El inicio de curso televisivo en España viene marcado, nos guste más o menos, por la competición entre Carlos Latre y David Broncano para arañar unos cuantos espectadores al todopoderoso 'El hormiguero', que, como todos sabemos, va a seguir siendo el líder indiscutible del access. La 1 y Telecinco cuentan con ello, sus presentadores son conscientes de que sus cifras no van a ser espectaculares y, mientras, el público prepara sus cuchillos en redes sociales para lanzar a uno o a otro según -para qué engañarnos a estas alturas- su ideología.
Latre anunció su llegada a esta guerra muy tarde, cuando la narrativa del duelo entre Broncano y Motos ya estaba creada y trufada por los medios. Y, por tanto, 'Babylon Show' siempre se ha visto como el programa a la cola, el que tiene más posibilidades de ser cancelado prematuramente, ese que solo podía sorprender. Al fin y al cabo, las expectativas eran tan bajas que la decepción era prácticamente imposible. Y sin embargo...
Bah, bylon
Dicen que en tiempos de crisis se agudiza el ingenio y la picaresca, y, en el fondo, yo confiaba en que los guionistas y creativos de 'Babylon Show' rompieran todos los esquemas, se soltaran el pelo, hicieran un programa genuinamente sorprendente y lograran enganchar a un público joven y huérfano en búsqueda de nuevas propuestas audiovisuales. Si nadie cree en nosotros, por lo menos vamos a mostrar lo que podría ser la televisión española si no estuviera constreñida al mismo target y el mismo tipo de programas continuamente. Tristemente, el resultado es todo lo contrario de la creatividad desaforada: se trata un clon de 'El hormiguero' sin carisma, gracia ni sentido al que es fácil augurar un futuro, francamente, muy poco prometedor.
Es cierto que es injusto juzgar por un primer programa, pero han tenido meses para prepararlo, cientos de ensayos y un buen puñado de programas piloto con el que deberían tenerlo todo suficientemente rodado. Lo que vimos ayer en Telecinco no tenía razón de ser, desde un extraño inicio con un teatrillo amateur el que se echaban de menos los chistes (y si pretendían hacernos reír, desde luego, no caló) al que le podían haber dado, siendo generosos, un par de tomas más. Sorprendentemente, este trasunto de sketch fue, a la larga, lo más potable de un programa a la deriva creativa.
Por mucho que un nerviosísimo Latre insistiera en su monólogo inicial en las palabras clave del programa, como si fuera un pitch de ventas ("buen rollo", "auténtica locura", "diversión", "a disfrutar", "olvidaros de vuestros problemas"), lo cierto es que, a la hora de la verdad, es muy difícil sacar nada realmente memorable o disfrutable de este piloto en el que nada -absolutamente nada- funcionó como debía. Ni la entrevista dio un titular sobre Luis de la Fuente, ni los colaboradores tuvieron su tiempo para que les conociéramos, ni los momentos de humor causaron nada más que una profunda consternación. Y esto no es lo que quería provocar.
Mbappé, qué baguette
Más allá del aparente espíritu del "buen rollo" del programa, este intentó que el público se carcajeara desde sus casas con cinco desastres humorísticos que cualquier público de prueba podría haber anotado. El primero, Mari Carmen, la assistant del programa (un hombre disfrazado de mujer, jajajá, qué risa), un retrato añejo y estereotipado de la comunidad LGTB que parecía sacado del fondo más rancio de 'Genio y figura' o de un programa de vodevil de los 90. Sus apariciones fueron siempre forzadas, poco graciosas y sin nada que justificara sus interrupciones continuas.
El segundo, las imitaciones. Aunque el presentador no quiso tirar excesivamente de ellas, como señalando el nuevo giro a su carrera, al final cayeron las de Javier Milei, Leo Messi, José Luis Martínez-Almeida, Florentino Pérez, Julio Iglesias y Jorge Javier Vázquez. Le faltó la Pantoja de Puerto Rico, vaya. A su lado, apareció otro imitador haciendo de Mbappé en tres minutos de absoluta debacle en los que llevaba puesto un maquillaje que empeoraba con creces los que utilizaban en 'La hora chanante' hace dos décadas. Para que os hagáis una idea del estilo de humor imperante, la gracia aquí radicaba en que Mbappé es francés, por lo que decía chistes como que "soy un poco baguette". No hubo punchline, simplemente fue fluyendo, como si el público sintiera la necesidad imperiosa de reír solo porque un señor se parece, echándole imaginación, a otro señor. Un sinsentido.
El tercero, una inteligencia artificial llamada Hortens-IA (ojo: fácilmente el mejor chiste del programa) cuya gracia consistía en que era borde y tenía voz cazallera, haciendo chistes sobre la calidad del WiFi. En más de una ocasión, a lo largo del programa, me pregunté si el guion había venido en un túnel del tiempo desde 2001, porque era inexplicable.
En todo caso, el cuarto fue un reportero dicharachero, Walter Capdevila, que resulta ser un presentador y tiktoker al crispante estilo de las Verdunch pero sin nada que le haga especial más allá de los gritos agudos. Su reportaje, preguntando a la gente de la calle por Luis de la Fuente, es doloroso de ver, por mucho que en plató intentaran hacer ver que formaba parte de la aparente locura del show. La cara del público presente con caras de absoluta insatisfacción no dejaba dudas: estaba siendo una experiencia para todos. No necesariamente positiva.
Finalmente, quedaba la aparición especial de Javier Sardá, que se reunía con Latre años después de 'Crónicas marcianas' y cuya labor era la de leer qué dirán mañana del programa. Su sección duró un minuto y se quedó a medias porque el presentador tenía que dar paso a la siguiente colaboradora, Margarita Álvarez, la "doctora de la felicidad", que es una especie de psicóloga que rompe por completo cualquier ritmo que el programa quisiera tener. Todo es un caos, de manera constante, y no en el buen sentido de la palabra, desde luego.
Crónicas venusianas
La referencia a 'Crónicas marcianas' no es baladí: el programa nace con la intención de ser una especie de renovación del mítico late night, pero no se atreve a llegar a su tono desvergonzado, creando un caos perfectamente controlado en el que puede pasar cualquier cosa... que ya esté en un guion blanqueado. Latre quiere entrevistar famosos, hacer sketches, hablar de actualidad, tener colaboradores interesantes y que el público se contagie de su eterna sonrisa, pero el revoltijo falla por pura falta de definición. No sabe lo que quiere ser, y se nota.
La entrevista en sí, que el cómico hizo al seleccionador de fútbol español, estuvo llevada francamente mal, sin chispa ni nada que la haga especial. Ni Latre ni Marta Torné saben qué hacer para que tenga el más mínimo interés. A lo largo de la entrevista jugaron a piedra, papel y tijera (sin ningún objetivo), incidieron en las preguntas más sosas posibles y pusieron los vídeos de la celebración de la Eurocopa que ya hemos visto todos. Por hacernos una idea, en un momento de la entrevista el presentador inquiere "¿Quién es más cachondo de los jugadores?", solo para responderse tres segundos después sin dejar hablar al entrevistado, "Es Cucurella, claro". Así, durante cuarenta interminables minutos.
Como 'Babylon Show' quiere ser un programa en el que "puede pasar de todo", se han empeñado en crear "momentos virales", sin entender lo que supone la viralidad. Si quieres que un clip tuyo tenga millones de visitas en TikTok y se comparta como la pólvora en Twitter, al estilo Jimmy Fallon o Hot Ones, necesitas una anécdota humana de un famoso de clase A, un sketch que haga referencia a la cultura pop o un cotilleo jugoso. Montar a Luis de la Fuente en un decorado con la forma de la Gabarra y hacer que entre un pasacalles para celebrar las fiestas de Haro (que, en su corte a publicidad, solo celebra el presentador, pegando saltos sin que nadie le siga) no va a conseguir llegar a nadie más allá de tu emisión. Es la idea de "vídeo viral" que tendría tu tío Joaquín, el que se quedó en el gato que tocaba el teclado y los niños cantando 'Dragostea Din Tei'.
Para rubricar cada momento, por supuesto, hay un hilo musical machacón de fondo (una idea copiada vilmente de 'El hormiguero') que acompaña los chistes y las referencias, y que vende un programa divertido y emocionante que realmente no estamos viendo. Ademas, para tratar de estimular constantemente al espectador, hay alguien encargado de poner rótulos a lo 'Cachitos'. Más concretamente, como si los guionistas de 'Cachitos' no tuvieran ningún espíritu de transgresión.
El mayor beneficiado de este 'Babylon Show' (en el que aprovecharon para anunciar, muy poco ceremoniosamente, la fecha de llegada de 'Gran Hermano') ha sido un Pablo Motos que se tiene que estar frotando las manos viendo que la competencia no tiene ideas nuevas de ningún tipo: el programa de Telecinco es una copia a carboncillo de 'El hormiguero' hecha a ojo y sin experiencia, que trata de conquistar a un público que ya está acostumbrado a ver a Trancas y Barrancas cada noche desde hace 18 años y no lo va a cambiar por Hortens-IA.
En su último momento, Latre aconseja a los pocos valientes que aún queden viendo su show de variedades que "nunca dejemos de reír", como si en algún momento lo hubiésemos hecho durante una hora interminable sin redención posible que subraya la poca imaginación, el desgaste acumulado y la falta de transgresión de una televisión lineal que solo es capaz de dirigirse a los mayores de 65 años. Si este es el programa que el cómico quería hacer, 'El hormiguero' y la sucesora de 'La resistencia' no deberían temer por el trasvase de público, desde luego. Ha nacido siendo un barco hundido.
En Espinof | Se acabó la vida en directo: por qué los realities de Telecinco ya no están funcionando como antes
En Espinof | Las mejores series de 2024
Ver 17 comentarios