La culpa de que los adolescentes de la generación Z apenas pisen la calle no es de ellos. Es que tienen a los padres más controladores de la historia

La culpa de que los adolescentes de la generación Z apenas pisen la calle no es de ellos. Es que tienen a los padres más controladores de la historia
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Se habla mucho de que los jóvenes cada vez salen menos y se pasan largas horas en su habitación; muchos de ellos con las nuevas tecnologías. También se habla de la adicción de los adolescentes a los videojuegos, especialmente después de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificara esta adicción como un trastorno específico en 2018.

Sin embargo, aunque menos del 1% del 88% de los adolescentes que juegan a videojuegos padecen de una adicción genuina, la preocupación persiste.  Y es que la generación Z, más que cualquier otra, parece estar atrapada en sus habitaciones, inmersa en mundos virtuales, y esto ha desatado alarmas entre padres y expertos.

Pero hay un factor clave que explicaría el hecho de que los adolescentes cada vez salgan menos, y que tiene que ver con tener unos padres controladores.

Muchos adolescentes pasan largas horas jugando por esta razón

La realidad detrás de esta aparente obsesión por los videojuegos es más compleja de lo que parece. No se trata únicamente de una falta de autocontrol o de una predisposición a la adicción.

De hecho, muchos adolescentes eligen voluntariamente pasar largas horas jugando porque los videojuegos ofrecen uno de los pocos espacios donde pueden interactuar sin la constante vigilancia y el control de los adultos.

Muchos adolescentes eligen voluntariamente pasar largas horas jugando porque ahí pueden interactuar sin la constante vigilancia y el control de los adultos.

De hecho, según The Guardian, la generación Z es la generación más vigilada de la historia. Criticamos a los niños y adolescentes por no salir, pero al mismo tiempo estamos restringiendo sus libertades y cerrando sus espacios.

Y es que, en contraste con las generaciones anteriores, los adolescentes de hoy enfrentan un entorno significativamente más restrictivo. Mientras que sus padres disfrutaban de libertades para explorar su vecindario y socializar en diversos espacios públicos, los adolescentes actuales se encuentran con límites estrictos.

Así se comportan los padres controladores

Además, los padres controladores tratan los teléfonos inteligentes de sus hijos como dispositivos de seguimiento, exigen registros periódicos, se infiltran en sus redes sociales y almacenan en bases de datos sus actividades y grupos de amigos. Esta vigilancia constante por parte de los padres ha reducido drásticamente los espacios donde los jóvenes pueden disfrutar de su independencia.

En relación a ello, según la Encuesta Funcas sobre Educación Financiera en las Familias, realizada a 1.500 padres y madres que conviven con algún hijo o alguna hija de entre 11 y 22 años, el 54% de padres y madres de menores de 15 años controlan de forma constante cómo usan sus hijos los dispositivos electrónicos.

Pero este exceso de control de sus hijos se extrapola más allá de la tecnología, y estos padres tratan de controlar también qué comen, cómo visten, con quién salen... lo que acaba limitando la autonomía de sus hijos y también, su autoconfianza.

Los videojuegos se han convertido en un refugio para ellos

Volviendo a los videojuegos, y según lo comentado, podemos ver cómo estos no solo son una forma de entretenimiento, sino también un refugio para los adolescentes. Juegos como Red Dead Redemption, Minecraft o Fortnite ofrecen mundos en los que los adolescentes pueden interactuar libremente con sus amigos, sin la intervención de los adultos.

Estos espacios virtuales proporcionan una libertad que rara vez encuentran en la vida real. Además, para aquellos que no pueden acceder a terapia, los videojuegos pueden ofrecer una forma de relajación y escape emocional (aunque lógicamente, no sean conceptos comparables).

El entorno en el que los adolescentes están creciendo también juega un papel crucial en su bienestar mental. La incertidumbre económica, la falta de oportunidades laborales estables y la percepción de que los jóvenes son constantemente criticados contribuyen a una crisis de salud mental.

La pandemia por COVID: un aislamiento forzado

Por otro lado, la pandemia de COVID-19 exacerbó estas tendencias, confinando a los jóvenes a sus hogares y limitando aún más sus oportunidades de interacción social. Este periodo de aislamiento forzado ha dejado cicatrices profundas, incrementando la ansiedad y la desesperación entre los adolescentes.

En un mundo donde las carreras estables son una rareza y la propiedad de una vivienda parece un sueño inalcanzable, no es sorprendente que los jóvenes busquen escapar a través de los videojuegos.

La respuesta a este fenómeno no debería ser la criminalización de los videojuegos o la estigmatización de los jóvenes, sino que es clave reconocer el papel que juegan las restricciones y el control excesivo en la vida de los adolescentes.

Los videojuegos no son el problema (o al menos, no el único); más bien, son un síntoma de un entorno que ha limitado drásticamente las opciones de socialización y libertad para los jóvenes.

Los videojuegos no son el problema; más bien, son un síntoma de un entorno que ha limitado drásticamente las opciones de socialización y libertad para los jóvenes.

Cómo abordar esta situación

Para abordar esta situación, es necesario un cambio en la forma en que se perciben y tratan las necesidades de la juventud. Se deben reabrir y revitalizar los espacios públicos y centros juveniles, reducir la vigilancia excesiva y fomentar entornos donde los adolescentes puedan experimentar libertad y desarrollar su independencia de forma segura.

Solo así se podrá crear un entorno donde los jóvenes no sientan la necesidad de refugiarse en mundos virtuales (aunque puedan disfrutar jugando), sino que puedan encontrar satisfacción y bienestar en la realidad que les rodea.

Foto | Portada (Freepik)

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