Un día vas al médico, este te pide que tomes asiento, que te pongas cómodo. Entonces, cierras los ojos y para cuando los abres estás en un lugar que desconoces, lugar absolutamente lúgubre, que huele a moho, que huele a humedad y, sobre todo, a desazón, a algo parecido al abandono de la humanidad.
Tras un breve paseo por tu departamento en el año 2015, esto es justamente lo que experimentas siendo Simon Jarret; de él, no sabemos demasiado más que tuvo un accidente automovilístico quedando con consecuencias cerebrales y que su amiga, Ashley, murió. Este fue el motivo por el cual Simon acudió al doctor que más parecía querer emplear nuevas técnicas de neurociencia con nosotros en vez de una solución más “sutil” o tradicional, si se quiere.

El mundo de SOMA es un mundo de muerte.
De eso no hay duda. Sabemos que algo no anda bien y la música, la gama de colores oscuros, las luces, sombras y tubos sueltos por allí de lo lindo mezclándose de alguna extraña forma con robots y seres humanos o, dicho mejor, quienes hayan sido seres humanos, abundan. Para los fanáticos del sci-fi este juego será una auténtica maravilla, que lo es incluso para el gamer casual que disfruta de una buena aventura.
Si Frictional Games hizo escuelita con Amnesia: The Dark Descent, aquello del nuevo estilo del survival horror, aquel de no poseer ningún elemento con el que defendernos y atacar y en donde solo estamos limitados, o bien a correr, o bien a escondernos, en esta entrega, se vuelve a hacer uso de ello. Hay que decir que la curva de dificultad del juego es de media a fácil, con alguno que otro puzle que nos tendrá varios minutos poniendo a funcionar la lógica, pero si ya la desarrolladora Red Barrels había tomado este mismo concepto de sobrevivencia con Outlast 1 y 2… pues en estos tiempos, digamos, que hoy por hoy así como parece que todos los juegos deben ser de mundo abierto, parece poco realista que el protagonista de un juego que está sumido en el horror de no saber donde está, de estar rodeado de un enemigo desconocido, no sea capaz siquiera de tomar un pedazo de fierro con el que defenderse. Ese tipo de survival horror debe acabar ya, pues está envejeciendo mal.

Las decisiones que debemos tomar en ocasiones ponen en jaque nuestro concepto de la ética, de lo que es bueno y lo malo y, muchas veces en el juego, nos daremos cuenta que lo bueno no es necesariamente lo bueno. Esto es más fácil de comprender a medida que avancemos dentro de la narrativa, y es que es este el elemento fuerte y real de este título. La historia. Sí. La historia nos hace reflexionar sobre quiénes somos realmente, qué hemos hecho con lo que tenemos y qué decidiremos hacer con el yo de nuestro pasado si lo tuviéramos en frente y, mejor aún -o peor aún, según desde donde se lo mire-, qué será de nosotros como consecuencia de haber hecho algo, ó, simplemente, no haber hecho nada y que el transcurso del tiempo siga su curso natural.

SOMA se agarra de varios otros títulos como referencia dando como resultado un algo único. Así, podemos ver que hay pasajes muy gigerianos y algunos de los puzles y diarios se pueden leer a modo de PDA -imaginen una tablet mucho más funcional que las que conocemos ahora- algo que implementó Bethesda con Doom 3 de muy buena forma (así nos iremos enterando del año en el que estamos, del desastre que ha ocurrido y donde estamos… más o menos); también, es posible evidenciar mapeados a lo Alien: Isolation, que salió solo un año antes y otros títulos más visualmente evidentes. Una eminencia.
Si hay algo en lo que quizá se ha quedado corto el título es el apartado sonoro. No es que sea malo de tajo, sino que simplemente pudo haber sido mejor, sobre todo en secuencias de terror, puesto que quizá algunas pistas determinadas colaboran en una sensación de Déjà vu. Sin embargo, en otras ocasiones, la música ayuda precisamente en el sentimiento de agonía y abandono.
SOMA no tuvo la repercusión de Outlast 2 (ambos juegazos) porque los de Frictional Games se atrevieron a experimentar ofreciendo un producto nuevo. Experimento que funcionó.

¿Lo mejor? El final. Brillante.