Este es el primer chiste de mal gusto que se publicó en una red social. También fue el primer intento de censurar internet

Este es el primer chiste de mal gusto que se publicó en una red social. También fue el primer intento de censurar internet

  • Lo ocurrido con Jaime Caravaca no es nuevo, es algo recurrente en la historia de internet

  • El primer chiste de mal gusto marcó el futuro de Silicon Valley respecto a los límites del humor

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Internet Chiste

Mucho antes de la creación de Facebook y Twitter, décadas antes de que los límites del humor volviesen a estar en boca de todos a través de Instagram, un sistema de mensajería llamado Usenet, que podría considerarse la red social primigenia, estaba a punto de publicar un chiste de mal gusto en el peor día posible. Estaba a punto de destapar el primer caso de censura en la historia de internet.

Aquella decisión pretendía establecer ciertos límites respecto a lo que se podía hacer o no en internet y, como suele ocurrir siempre en estos casos, frente a los que defienden que tal vez habría que darle una o dos vueltas a realizar según qué chistes, están los que defienden a capa y espada que para descubrir los límites hay que tener la libertad para poder cruzarlos. Como ya podréis imaginar, la guerra generada no terminó bien.

El primer chiste de mal gusto de la historia de internet

Cuando en internet todo era campo, la principal red de comunicación eran los correos electrónicos, que a menudo se utilizaban para suscribirse a grupos de comunicación en los que se enviaban mensajes sobre temas concretos. A grandes rasgos eran como las redes sociales de hoy en día, pero hacía falta algo que pudiese agrupar todas esas ideas para facilitar que pudieses encontrar el grupo con el que te sintieses más cómodo.

Es una función que termina supliendo el sistema Usenet, un sistema que, apelando a la idea de una red de usuarios, permitía sumarse a grupos concretos en los que se hablaba de tecnología, de las noticias del día, o de cualquier otro tema que pudiese venirte a la cabeza. Una suerte de Reddit primigenio que creció como la espuma y que, como cualquier otra red social con múltiples ideas, también tenía un grupo dedicado al humor llamado rec.humor.funny.

En él, su creador, un usuario llamado Brad Templeton que era muy activo en las conversaciones de Usenet -a él le debemos que los correos electrónicos tengan un punto gracias a un debate de la propia red, sin ir más lejos-, recibía distintos chistes que luego él aprobaba en base a si le habían hecho gracia o no, y los incluía en un listado que su ordenador elegía al azar cada mañana para publicarlos entre los seguidores.

Un 9 de noviembre de 1988, cuando rec.humor.funny llevaba 17 meses en activo y había acumulado una cantidad ingente de chistes automatizados, el ordenador eligió el siguiente chiste: "Un judío y un escocés están cenando juntos. Al final de la cena el escocés dice, yo pagaré. El titular del periódico al día siguiente dice: Ventrílocuo judío encontrado muerto en un callejón". Aquella noche, entre el 9 y el 10 de noviembre, la comunidad judía se enfrentaba al aniversario de la Kristallnacht, la noche de los cristales rotos.

Entre la censura y la libertad de expresión

No fueron pocos los que se sintieron ofendidos no sólo por el chiste en sí, sino también por el momento en el que se había publicado, pero el primero en levantar la voz sobre lo ocurrido fue Jonathan Richmond, un británico del MIT que buscó apoyo entre la comunidad de Usenet para intentar que aquello no volviese a repetirse. Lejos de abrazarse su propuesta, fue ridiculizado por querer censurar internet.

Mientras estaba de paso por Waterloo, la ciudad canadiense en la que Brad Templeton estudiaba en la universidad, y donde había nacido la red valiéndose de los servidores de la facultad, Richmond contactó con una periodista local para dar a conocer la historia, y ella publicó un artículo en el que criticaba a la Universidad de Waterloo por permitir chistes racistas.

"Aunque estaba abordando el tema con ojos de reportera, prestándole la atención adecuada a todos los lados de la historia, chistes como esos me hicieron sentir marginada y denigrada. En los medios de comunicación convencionales, si algo no te gusta, puedes quejarte ante algún organismo que los regula, pero aquello era como el Salvaje Oeste".

Tras el ruido generado, la universidad suspendió la cuenta de Templeton, pero fue entonces cuando la comunidad de Usenet se unió para apoyarlo y varios usuarios se ofrecieron para alojar rec.humor.funny y que el envío diario de chistes pudiese continuar bajo el lema de que "internet era incensurable". Lo ocurrido en la Universidad de Stanford, en la California que estaba viendo el nacimiento de Silicon Valley, terminó de afianzar esa idea.

La respuesta de Silicon Valley y los ingenieros de internet

A 4.500 kilómetros de allí, en la soleada California, la Universidad de Stanford se enfrentaba a otro problema similar. Tras una charla en la que se debatía sobre si Beethoven tenía ascendencia africana, dos estudiantes ridiculizaron a uno de los afroamericanos que defendía aquella postura pintando rasgos estereotipados sobre una imagen del músico y colgándola en la puerta de su dormitorio.

La universidad expulsó a los dos estudiantes y se inició un debate interno en el que las marchas reclamando la libertad de expresión chocaban con quienes defendían que aquellos estereotipos raciales no tenían cabida en un lugar que apostaba por la inclusión y el progreso. Y en medio de todo aquello, llegó el chiste de Templeton a sus correos, y su posterior cobertura mediática.

Halt Catch Fire

Tras varias semanas de debate interno, la Universidad de Stanford anunció que también prohibiría la página de Brad Templeton en la red de la facultad. El centro alegaba que la libertad de expresión no podía quedar por encima de tratar a las personas como una caricatura en vez de como un individuo. A John McCarthy, profesor de la facultad y padre fundador de la inteligencia artificial tan en boca de todos hoy en día, la idea no le gustó en absoluto.

Tras recabar cientos de firmas, pronunció un discurso en el que aseguraba que se estaban "explorando la vanguardia de la informática" y que para ello necesitaban "descubrir los límites del sesgo de la libertad de expresión topándonos con ellos. O cruzándolos". La Universidad de Stanford se vio obligada a revertir la prohibición de la página de Templeton, y aquél debate sobre libertad frente a libertinaje nos entregó el internet que tenemos hoy.

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