Teatro y memoria histórica

'L'Enterrador' recupera la figura de un héroe anónimo en La Villarroel

Pepe Zapata encarna a Leoncio Badía Navarro, el enterrador de Paterna, que se jugó la vida para dar una sepultura digna a los represaliados del franquismo y ayudar a identificar sus cuerpos

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Imagen de 'L' Enterrador'

Imagen de 'L' Enterrador' / David Ruano

Marta Cervera

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Una mínima parte de las víctimas del franquismo han sido exhumadas. Muchas familias buscan todavía a sus seres queridos enterrados en fosas comunes. Se calcula que hay unas 114.000 personas desaparecidas a quienes sus familiares no han podido dar una sepultura digna. Los restos del dramaturgo y poeta Federico García Lorca todavía siguen sin aparecer 88 años después de su asesinato en 1936. De todo ello y mucho más habla 'L'enterrador', una conmovedora obra de un héroe anónimo: Leoncio Badía Navarro (1905-1987), el enterrador de Paterna. Gerard Vázquez se ha inspirado en él para escribir un texto de ficción muy bien documentado que interpreta Pepe Zapata. El montaje se ha estrenado con éxito en versión de calle y de sala. Llega a La Villarroel muy rodado tras más 80 representaciones, donde recalará hasta el próximo 4 de agosto con dos únicas funciones a la semana, los domingos a las 12.30 y los lunes, a las 20 horas.

Si apenas escenografía, solo con la palabra y algunas melodías, Zapata sumerge al espectador en la barbarie de aquella guerra y la represión posterior. Zapata interpreta a un actor encargado de montar una obra sobre el enterrador de Paterna, un hombre cuyos sueños de convertirse en profesor quedaron arruinados por la guerra. El actor al que interpreta tiene lazos familiares con el protagonista. "Pero en esta historia ficcionada el abuelo del actor era de derechas y se lo habían cargado en el bando republicano", comenta Zapata. "El texto está lleno de testimonios y casos que conocemos relacionados con la Guerra Civil y la posguerra", añade.

Es una obra que remueve por dentro. No es extraño que los espectadores se acerquen a él tras la función y le agradezcan haber puesto el tema de los desaparecidos sobre la mesa. "No es un montaje panfletario, ni maniqueo". La obra, realizada con escasos elementos escenográficos, incluye también referencias a 'Antígona' y músicas que ayudan a trasladar al espectador a la España rota de los primeros años 40 del siglo pasado. La obra invita a reflexionar sobre la ley de memoria histórica y sobre cómo ha gestionado España el tema. "En Chile, donde actué, la memoria histórica de la dictadura de Pinochet está muy presente. Y me dio envidia porque ellos, aunque no han cerrado el círculo del todo, lo han normalizado un poco. Aquí, no. Mucha gente espera todavía poder dar una sepultura decente a sus familiares".

2000 víctimas en 70 fosas

Leoncio Badía dio sepultura a más de dos mil personas en setenta fosas comunes. Obligado a enterrar a las víctimas del bando republicano, se preocupó de hacerlo con la mayor dignidad y humanidad posible. Cuando era posible, ayudaba a las familias de los represaliados y les avisaba para que pudieran ver a su ser querido por última vez. No solo les lavaba sino que les colocaba ordenadamente en la fosa. Incluso se han encontrado cuerpos con papeles con el nombre de la persona y la fecha de su muerte. "Pensaba que algún día los desenterrarían y devolverían los cuerpos a sus familiares", dice Zapata. Ello permitió la identificación de alguno de ellos años más tarde. Leoncio Badía también guardaba objetos personales de los fusilados para devolverlos a sus familiares en encuentros que tenían lugar de noche en el mismo cementerio de Paterna ante el temor de ser descubiertos. Se jugaba la vida con ello, pero nunca dejó de hacerlo, hasta que le apartaron de su trabajo. Pasó cuatro años enterrando a personas. Muchas de ellas habían sido asesinadas en el Paredón de España (Paterna), durante la represión franquista.

La figura de Leoncio Badía también ha inspirado 'Un acto de amor (A labor of love)', proyecto fotográfico de Pablo Chacón (València, 1976) a partir de los objetos de los difuntos que recopiló esperando que sirviera para identificarlos en el futuro: pipas, telas, botones, cartas, gafas. También Paco Roca le dedicó un libro: 'El abismo del olvido'.

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