Crónica

Pearl Jam, el extraño animal que “patea el culo” una vez más en el Palau Sant Jordi

La banda de Seattle ofreció un imponente concierto en su segundo pase en Barcelona, este lunes, en un Palau Sant Jordi que quedó lejos del lleno

El líder de la banda de rock de Seattle 'Pearl Jam', Eddie Vedder, durante la actuación el pasado sábado del primero de los dos conciertos programados en Barcelona dentro de la gira de presentación de su nuevo álbum, 'Dark Matter'.

El líder de la banda de rock de Seattle 'Pearl Jam', Eddie Vedder, durante la actuación el pasado sábado del primero de los dos conciertos programados en Barcelona dentro de la gira de presentación de su nuevo álbum, 'Dark Matter'. / Quique García / EFE

Jordi Bianciotto

Jordi Bianciotto

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La inquietud que vivió días atrás a la afición de Pearl Jam, a raíz de la “enfermedad” (sin precisar) que forzó la cancelación de los bolos en Londres y Berlín, quedó en nada visto el vigor y la consistencia observados en sus dos noches en el Palau Sant Jordi. En la segunda, este lunes, los de Seattle nos dejaron claro que siguen siendo un extraño animal que respira, gime y se retuerce sin atender a cuadrículas ni a los asideros de los que se valen las bandas, sobre todo en la liga de los grandes recintos.

Energía, diálogo vivaz, salvaje, entre los músicos y mucha improvisación, como siempre fue, dándole la vuelta al repertorio de la noche anterior y abriendo esta vez con la pausada ‘Oceans’, del álbum de debut, ‘Ten’ (1992), muy citado a lo largo de las más de dos horas de concierto. Se hizo notar el elevado precio de las localidades, tan comentado desde hace meses (165 euros las de pista): a diferencia del sábado, en que el Sant Jordi lució una buena entrada (aun sin llenarse), este lunes un telón ocultó la grada central y redujo el aforo a menos de dos tercios, sugiriendo un error de cálculo.

Una lógica interna

Agitando siempre los ‘setlists’ a fondo, y cambiando títulos y órdenes, los conciertos de Pearl Jam bien podrían devenir auténticos cajones de sastre, pero siempre se las arreglan para que el trayecto tenga un aspecto muy natural y orgánico, con sus oleajes y su lógica interna. Tenso ‘crescendo’ inicial a costa de otras citas de los 90, a través de ‘Off he goes’ (del aventurado ‘No code’) rumbo a las andanadas de ‘Once’ y ‘Why go’, con el encrespado solo de Mike McCready.

Pearl Jam tal vez no sea la banda más divertida de la historia del rock, ni ofrece espectáculo en un sentido tradicional. El poder del quinteto (ampliado a septeto en directo) se expresa por otros caminos, más opacos, y ahí es fácil acabar engullido por esa gran centrifugadora. Escenario sin el menor atrezo, pantalla extralarga con proyecciones alucinógenas (planos de las columnas y bóvedas de la Sagrada Família en l’1/2 full’) y un Eddie Vedder de voz robusta, canalizando la tensión y tratando de hacerse entender aunque su español “es una mierda”, confesó. Aun así, leyendo unas notas, nos advirtió de sus altas intenciones: “patearos el culo”.

La amistad con Neil Young

Y bien, así fue en un sibilino ‘totum revolutum’ en el que se cruzaron hitos como ‘Even flow’, ‘album tracks’ del calado de ‘Corduroy’ y temas del último álbum, ‘Dark matter’, como el arrollador ‘React/respond’ o un ‘Waiting for Stevie’ que Vedder dedicó a Gaudí. En mitad de ‘Something special’, el grupo detuvo el concierto al observar que, en la pista, alguien indispuesto requería atenciones médicas. Atendida la incidencia, Pearl Jam recrudeció el tono con la bastante punk ‘Do the evolution’ y otra repesca abrasiva, ‘Rearviewmirror’.

El akelarre guitarrero siguió en unos bises desatados a costa de otras cartas invasivas, como ‘State of love and trust’, unos coreados ‘Black’ y ‘Alive’, y un rabioso ‘Rockin’ in the free world’, de Neil Young, recordatorio de una bonita amistad y de unas nobles fuentes de inspiración.

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