Opinión |
Gárgolas
Josep Maria Fonalleras
Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

El dinosaurio

Al final, y no necesariamente con un resultado tan trágico, sabemos que siempre hay un dinosaurio que nos espera

CONTEXTO | El hombre hallado en el dinosaurio de Santa Coloma murió por asfixia

MÁS DEL AUTOR | Conciencia juvenil

Aparece un cadáver dentro de un dinosaurio decorativo en Santa Coloma

Aparece un cadáver dentro de un dinosaurio decorativo en Santa Coloma / Jordi Cotrina

Recupero la historia del dinosaurio que hace tres años se tragó a un ciudadano de Santa Coloma de Gramenet. No fue exactamente así. Fue el hombre quien entró voluntariamente en el dinosaurio. Había perdido un teléfono móvil en el interior de una figura gigantesca que representaba a ese animal en la entrada de unos multicines que ya habían cerrado. La figura era un reclamo publicitario para un negocio que ya no existía. Pero el dinosaurio todavía estaba allí. Y el hombre, esa noche, movió una tapa de unos siete kilos y pudo penetrar en la caverna metálica.

Al día siguiente, unos niños que jugaban vieron cómo, de la enormidad de aquella bestia, sobresalía un pie humano. Los bomberos tuvieron que serrar la estructura y pudieron extraer, con una grúa, el cadáver de quien murió, debido a la postura que tuvo que adoptar dentro del monstruo, por una “bronco-aspiración alimentaria derivada de una compresión torácica posicional”. En resumen, ahogado en su propia regurgitación.

Ahora, el Ayuntamiento de Santa Coloma ha rechazado la reclamación de la familia (183.000 euros) y ha concluido que el accidente fue responsabilidad del hombre, que asumió el riesgo voluntariamente. La familia recurrirá judicialmente y veremos cómo acaba, pero el hecho es que, con la resolución municipal, hemos revivido ese episodio tan extraño y singular, una muerte del todo estrambótica que podría ser el argumento de un relato de terror o una metáfora de la fragilidad del individuo contemporáneo frente a los peligros que lo amenazan, frente al ímpetu –activo o pasivo– de las fuerzas ocultas que lo atenazan.

Es difícil imaginar decesos más tristes, muertes más solitarias, instantes más truculentos. Pero al final, y no necesariamente con un resultado tan trágico (quizás sólo como un aviso), sabemos que siempre hay un dinosaurio que nos espera. Tanto si nos hacemos los dormidos como si nos despertamos del sueño de la conciencia perezosa, el dinosaurio está ahí. Dispuesto a tragarse los sueños o como un imán que nos atrae indefectiblemente hacia la oscuridad de su interior laberíntico.

Suscríbete para seguir leyendo

TEMAS

  翻译: