Empecé de nuevo a ver la televisión y me di cuenta muy pronto de que todo lo que vemos está diseñado para vendernos algo...Todo gira en torno a que compremos cosas. Lo único que quieren es quedarse con nuestro dinero. (John Carpenter)
Década de extremos contrapuestos en casi cualquier ámbito que uno quiera analizar, referidos a la ciencia-ficción cinematográfica los años ochenta fueron los de algunos de esos títulos que hoy podríamos llamar de forma ineludible clásicos del género, pero también los de toda una suerte de plagios indiscriminados de los grandes títulos, productos de serie B de la más "chusquera" que solían intentar basar su efectividad en tomar elementos de aquí y allá y servirlos refritos sin ningún tipo de criterio o que, cuando contaban con ideas novedosas, lo que no tenían eran los medios para poder llevarlas a cabo de forma que no diera cierto reparo acercarse a ellos.
A caballo entre ésta última clasificación y la de clásico ochentero, encontramos la cinta que nos ocupa hoy, un filme con el que John Carpenter volvía a la ciencia-ficción después de haber transitado por la comedia fantástica que había sido 'Golpe en la pequeña China' ('Big Trouble in Little China', 1986) y el terror en 'El príncipe de las tinieblas' ('Prince of Darkness', 1987) y que, rodado con un escuetísimo presupuesto de tres millones de dólares, se situa por diversos motivos como una de las mejores producciones del género que llegaron a estrenarse durante la prolífica década.
'Están vivos', espléndida sátira
Entre ellos, entre esos motivos que nos permiten hoy, casi tres décadas más tarde, valorar como se merece este "pequeño gran filme", no se encuentran precisamente ni su muy acotado diseño de producción —al que, eso sí, hay que aplaudirle lo mucho que extrae de los paupérrimos fondos con los que se financia la cinta— ni las actuaciones de una buena parte del reparto encabezado por el profesional de la lucha Rody Piper, elección directa de Carpenter que, convertido en héroe, no es capaz de sobrellevar en sus anchas espaldas el peso que requiere ser el protagonista principal.
Ello incide en que, cuando Piper debe poner en juego emociones como la sorpresa que su personaje se lleva cuando descubre aquello que se oculta tras nuestra sociedad, la risa sea la respuesta inmediata por parte del espectador al observar las implausibles reacciones del novato intérprete. Tampoco es que Meg Foster o Keith David, con el que el cineasta ya había trabajado en 'La cosa' ('The Thing', 1982), resulten mucho más convincentes, pero al menos aportan un cierto grado de veteranía del que Piper, evidentemente, carece por completo.
Ahora bien, dejando de lado esos dos detalles —y lo machacón y agotador talante que envuelve a la banda sonora compuesta por Carpenter y Alan Howarth— 'Están vivos' continua en cierta manera el mismo tipo de discurso desencantado con la sociedad estadounidense que el director ya había apuntado seis años antes en '1997: Rescate en Nueva York' ('Escape from New York', 1981). Y si en aquella ocasión la mirada cínica del director se vertía sobre la figura del presidente a raíz del escándalo Watergate, aquí lo hace hacia la sociedad y las políticas económicas consumistas promovidas por la administración de Ronald Reagan.
Trasladada la idea de que los humanos en general, y los habitantes del mal llamado primer mundo en particular, somos animales consumistas que sólo pensamos en adquirir y acaparar bienes materiales, y añadiendo a dicho discurso el adocenamiento masivo de la población con el que los poderes fácticos nos controlan a través de los medios de comunicación de masas al que las teorías conspiránoicas siempre apuntan, huelga afirmar que el telón de fondo sobre el que se construye 'Están vivos' es de todo menos acomodaticio y que, puesto en valor por la habilidad de Carpenter, termina convirtiéndose en esta magnífica sátira que es el filme.
Haciendo gala de un humor a veces soterrado, a veces muy evidente, pero siempre presente a lo largo de la hora y media de metraje —un humor que se mueve entre las ostias como panes que se dan Piper y David en la secuencia más recordada del filme y el hilarante plano final— y con una dirección directa y efectiva que nunca se da a alardes innecesarios, 'Están vivos' no ha perdido ni un ápice de la frescura con la que ya contara hace tres décadas. De ahí que, como apuntaba al comienzo, podamos estar en disposición de afirmar sin rubor que a la hora de hablar de ella lo estemos haciendo de un clásico —en minúsculas, pero clásico a fin de cuentas— de la ciencia-ficción.
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