El sentimiento más destructivo

La victoria ultra en Alemania reactiva el debate sobre las semillas del odio

Los psicólogos describen como están en juego emociones muy primarias

Miedo ante una supuesta amenaza y refuerzo de la identidad de grupo, claves para entender el fenómeno

Björn Höcke, candidat d’Alternativa per a Alemanya a Turíngia. | WOLFGANG RATTAY / REUTERS

Björn Höcke, candidat d’Alternativa per a Alemanya a Turíngia. | WOLFGANG RATTAY / REUTERS

Fidel Masreal

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Hace cien años, en 1924, la extrema derecha Alemania, la que defendía los discursos del odio y el ultranacionalismo, a penas obtenía el 17 por ciento de los votos. Este domingo, en dos importantes regiones, el neofascismo se elevó por encima del 30 por ciento. El discurso del odio y el racismo está también entre nosotros y se extiende por Europa y más allá del continente. Pero, ¿cuál es el origen de esta emoción destructiva, cómo diseccionarla para afrontarla?

Para el psicólogo Xavier Guix, el odio "debemos observarlo desde el miedo al otro, cuando el otro no es visto com alter sino como alius, como alguien ajeno".

El odio debemos observarlo desde el miedo al otro, cuando el otro es visto como algo ajeno a nosotros

Xavier Guix

— Psicólogo

Al tratar a alguien como un ser diferente, ajeno a mí, se empieza a generar el recelo. "Este recelo, cuando otorga un sentido de identidad colectiva que se sitúa por encima del otro, entra en la dinámica de lo que describió Amin Maalouf en 'Las identidades que matan' y llega al hecho diferencial". Guix subraya que se pasa de hablar de personas a colectivos con una identidad que los hace sentirse superiores.

La amenaza

Este ser ajeno se convierte, entonces, en motivo de asedio y, en última instancia, de eliminación, porque no es "como nosotros", es diferente. Es algo que es visto, subraya el psicólogo, como algo "peor" y "amenazador" que hace que uno no pueda ejercer sus derechos. Entonces se llega a una "identidad en contra". Esto se ve, relata Guix, en las rivalidades como la del Barça contra el Madrid. "Tener un rival subraya la identidad propia porque se tiene a alguien contra quien luchar", describe el profesional.

Una emoción mal resuelta

Para Eva Bach, pedagoga, maestra, divulgadora y autora de 'Educar para amar la vida' y 'Adolescentes, qué maravilla', el odio es un sentimiento patológico. Un sentimiento llamado secundario porque "deriva de una emoción primaria mal resuelta que no ha podido ser saludablemente afrontada y se ha perpetuado, ha crecido en la sombra, en una falta absoluta de conciencia y de responsabilidad emocional".

Es un sentimiento secundario que deriva de una emoción primaria mal resuelta que no ha podido ser saludablemente afrontada

Eva Bach

— Pedagoga, maestra y divulgadora

Con todo, los expertos como Bach subrayan que estamos ante un sentimiento muy primario, porque supone un rechazo o repulsión viscerales. Y ello supone "tener secuestrada o anulada la razón", añade Bach. Y en esta situación no existen ni la perspectiva, ni la ecuanimidad ni la empatía. "Quien odia no es libre", zanja la pedagoga.

El origen

Bach coincide con Guix que la semilla del mal tiene que ver con el miedo. El miedo a un hecho, una persona o un colectivo que son percibidos como una amenaza porque es diferente y no encaja en nuestra visión del mundo. "En lugar de mirar hacia adentro y preguntarse si esta diferencia puede invitar a abrir la mente, lo que se hace es proyectar la rabia hacia fuera, hacia el objeto que nos la suscita", detalla Bach. Ahí entra algo también clave en todos los procesos de aniquilación masivos, los genocidios, y el nazismo entre ellos: la deshumanización y destrucción.

Conectar con la impotencia

¿Como frenar el resentimiento que genera una rabia que no saben afrontarse? El resentimiento, señala Bach, es una escalada que no cesará "hasta que no se conecte con el dolor, el miedo, la frustración o la impotencia que están detrás" de todo ello. Las herramientas son la humildad y la honestidad emocional.

"Estar radicalizado se parece mucho a estar loco"

En un reciente estudio sobre procesos de radicalización, titulado Laberintos de la ira, un grupo de expertos desgranan vivencias como la de los atentados de Barcelona y Cambrils o experiencias personales de personas que acabaron en grupos fascistas. Nadie está excluido del virus de la radicalización, explican los autores, que reclaman una mirada más compleja sobre este fenómeno. En el texto se abordan casos en primera persona, como el ex militante nazi David Saavedra: "Ya sea en un yihadista, un nacionalista radical, un negacionista de la ciencia o el representante de una secta, el resultado debería ser el mismo. En el centro de gravedad hay un enorme ego y necesidad de protagonismo", describe. "Estar radicalizado en cierto modo se parece mucho a estar loco", confiesa. Y admite que todavía hoy se pone a la defensiva "cuando alguien me contradice".

La obediencia por encima de todo

Miguel Perlado, psicoterapeuta supervisor docente de la Federación Española de Asociaciones de Psicoterapeutas y experto en sectas, destaca: "La radicalización es algo que todos podemos compartir, forma parte de nuestra naturaleza y los que creemos que no podemos tener pensamientos así tenemos que revisar nuestra mente".

Cabe recordar el experimento por el cual personas anónimas eran obligadas a imponer una descarga eléctrica cada vez más alta a otras (a las que no veían pero sí oían) cuando contestaban erróneamente unas determinadas preguntas. Es conocido como el experimento Milgram, por el apellido del psicólogo de Yale que lo llevó a cabo. "Monté un simple experimento en la Universidad de Yale para probar cuánto dolor infligiría un ciudadano corriente a otra persona simplemente porque se lo pedían para un experimento científico. La férrea autoridad se impuso a los fuertes imperativos morales de los sujetos (participantes) de lastimar a otros y, con los gritos de las víctimas sonando en los oídos de los sujetos (participantes), la autoridad subyugaba con mayor frecuencia. La extrema buena voluntad de los adultos de aceptar casi cualquier requerimiento ordenado por la autoridad constituye el principal descubrimiento del estudio", escribió Milgram.

El odio en el cine

La gran pantalla ha trasladado experiencias que nos llevan a la génesis del odio. Una de las piezas más inquietantes es American History X. Tanto por cómo retrata el odio nazi como el duro proceso de regreso a la normalidad y a superar ese totalitarismo ideológico.

La ola

Dedicada a todos los que creen (o creemos) que lo del odio no va con nosotros y que la democracia está inserida en nuestro ADN. El film está basado en una novela, que a su vez se inspiró en una prueba que hizo un profesor en un instituto norteamericano. Básicamente da a entender, del mismo modo que diversos experimentos científicos, que comportarse de forma gregaria y agresiva hasta extremos inconcebibles no está tan lejos de cada uno de nosotros.

Senderos de gloria

Vale la pena viajar hasta la Primera Guerra Mundial para contemplar este clásico del cine bélico que nos muestra hasta donde puede llegar el odio incluso afectando a las propias filas. Un inmenso Kirk Douglas borda una de las interpretaciones que han quedado para siempre como ejemplo del antibelicismo.

La zona de interés

Del holocausto nazi se han filmado numerosas y extraordinarias piezas, desde Vencedores o vencidos: los juicios de Nuremberg a La lista de Schlinder pasando por Los niños de Brasil, El pianista o La caja de música. La más reciente y laureada es La Zona de interés. Una aproximación que hiela el alma al constatar como uno de los elementos básicos del odio al otro -la deshumanización- llega al extremo de convivir con el horror absoluto con una aparente indiferencia. Es la banalidad del mal.

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