finas incisiones. El animal está dotado
de potentes garras, una mantiene el equilibrio y la otra sujeta la presa para proce-
der, mediante picotazos, al desgarro de los tejidos. Es una lástima que el extremo de
la cabeza y la unión con el brazo humano se hallen tan deteriorados. Desde el pri-
mer trabajo se ha venido considerando un grifo22 debido a la disposición tubular
del cuello, atribución unánimemente aceptada en la bibliografía. En nuestra opi-
nión bien pudiera tratarse de un buitre, captado con gran realismo y resuelto con
mucha mejor traza que los tres ejemplares incisos de la mencionada estela de El
Palao. Estos animales, al carecer de dientes, cuando estiran los miembros, suelen
vacilar en su equilibrio, aspecto que resuelven elevando las alas a modo de balan-
cín, como aquí parece reflejarse, y poseen largos cuellos y potentes garras. Buitre y
grifo comparten el simbolismo psicopompo, transportador al más allá de las almas
de los guerreros muertos23. El grifo es un monstruo equiparable por sus funciones
al buitre; el hecho clave del rito de la exposición radica en que el buitre sólo se ali-
342
20. MARCO, F., «Nuevas estelas ibéricas de Alcañiz (Teruel)», Pyrenae, 12, Barcelona, 1976, pp. 73-90; en
especial pp. 76-77 y lám. II, 1.
21. MARCO, F. y BALDELLOU, V., «El monumento ibérico de Binéfar...», 1976, pp. 110-113.
22. MARCO, F. y BALDELLOU, V., «El monumento ibérico de Binéfar...», 1976, pp. 113-114.
23. MARCO, F. y BALDELLOU, V., «El monumento ibérico de Binéfar...», 1976, pp. 114-115.

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menta del caído en combate24 y el grifo puede ser un elemento simbólico protector
de tumbas.
3) La inscripción central. Fue el primer elemento que nos llevó a dudar de la
orientación convencional. Las tres letras conservadas: ]´ske´r. corresponden a un
final de palabra, que al girar el monumento se leen en posición natural. En las fases
iniciales de algunas culturas epigráficas no es extraño que la inscripción se disponga
en espiral, comenzando por un extremo y prosiguiendo hacia el centro. De esta
forma, algunas partes de la misma quedan así, inevitablemente, de cabeza para
abajo. Este fenómeno es visible en las estelas del sudoeste peninsular y, sin preten-
der ser exhaustivos, se aprecia con claridad en las estelas portuguesas de Fonte Velha
(Bensafrim, Lagos) y Ourique25. Sin embargo, hay que matizar que se trata de ins-
cripciones incisas, ejecutadas sin la seguridad técnica de La Vispesa. Aquí el lapicida
—o, con más propiedad, escultor— trazó con firmeza unas letras de 6 a 6,5 cm de
alto, que pacientemente fue dejando en relieve. Parece muy extraño, con semejante
esfuerzo y en tales circunstancias, ejecutarlas de cabeza para abajo.
De aceptarse nuestra propuesta, la inscripción larga queda ahora a la derecha
de la cara frontal y debe leerse de abajo a arriba, no como hasta ahora de arriba a
abajo. En el estado actual de conservación del monumento es imposible saber si la
inscripción era simétrica y si ocupaba también el margen izquierdo, caso probable;
tampoco es fácil determinar si formaba una «hache» o si proseguía por alguno de
los márgenes superior o inferior. Mucho más difícil es orientar el sentido de la lec-
tura, a pesar de que las palabras aparezcan separadas por uno, dos o tres puntos.
Siempre se ha leído de un tirón el lado vertical y se ha considerando separado el
tramo horizontal, debido, entre otras cosas, a su gran deterioro. La realidad es que
justo en el punto de unión de ambos renglones converge una separación de pala-
bras, el único caso conservado con tres puntos en el tramo vertical. Nada impide
considerar que el fragmentado texto central continuase por el margen superior dere-
cho, mientras que el margen inferior corresponda a otra parte del discurso, inicia-
do en un punto que se ignora. En cualquier caso la cuestión no parece fácil de resol-
ver. Hay, por consiguiente, dos posibilidades de lectura:
A) Solución propuesta por Untermann26:
(a) ]tan.o´rkeikelaur.ekisiran.neitin[
(b) ]´ske´r.
B) Alternativa que en ningún caso consideramos definitiva, y que conduciría
a leer:
(a) ]tan.o´rkeikelaur.
(b) ]´ske´r.ekisiran.neitin[
24. SOPEÑA, G., Dioses, ética y ritos. Aproximaciones para una comprensión de la religiosidad entre los pueblos
celtibéricos, Zaragoza, 1987, pp. 119-120.
25. MALUQUER DE MOTES, J., Epigrafía prelatina..., 1968, Fonte Velha: n. 305 y lám. XVIII; Ourique: n. 314
y lám. XVII.
26. MLH III, p. 175.
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4) El fragmento conservado del registro inferior. Se trata de un sector del
monumento muy deteriorado. Desde un principio se observó una figura circular
que, pese a su erosión, alcanzaría en sus bordes un relieve ligeramente más alto que
el resto de los motivos, para proseguir con una suave depresión en el centro.
Tradicionalmente se ha considerado un escudo circular, una caetra. En la nueva
posición aparece por la parte superior una lanza de la que también sobresale el
relieve del elemento central, que no parece ser otro que una mano que la sujeta. En
la reconstrucción tradicional no tenía ningún sentido todo ello. Durante la inspec-
ción ocular que realizamos en el Museo de Huesca nos pareció ver el negativo de un
brazo, cuyo relieve ha desaparecido pero que ha dejado una tenue marca que per-
mite seguir su contorno entre la superficie alisada, en particular en la zona de unión
con el escudo. Hemos sugerido al Sr. Ramón Álvarez que acentuara intencionada-
mente ese detalle. Lo mismo hemos realizado con un pequeño muñón que sobre-
sale del escudo por la parte superior, justo en el punto de rotura. La interpretación
parece ahora más clara: puede corresponder a una cabeza y estaríamos delante de
un guerrero armado con escudo redondo que blande una lanza —¿con el brazo
derecho?— por encima de la cabeza no conservada y que miraría a la izquierda, al
centro de la escena.
Hasta aquí la parte que damos como probable, pero hay otro elemento más
difícilmente asegurable. En el extremo inferior de rotura, aproximadamente a la
altura de los dos puntos que separan las palabras inferiores del registro vertical,
parece apreciarse otro muñón. Por su posición bien podría tratarse del extremo de
la cola de un caballo, dispuesta muy cerca del festón del límite. Que las figuras ocu-
pan en ocasiones el campo icónico dispuestas casi a tocar el margen del mismo es
demostrable por los dos dedos pulgares de las manos superiores, por un brazo del
cuerpo troceado y por el regatón de la lanza del propio guerrero. Pero la interpre-
tación del muñón es sumamente arriesgada, pudiendo corresponder a cualquier
elemento. Y, sin embargo, el combate desde el caballo no sería nada extraño; por el
contrario, sería muy apropiado para la exaltación militar que transmite todo el monu-
mento; además, se dispone del espacio posible para ello, que contaría con paralelos
en la tan citada estela de El Palao.
Expuestas nuestras observaciones, el monumento aparece ahora en una posi-
ción inédita, y con una temática que obtiene algo más de coherencia. Por ello que-
remos añadir cuatro observaciones menores.
En primer lugar hay una evidente exaltación de las manos cortadas o manos
trofeo de los enemigos muertos. Junto a ella se ha sugerido la posibilidad de las
cabezas cortadas27. Este extremo, aunque no imposible, debe reconocerse que no
cuenta con un soporte tan evidente. La discusión procede del cuerpo humano sec-
cionado y en parte devorado por el animal carroñero; la figura, ciertamente, carece
de cabeza. No obstante, este sector coincide con una de las mayores roturas del
monumento, que también se lleva por delante el extremo final de los dedos índice
y corazón de la mano situada inmediatamente encima (fig. 1). La parte posterior
del cuerpo humano posee el arranque del cuello y, en nuestra opinión no se puede
concluir si fue representada decapitada o si ello se produjo durante la destrucción
moderna. El cuerpo yacente a la derecha de la mano exenta ha sido trazado con el
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27. MARCO, F. y BALDELLOU, V., «El monumento ibérico de Binéfar...», 1976, p. 112.

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correspondiente extremo amputado, pero conserva la cabeza, casi a tocar de la
mano exenta. El registro inferior disponía del espacio justo para albergar una cabe-
za, si se apura, hasta casi tocar los dedos de la mano. No podemos decantarnos por
un extremo u otro.
En segundo lugar, resaltamos el fuerte sentido compositivo del monumento.
La cara lateral es muy elocuente, hay una simetría y disposición calculada en la plas-
mación de las manos. Esa misma idea se aplica a la cara frontal: cada elemento
ocupa un lugar determinado, y el cuerpo seccionado es utilizado como un ingenio-
so recurso visual para facilitar la progresión de la escena en su esquina: la mitad
inferior corresponde a la visión horizontal, mientras la porción superior conduce a
elevar la vista, para captar el animal carroñero, transportador de las almas y, ya más
arriba, se nos da cuenta del número de manos capturadas, dos o quizás más. No
sería extraño que al giro de la escena siguiese el giro del campo epigráfico que
hemos considerado de forma alternativa, aunque no concluyente, y donde el regis-
tro central rompería la unidad del discurso vertical, dispuesto en este sentido por
motivos compositivos generales mejor que por una necesidad imperiosa de la lec-
tura. Es posible que el centro de la escena superior fuera el resultado de un comba-
te: el campo con los guerreros muertos. En la estela de El Palao también forman el
centro iconográfico, pero allí con un solo difunto, no como aquí. Mientras, el regis-
tro inferior podría ser la plasmación del propio combate. Hay un sentido visual que
se complementa con la lectura desplazada al margen de las escenas. Por ello el
monumento se percibe en sentido ascendente y no se lee, como las estelas epigráfi-
cas ibéricas o romanas, en orden descendente. Comenzado por la parte inferior se
nos daría cuenta del combate y, ya más arriba, de su resultado. En esta conjetura
tomaría sentido que la inscripción inferior se detuviese justo en el centro.
La disposición es afín a las estelas de El Palao y a la de Palermo (Caspe)28,
ambas carecen de inscripción, contienen varios registros, profusión de orlas y lan-
zas en la parte inferior29, justo al contrario que las estelas epigráficas, que albergan
esos motivos en la parte superior o indistintamente. La contemplación de estelas
sólo decoradas pasa por elevar la vista, desde temas repetitivos a la escena principal:
un combate o un jinete armado, según el caso. La Vispesa, con una mayor comple-
jidad, parece reunir de forma separada ambos temas, mientras que en El Palao pre-
domina una circularidad de los elementos, que simplifica tanto los detalles del
combate como de su final, con jinete victorioso, enemigo caído, mano cortada y
animales carroñeros incluidos, todo dispuesto de una forma rudimentaria, en con-
sonancia con una técnica —la incisión— más sencilla. En La Vispesa no sólo se ha
dado un salto adelante, mediante el pase al bajorrelieve, también, o quizás debido
al empleo del nuevo recurso, se ha previsto un orden para cada cosa. Las orlas se
han substituido por letras en relieve y se ha separado el combate o la parada del
campo de batalla.
28. MARCO, F., Las estelas decoradas de los conventos caesaraugustano y cluniense, Institución «Fernando el
Católico», Zaragoza, 1978, fig. 33.
29. MARCO, F., «Nuevas estelas ibéricas...», 1976, p. 80: recoge la posibilidad de reunir los frags. 1 y 4 en
una única estela.
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Conectada con la idea anterior debe exponerse otra observación: las figuras se
disponen lo más juntas posibles: las manos y la lanza casi tocan el marco, el cuer-
po mutilado se ubica a tocar la mano y el buitre o grifo come en un brazo. Pero no
por ello se observa el horror vacui que acompaña a muchas representaciones cerá-
micas, si se entiende por este concepto rellenar la escena con elementos superfluos
en los intersticios. Esta observación puede extenderse al resto de estelas figuradas.
La cara central no permite apreciarlo bien, pero el fragmento de los caballos, que a
continuación comentaremos, representa una escena dejando amplios espacios
libres entre los équidos.
La última observación procede de la cara lateral. Cabe preguntarnos por qué el
enmarque contiene tantas molduras. En nuestra opinión, se intentó conseguir un vis-
toso efecto, en parte fallido quizás por impericia, y en parte poco apreciable por la
erosión actual: la moldura de enmarque central es algo redondeada, pero sin llegar a
la calidad de la que separa las escenas de la cara frontal. De esta forma tendríamos el
marco exterior plano, la moldura central redondeada y la interior nuevamente
plana30. En la sección (fig. 2), que pasaría a la altura de los dedos de una de las manos
laterales y del cuerpo que estaría siendo devorado en la otra, se ha acentuado inten-
cionadamente ese detalle para que se pueda apreciar en toda su dimensión.
346
30. MARCO, F. y BALDELLOU, V., «El monumento ibérico de Binéfar...», 1976. En la p. 102: se propone una
doble moldura lisa.
FIG. 2. Sección aproximativa del relieve n.º 1; a la derecha la cara frontal
(dibujo de Ramón Álvarez).

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Relieve n.º 2: grupo de los caballos (D.12.2)
Tres fragmentos mayores unidos, de arenisca algo más oscura que los del n.º 1.
Mide unos 0,8 m de alto, pero sólo conserva decoración en 0,69 m de alto y 0,44 m
de ancho. El grueso conservado es muy irregular: entre 0,10 y 0, 18 m (fig. 3)31.
No es fácil saber si esta pieza corresponde a la parte posterior del mismo
monumento. La coloración de la piedra, algo más oscura, parece indicar que no,
pero este efecto puede deberse a muchos factores. V. Baldellou nos comentó que el
hallazgo original contenía un único bloque y bien pudiera corresponder a la cara
posterior. Por nuestra parte sólo queremos hacer notar el festón redondeado del
extremo inferior, muy parecido al que enmarca los temas de la cara frontal. La pre-
sentación actual de la pieza, junto a una pared del Museo, nos impide realizar la
correspondiente sección, aunque advertimos que ésta poco aportaría al caso, al tra-
tarse de un contorno roto con gran irregularidad, al igual que el extremo superior
de la cara frontal, que ha perdido todo relieve.
La escena contiene dos caballos al paso, con detalles de las correspondientes
bridas, cuyos extremos sobrepasan un objeto vertical terminado en punta y con ins-
cripción incisa. Sendos équidos están resueltos, como en su momento se indicó
para las manos, siguiendo un mismo patrón: las patas del costado izquierdo pose-
en menos relieve para dar sensación de profundidad, la cola aparece separada y se
marcan las pezuñas mediante recortes. Detalles como ojos y boca se resuelven con
hendiduras, y la incisión ayuda a destacar crines y contornos de la cabeza. El boca-
do ha sido realizado con detalle, sin disponer de discos ni otros elementos decora-
tivos en el cabezal. De la brida surge una correa de unión curvada que corta,
mediante profunda incisión, el elemento vertical, dando la sensación de pasar por
encima, y prosigue en el otro extremo en otros dos caballos afrontados32; de ellos
es perfectamente visible el arranque de la cabeza del animal inferior, muy afectado
por la erosión, en particular en el bocado.
Obsérvese como la pata anterior derecha del caballo inferior casi toca el con-
torno, al igual que el indescifrable elemento vertical terminado en punta. Este obje-
to puede tratarse del extremo aguzado de una espada recta, de un estandarte o del
vástago —¿del tiro de un carro?— que, aunque desproporcionado en tamaño, reco-
gería la idea de la victoria y, quizás, de unos caballos capturados al enemigo. Como
ha señalado Javier de Hoz, la epigrafía producida por los iberos sobre armas, a pesar
de su fama de belicosos, se reduce a una falcata de procedencia desconocida y a un
casco con inscripción meridional hallado en Pozo Moro33.
La temática de los caballos afrontados no es desconocida en el mundo ibérico,
por ejemplo en el relieve de Villaricos (Almería) aparecen con tratamiento muy afín
a La Vispesa. Pero en esa obra meridional, para la que se ha propuesto una crono-
logía de los siglos III-II a. C., preside la escena un personaje bifronte sentado sobre
31. Una excelente fotografía del relieve ya restaurado en BELTRÁN LLORIS, M., Los iberos en Aragón..., 1996,
p. 179.
32. Untermann creyó reconocer un hombre de pie a la derecha del travesaño, MLH III, p. 177.
33. HOZ, J. de, «Escrituras en contacto: ibérica y latina», Roma y el nacimiento de la cultura epigráfica en
Occidente, 1992, Institución «Fernando el Católico», Zaragoza, 1995, p. 60.
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FIG. 3. Vista frontal del relieve n.º 2 (dibujo de Ramón Álvarez).
0
25 cm

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una silla34, que indica una fuerza sobrenatural dominadora o protectora de los
caballos, muy difrente a La Vispesa. Son muchas las citas que hablan de la impor-
tancia capital de los caballos entre los ilergetes, así como de su papel en las batallas
contra los romanos, pero sólo nos extenderemos en una consideración: los 300
caballos que Escipión entregó a Indíbil después de Baecula, formando parte del pre-
sente que los convirtió en reguli socii35, y que indicaría a las claras la apreciación del
caballo entre el botín.
Los équidos de La Vispesa responden a los parámetros generales de la repre-
sentación ibérica en soporte pintado sobre vasos: cuartos superiores de las patas cor-
tos y extremos de tendencia larga. Sin embargo, hay un detalle que los distingue de
la mayoría de representaciones: los extremos finales han sido realizados con trazo
rectilíneo, cuando lo habitual es que sean más o menos curvados, detalle infinita-
mente apreciable en bóvidos, cánidos, cérvidos y, en general, todos los animales
representados de diversas regiones. Los paralelos en la disposición de las extremida-
des rectilíneas se dan en la segunda estela incisa y con jinete lancero hallado en El
Acampador (Caspe) y datada a mediados del siglo II a. C.36, también en la estela de
Palermo, de la misma localidad y en un fragmento cerámico pintado procedente del
subsuelo del Ayuntamiento de Lleida, que data del siglo I a. C.37. El corpus icónico
al norte del río Ebro es todavía muy modesto y resulta prematuro proponer solucio-
nes estilísticas regionales.
Volviendo al elemento vertical, éste contiene una inscripción incisa, que se lee
de arriba a abajo. Los signos miden entre 3,5 y 4 cm. Antes de la restauración
Untermann pudo leer38:
]biloske´re*kieiki.beta**ki[
En la actualidad parece haber sufrido un cierto deterioro la parte superior, que
afecta al signo inicial bi, algo borrado en su extremo final, y en particular al segun-
do signo l, que nosotros no hemos alcanzado a ver por coincidir con la zona de
unión de los fragmentos, y que damos por perdido; afortunadamente Untermann
lo recogió. El resto de signos, excepto el tercero, se conserva igual al momento de
su estudio. Ese tercer signo constituye para nosotros un enigma, puesto que corres-
ponde a un sector bien conservado de la inscripción, que en nada resultó afectado
por la restauración. Se trata, desde luego, de la vocal o, pero no acertamos a ver la
forma compleja, cerrada por arriba, que reproduce Untermann39. Después de obser-
varlo atentamente, descartamos una erosión posterior, y nos parece ver una solu-
ción «hachemorfa» con el tramo central inclinado.
34. AA.VV., Los iberos, príncipes de..., 1998, n. 208 del catálogo, con la bibliografía correspondiente.
35. Polib. 10, 40.
36. MARTÍN-BUENO, M. y PELLICER, M., «Nuevas estelas procedentes de Caspe (Zaragoza)», Habis, 10-11,
Sevilla, 1979-80, fig. 2. Para la estela rematada en león los autores proponen una fecha de inicios
de siglo II a.C. y, según consideraciones estilísticas, para la que nos ocupa, que es anepigráfica, una
fecha algo posterior. Más recientemente se ha propuesto para la primera estela el siglo III a. C.:
BELTRÁN LLORIS, M., 1996, Los iberos en Aragón..., p. 183.
37. JUNYENT, E. y PÉREZ ALMOGUERA, A., El Museu de La Paeria, Ajuntament de Lleida, 1983, p. 28.
38. MLH III, p. 177.
39. Untermann no da la letra por segura, indicando que quizás se trata de una «o» con una línea trans-
versal cruzada, sobre la cual fue hecho un rectángulo de contornos redondeados y un claro perfil
irregular, MLH III, D.12.2.
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Recientemente se ha propuesto la o hachemorfa como el estándar de forma
clásica, siendo las restantes formas más «adornadas» soluciones antiguas, que no
parecen superar los inicios del siglo II a. C., en yacimientos tales como Tivissa, Liria,
Orleyl, Ullastret y Peña del Moro. J. Rodríguez Ramos afirma que «una excepción
podría ser o-5 si es que realmente aparece en la estela funeraria de Binéfar, y salvo
si dicha inscripción fuese de inicios o primera mitad del siglo II»40. Del examen
directo de la inscripción podemos deducir que tal excepción puede descartarse, lo
que confirmaría la hipótesis de Rodríguez Ramos.
De comparar ambas inscripciones entre sí, sale perdiendo D.12.2, mucho más
simple que D.12.1. No obstante, las incisiones se han realizado con cierta profun-
didad —hoy deteriorada— y sin sobrepasar nunca el registro. El trazo de los signos
presenta similitudes paleográficas entre los dos epígrafes, p.e. la resolución de cabe-
za redondeada de la r líquida ´r, el final alargado de la i, el contorno serpentiforme
de la s, o, según nuestra opinión, la resolución hachemorfa con travesaño inclina-
do de la o. Ambas inscripciones comparten el mismo horizonte epigráfico y nada
autoriza a suponer que D.12.2 pueda ser más tardía. Para D.12.2, quizás al adap-
tarse a un registro muy estrecho, se desestimó una difícil ejecución en relieve, sólo
factible para letras de gran tamaño, y se optó por la incisión. Aquí también la escri-
tura se subordina, con claridad, a la imagen. Todas estas observaciones nos llevan a
la pregunta de la datación.
Segunda propuesta: la datación paleográfica
En su día A. Beltrán ya reconoció el paralelo de la letra ke con las monedas más
antiguas de Tarraco, pero consideró el detalle como un arcaísmo en La Vispesa, para
concluir, un tanto sorprendentemente, que el epígrafe y el monumento debían
datarse en la segunda mitad del siglo I a. C.41. F. Marco y V. Baldellou, después de
analizar el problema con detalle y traer a consideración los materiales hallados en
superficie, algunos altoimperiales, ampliaron el margen cronológico entre la segun-
da mitad del siglo II a. C. y el cambio de Era42.
La paleografía no es una ciencia exacta puesto que en el quehacer humano
intervienen muchos factores, pero en el caso que nos ocupa, las evidencias se agol-
pan sobre la mesa. La a-3 cerrada a media altura y redondeada, la be abierta en su
extremo, la ´r-5 redondeada y con extremo inferior, la s-3 curvada y, en especial la
ke-9 redondeada y con trazo central, o son todas antiguas, o corresponden a un esti-
lo arcaizante en extremo. Todos estos signos encuentran eco en la inscripción sobre
plomo de El Solaig (Betxí, Castellón)43, un poblado ibérico de fase única, violenta-
mente destruido por incendio en época indeterminada, pero anterior a 150 a. C. J.
Rodríguez Ramos, después de comparar el plomo con las inscripciones de Liria,
llega a la conclusión que, paleográficamente, cubre el lapso temporal entre 180 y
350
40. RODRÍGUEZ RAMOS, J., «Primeras observaciones para...», 1997, p. 16.
41. BELTRÁN, A., «La inscripción ibérica de Binéfar..», 1970, p. 522.
42. MARCO, F. y BALDELLOU, V., «El monumento ibérico de Binéfar...», 1976, p. 115.
43. MLH III, F.7.1, pp. 371-372.

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150 a. C.44 y se acerca más a la primera fecha. El texto de El Solaig, a pesar de su
extensión, no contiene ninguna o, ni hachemorfa ni de otro tipo.
Carece de sentido seguir manteniendo una datación muy baja para La Vispesa,
aunque comparta con los bronces celtibéricos la o hachemorfa, porque le separa un
abismo en la resolución de los restantes signos. Quizás nuestra propuesta, en este
sentido, peque de arriesgada, pero igual que proponemos dar la vuelta a la icono-
grafía, tal vez debamos hacer el mismo ejercicio mental con el concepto de «arcai-
zante» que pesa sobre La Vispesa. En su lugar deberíamos considerar que puede tra-
tarse de una inscripción antigua y singular, quizás el más antiguo epígrafe ibérico
largo de Aragón45, que recibe fuertes influjos edetanos, mejor que del litoral catalán
y que, paleográficamente, va a contener los elementos que más tarde se encontrarán
en el mundo celtibérico, tanto en Botorrita como en Luzaga. Con un razonamien-
to así, los datos encajan mejor desde un punto de vista paleográfico y, por supues-
to, histórico.
¿Hasta cuándo debemos remontar la inscripción? Existe una moneda guarda-
da en la Bibliothèque Nationale de France, un unicum, que alterna metrología de drac-
ma con tipología de denario, de excelente factura y con la leyenda ilti´rke-´sali´r-
ban acompañada del tema de jinete armado con escudo y lanza, sin paralelos entre
la caballería ibérica, pero con fuertes semejanzas en modelos suritálicos. La pieza
puede fecharse entre 195 y 180 a. C. Corresponde a Iltirka y se ha propuesto a
Tortosa como la mejor identificación46; de ser cierto estaríamos dentro del valle del
Ebro y tendríamos un referente en relieve, como es una moneda bien fechada, y
donde la ejecución de la ´r y la a encuentran sintonías con La Vispesa, mientras que
la ke, la ti, e incluso el trazo desmesurado de la i no andan muy lejos. En cualquier
caso, los denarios de Iltirta que se fechan en el período 180-130 a. C. ya han adop-
tado la r de forma romboidal y corresponden a otro horizonte paleográfico. Son las
monedas con lobo que se fechan a finales del siglo III a. C. las que contienen la r
como en La Vispesa e, inclusive, la i desmesuradamente alargada47. Y la s serpenti-
forme puede hallarse en la ceca oscense de Sesars, para la que se ha propuesto una
cronología de mediados del siglo II a. C.48. Este tipo de s constituye la variante s-3
de Rodríguez Ramos que no parece sobrepasar el 175 ó el 150 a. C. descontada, una
vez más, la supuesta posición arcaizante de La Vispesa49.
En resumen, el monumento de La Vispesa posee todos los elementos para ser
fechado en la primera mitad del siglo II a. C., en sentido amplio, y con mayor pro-
babilidad en sus decenios iniciales que finales. Esta propuesta acerca el monumen-
to al horizonte de la represión catoniana o, cuando menos, a la progresión romana
44. RODRÍGUEZ RAMOS, J., «Primeras observaciones para...», 1997, pp. 25-26 y cuadro en la p. 23.
45. BELTRÁN LLORIS, F., «La epigrafía como índice de aculturación en el valle medio del Ebro» (s. IIa.e.-
IId.e.), 1993; UNTERMANN, J. y VILLAR, F. (eds.): Actas del V Coloquio sobre lenguas y culturas prerroma-
nas de la península Ibérica, Universidad de Salamanca, 1989, p. 247: «hasta la fecha no hay constan-
cia de inscripciones sobre soporte duro anteriores al s. II a. C. en la cuenca media del valle del Ebro».
46. VILLARONGA, L., Corpus Nummum Hispaniae ante Augusti Aetatem, Madrid, 1994, n. 36,1. También
AA.VV., Los iberos príncipes de..., 1998, n. 146 del catálogo y p. 281.
47. VILLARONGA, L., Corpus Nummun..., 1994, p. 176.
48. VILLARONGA, L., Corpus Nummun..., 1994, p. 209.
49. RODRÍGUEZ RAMOS, J., «Primeras observaciones para...», 1997, p. 18.
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en el valle del Ebro que acontece en la primera mitad del siglo II a. C., y para la que
no escasean las noticias de conflictos bélicos. El monumento sería también el vesti-
gio arqueológico más antiguo por ahora localizado en La Vispesa, porque el comien-
zo del hábitat de su cima se fecha a finales del siglo II a. C., con una continuidad
manifiesta en el primer tercio del siglo I a. C. y un decrecimiento, a juzgar por la
presencia de las cerámicas, pasado el cambio de Era, aunque se prolonga hasta
época julio-claudia y flavia50. Debemos recordar que los relieves parece que fueron
descubiertos en la base del cerro, seguramente ya desplazados de antiguo, por lo
que su presencia en un yacimiento algo más tardío sería posible.
Tercera propuesta: la interpretación histórica
La singularidad del monumento condicionó, desde un principio, la finalidad
del mismo51. Existían varias posibilidades, un monumento funerario colosal o un
monumento religioso52, aislado o formando parte de algún edificio, para el que
parecía existir un lejano eco en construcciones heroico-religiosas del sur de la Galia,
argumento sin paralelos en la región.
De valorarse una finalidad religiosa debe admitirse que las escenas contenidas
carecen de sentido astral, germinador, salutífero o cualquier otra abstracción cós-
mica. Armas, guerreros, caballos, manos cortadas y cuerpos mutilados remiten a un
simbolismo militar rotundo. La única posibilidad religiosa es que estuviera dedica-
do al dios de la guerra. Esa posición ya fue brillantemente argumentada en su día
por A. Beltrán53 y después ampliada por F. Marco y V. Baldellou54. La clarísima lec-
tura de neitin[ en el epígrafe incluso permitía ponerlo en relación con la mención
del dios de la guerra Neto de las fuentes literarias55.
No obstante, esa asociación no deja de ser una suposición de afinidad fonéti-
ca que en ningún caso ha podido confirmarse. Que el nombre personal Neitin nada
tenía que ver con la deidad ya lo sospechaba J. Siles56, debido a la presencia de un
Neitimbeles57 en una inscripción de Tarrasa, de un Neitiniunstir en un rython de
Ullastret58 y de un Neitikeru en el plomo 3309 hallado asimismo en Ullastret59. Se
352
50. DOMÍNGUEZ, A. y MAESTRO, M.ª E., «Contribución al estudio....», 1987, p. 166.
51. «No puede considerarse estela en modo alguno», MARTÍN-BUENO, M. y PELLICER, M., «Nuevas este-
las...», 1979-80, p. 416.
52. Definido como un «monumento conmemorativo religioso» BELTRÁN LLORIS, M., «Fenicios, griegos e
iberos», en CANELLAS, Á. (dir.): Aragón en su Historia, Caja de Ahorros de la Inmaculada, Zaragoza,
1980, p. 51.
53. BELTRÁN, A., «La inscripción ibérica de Binéfar...», 1970, p. 518: «no necesariamente sepulcral».
54. MARCO, F. y BALDELLOU, V., «El monumento ibérico de Binéfar...», 1976, p. 115.
55. MARCO, F. y BALDELLOU, V., «El monumento ibérico de Binéfar...», 1976, pp. 108-109; SOPEÑA, G.,
Dioses, ética y..., 1987, p. 48.
56. SILES, J., Léxico..., 1985, p. 270.
57. CIL II, 6144 = IRC 73: TITINIAE P(ubli) F(iliae)/ BASTOGAVNINI/ M(arcus) LICINIVS/ NEITIMBE-
LES/ CONIVGI. Por sus características paleográficas debe considerarse el epitafio más antiguo de
Egara, a más tardar de época de Augusto o quizás del final del período republicano. Fabre, G.; Mayer,
M.; Rodà, I., Inscriptions romaines de Catalogne I, Boccard, París, 1984.
58. MLH III, C.2.8.
59. MLH III, C.2.3.

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trata de un nombre personal ibérico muy difundido por el nordeste peninsular. Por
si quedaban dudas, en 1994 apareció una lápida en Guissona (Lleida) donde se
puede leer neitinke/ subake·e·n·tako60, que viene a reforzar, aún más, la suposi-
ción de Neitin[ como nombre personal.
Cuando apareció el monumento flotaba en el ambiente intelectual de la
época, la belicosidad de las tribus prerromanas del valle del Ebro, el monumento
sería su prueba arqueológica. Dos décadas después avanza a pasos de gigante la
percepción de un mundo gobernado por elites aristocráticas, causante de una exal-
tación militar para la que, desde cierto momento, Roma toleraría las monedas con
letrero ibérico, cabeza masculina de héroe y jinete61. La interpretación funeraria ha
ido ganando adeptos en los últimos años, a pesar de recientes defensores de la
posibilidad religiosa62 y los relieves han pasado a definirse como un «monumento
con simbología funeraria»63. La singularidad de la señal funeraria de La Vispesa es
tal que no encuentra sitio en los esquemas clasificatorios más recientes, puesto que
supera en mucho a una lápida convencional64, pero viene a ser algo así como una
estela colosal, un monumento en el sentido literal de la palabra, propio de un
notable aristócrata local. Podemos resumir esa idea citando textualmente a
Francisco Beltrán Lloris, quien ya la había formulado, antes incluso de conocer el
Neitinke de Guissona: «nos encontraríamos ante las tumbas de miembros de las
elites locales, que bajo pleno dominio romano, se autorrepresentan como guerre-
ros»65.
Conclusiones
Las observaciones del monumento ibérico de La Vispesa nos permiten cues-
tionar la orientación tradicional y, en su lugar, proponer una restitución que supon-
ga, para el relieve principal, un giro de 180° respecto a su presentación tradicional.
Con ello recobran su posición natural la inscripción central, las manos cortadas, el
supuesto grifo —que a su vez es cuestionado como un buitre captado con gran vive-
za— y lo que parece intuirse como el extremo de un guerrero armado con escudo y
blandiendo una lanza o jabalina. De esta forma, la inscripción vertical pasa a leer-
se de arriba a abajo, y no es tan segura su comprensión seguida, pudiendo estar
60. GUITART, J. y PERA, J., «Noticia preliminar sobre una inscripció ibèrica trobada a Guissona (Lleida)»,
Revista d’Arqueologia de Ponent, 4, Lleida, 1994, pp. 261-262.
61. ALMAGRO GORBEA, M., Ideología y poder en Tartessos y el mundo ibérico, Real Academia de la Historia,
Madrid, 1996, pp. 118-128.
62. DOMÍNGUEZ, A. y MAESTRO, M.E., La Vispesa, foco de..., 1994, p. 15. Destacan los restos constructivos
«y a falta de otras pruebas arqueológicas más concluyentes creemos que resulta difícil seguir man-
teniendo la vinculación de la ‘estela’ con el mundo funerario. Quizás formaría parte de un edificio
singular de época ibérica, posiblemente de tipo religioso».
63. BURILLO, F., Los iberos en Aragón..., 2000, p. 60.
64. IZQUIERDO, I. y ARASA, F., «La imagen de la memoria. Antecedentes, tipología e iconografía de las este-
las de época ibérica», Archivo de Prehistoria Levantina, XXIII, Valencia, 1999, pp. 259-299. Los auto-
res consideran las estelas en sentido estricto.
65. BELTRÁN LLORIS, F., «La escritura en la frontera. Inscripciones y cultura epigráfica en el valle medio del
Ebro», Roma y el nacimiento de la cultura epigráfica en Occidente, 1992, Inst. «Fernando el Católico»,
Zaragoza, 1995, p. 178.
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subordinada a la inscripción central. El sentido visual del monumento es progresi-
vo, y va de la parte inferior a la superior.
El segundo relieve, con temática de caballos, no aporta novedades significati-
vas, excepto la posible corrección de forma —que no de contenido— de la tercera
letra de su inscripción. En nuestra opinión, este relieve pudo formar parte de la cara
posterior del monumento. Haciendo un ejercicio de abstracción, tendríamos la
temática del desfile o mejor del combate en la cara inferior central, la del campo de
batalla con cadáveres y amputaciones en el registro inmediatamente superior; la
contemplación lateral recordaría las manos cortadas y, quizás, en uno de los regis-
tros posteriores se evocarían —¿mediante armas?— y caballos, los elementos que
sustentan el poder del aristócrata o, quizás, el botín obtenido en el combate.
Frente a las dataciones excesivamente bajas, de segunda mitad del siglo II a. C.
al cambio de Era que se venían proponiendo y, a pesar de la imprecisión de un aná-
lisis paleográfico, los paralelos más directos nos remiten a un ambiente que, si
supera el prejuicio arcaizante, nos lleva inequívocamente a la primera mitad del
siglo II a. C. Esos mismos paralelos apuntan a fuertes influencias del mundo edete-
tano, a inscripciones castellonenses y a alguna dracma ibérica antigua, para la que
se ha propuesto una ubicación en el Bajo Ebro y, también, entre las monedas más
antiguas de Kese, Iltirta y Sesars. Apurando las dataciones, se puede sugerir su mejor
ubicación a comienzos que a finales de ese período. Ello convertiría a las inscrip-
ciones de La Vispesa en las más antiguas de Aragón, a excepción, naturalmente, de
las realizadas sobre soportes importados. Desde un punto de vista histórico las eli-
tes ilergetas aparecen proyectadas en toda su viveza, propia del horizonte de la con-
quista romana o inmediatamente posterior, con una obsesiva exaltación militar,
osada incluso en el hecho de experimentar recursos técnicos como el relieve, pro-
pios de la aparición de las primeras monedas y que no van a gozar después de
mucho éxito en la región, al menos en el estado actual de los conocimientos.
En definitiva, estaríamos delante de un monumento genuinamente ibérico,
donde la inscripción es todavía subsidiaria respecto a la iconografía, y no en la baja
época, representada por estelas que, como la de Fraga66, son en realidad inscripcio-
nes conceptualmente romanas escritas en ibérico. El cambio de cronología permite
entender mejor su «rareza»; frente a las numerosas estelas ibéricas posteriores, pues
contamos con muy pocos referentes funerarios de este tipo, con una inversión de
esfuerzo muy acentuada. En estas circunstancias y, por lo que sabemos y cada día
vamos entendiendo mejor a la luz de nuevos descubrimientos, el sentido funerario
relacionado con las aristocracias locales parece imponerse en detrimento de supues-
tas consideraciones de tipo religioso. ¿Qué efecto debía de producir su contempla-
ción cuando estaba completa e instalada en su lugar de origen? Sin duda, en medio
de toda la crudeza visual reflejada, la inmediatez de su lenguaje conseguía transmi-
tir un mensaje: la evocación de las gestas, grabadas para ser vistas, escritas para ser
leídas, plasmadas en un gran soporte para ser recordadas. Lo conservado, aun sien-
do poco, no deja de ser impresionante.
354
66. GARCÉS, I., «La estela ibérica de El Pilaret de Santa Quitèria (Fraga, Huesca). Una revisión a los cien
años de su descubrimiento», Kalathos, 15, Teruel, 1996, pp. 35-55.
  翻译: