Pese a que la construcción de la Sagrada Familia de Barcelona parece vislumbrar su final a la vuelta de la esquina, lo cierto es que hablar del proyecto de Gaudí en su totalidad va más allá de la estructura del monumental templo de la Ciudad Condal. El problema es que, para terminar la obra tal y como la ideó el genio de la arquitectura, hay que llevarse por delante dos manzanas de edificios y a todos sus residentes.
Se estima que para construir la escalinata de la Sagrada Familia, que empezaría en la calle Mallorca y terminaría dos calles más abajo, en calle Aragón con Avenida Diagonal, deberían derruirse hasta 1.020 viviendas afectando a entre 1.000 y 1.500 personas de forma directa o indirecta entre pisos y locales comerciales. La pregunta es, ¿qué hacen ahí todas esas viviendas si la escalinata ya estaba en los planes?
Qué ocurre con la escalinata de la Sagrada Familia
Lo cierto es que todo se reduce a dos cosas. En primer lugar la aprobación de dichos edificios residenciales llegó en un momento en el que a la ciudad le venía de perlas el dinero a ingresar y, por otro lado, por aquél entonces la sensación general era que la Sagrada Familia no se iba a terminar nunca y, por lo tanto, no había de qué preocuparse.
Frente a una situación que ha cambiado por completo, ahora la ciudad de Barcelona está entre la espada y la pared por varios motivos. La disyuntiva bien podría resumirse en que terminar su mayor obra es de vital importancia para el turismo y el legado de Gaudí, pero desahuciar a gente para construir un templo religioso en pleno 2024 cruza no pocas líneas rojas. Sin embargo, está lejos de ser la única complicación del caso.
Sumemos ahí que cuando se aprobó la construcción de aquellos pisos se hizo en plena caída del franquismo, que el registro de la propiedad incluye la proyección de las escalinatas, y que precisamente por eso aquellos edificios se pudieron comprar por debajo del precio del mercado y también se han librado de ciertos impuestos por esa misma razón.
Por si todo eso fuera poco, añadid también una buena dosis de pisos turísticos, proyectos que planean modificar la estructura planificada por Gaudí para intentar contentar a todos, y promesas pasadas en las que se aseguró a los vecinos que se les trasladaría a otras zonas de un barrio ya hasta los topes. La polémica está servida y, entre saltos de un partido a otro en el ayuntamiento, parece lejos de ver el final. Sin duda una tremenda ironía al hablar de la Sagrada Familia y su eterno proyecto.
Imagen | Raimond Klavins
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