Se podría decir que la filmografía de Luc Besson es irregular. Antes afirmaría que nos encontramos ante un director al que le gusta probar cosas diferentes y aproximarse a géneros o intenciones muy diversas y al que algunas cosas le salen y otras, no tanto. Aunque en Francia pueda tratarse del cineasta y del productor más norteamericano, no solo porque ha trabajado con idea de estrenar su cine en EE. UU., sino también por el tipo de películas que escoge; a pesar de ello, decía, se aprecia en su modo de realizar un espíritu sumamente francés, que se ve en los tempos detenidos y en la elección de planos o encuadres, pero también en la caricaturización de los personajes, en el diseño de producción, etc… y en una valentía en los temas de fondo que podría considerarse más europea. Podríamos decir que en su cine, Francia se cruza con EE. UU. y en la película que nos ocupa, ‘El profesional (Léon)’ (‘Léon’, 1994) ocurre más que nunca.
Jean Reno, Natalie Portman, Gary Oldman y Danny Aiello interpretan a los personajes de una historia de violencia que, tras presentarnos de forma llamativa —no nos muestra su cara hasta que supone un auténtico peligro— al primero en su oficio de “limpia”, nos muestra cómo los padres y hermanos de la segunda han sido asesinados por el tercero y sus secuaces. Reno, como Léon, no tiene más remedio que acoger a Portman, como Mathilda, en su seno y se resigna a enseñarle a utilizar las armas, a pesar de su corta edad. Pero ella lo que quiere es una venganza en toda regla contra los que mataron a su hermanito de cuatro años. El silencioso y solitario Léon no accede a esa petición y le recomienda que ella misma no la lleve a cabo.
Besson, también guionista de la cinta, escoge una estética cercana a la del cómic, alejada por completo del realismo, presentando a los personajes, especialmente a los antagonistas, de forma muy caricaturesca y acercándonos las acciones con una realización nada transparente. A las interpretaciones algo pasadas de tono –la de Oldman sobre todo—y el vestuario payasesco, se les unen los planos notorios, que dejan ver la mano del cineasta: mucho gran angular, encuadres cenitales, primerísimos primeros planos de angulación no habitual… Besson marca su película de acción como el ganadero sus reses para traspasar la frontera del encargo y dejar claro que tras el entretenimiento hay un autor. La elección de músicas es asimismo muy francesa, con temas pop no siempre adecuados al humor del momento, mezclados con un volumen que los hace muy presentes.
Si ‘El profesional (Léon)’ tuviese todo lo dicho, nos encontraríamos ante una película que habría despuntado sin duda y que en su año –hoy en día puede ser más habitual— llamaría la atención por la tranquilidad con la que se retrata la violencia e incluso la crueldad. Sin embargo, no es nada de eso lo que la hace tan especial o quizá única, sino la inclusión de un tema peliagudo, como es la relación entre los dos protagonistas, que, si bien nunca pasará de una atracción mutua, plantea la cuestión de la pederastia sin medias tintas. Una Natalie Portman de doce años que, a pesar de tener ya entonces un rostro bastante adulto, aún mostraba un cuerpecito infantil, juega a la inocencia y, sin mediar cambio, es capaz de conversaciones adultas y de picarescas provocativas, ante las que el protagonista solo tiene la opción de resistir. Provocaciones que, obviamente, se trasladan al espectador quizá para infundirle la misma duda o solo para dotar al film de un atractivo mayor.
Besson está haciendo equilibrios sobre una línea muy fina en lo que se refiere a las cuestiones morales y no solo por la pugna recién mencionada. Además de eso, presenta en el bando de los buenos a personajes cuyo oficio es matar y que no se arredran al liquidar a inocentes agentes que solo cumplen órdenes y en armar baños de sangre que diezman la población de Nueva York. Con la estrategia ya clásica de que el malo es aún peor como persona y más reprobable en cuanto a su comportamiento, el tema parece resuelto. (Spoiler) Salvo que consideremos que fueron los estadounidenses los que le sugirieron ese final en el que se demuestra la famosa frase de “el crimen siempre se paga” y en el que ella parece reformarse o, al menos, tratar de encaminar sus pasos en una dirección decente (fin del spoiler).
Los montajes
No soy de las que defienden los “director’s cuts” o las versiones extendidas como dogma, ya que en muchas ocasiones considero que la reducción de una película puede beneficiar el conjunto por mucho que se pierdan elementos sueltos de valor –en realidad, habría que ir viendo cada caso para dar una opinión, pero no defendería las opciones de los directores por sistema—. Sin embargo, en el caso de ‘El profesional (Léon)’, nos encontramos ante un remontaje confeccionado, no para dar mayor brío o progresión a una película lenta, sino para limar asperezas en el tema de la pedofilia y, como tal, es un montaje hecho de cualquier manera y, en definitiva, una chapuza.
La duración de dos horas y diez para una cinta de acción, con una trama tan lineal y sencilla, puede resultar excesiva –no sería la primera vez que le ocurre al director que escribió sobre el póster de ‘El gran azul’: “no vaya a verla, dura tres horas” –. No obstante, la intención de aligerarla se podría haber conseguido, si acaso, llevando a cabo una depuración concienzuda de cada una de las secuencias, que son bastante extensas de forma individual. En lugar de esto, el montaje de la versión estrenada elimina bloques enteros en los que Léon y Mathilda ensayan sus golpes y los repiten en diferentes edificios con diferentes víctimas, así como conversaciones entre ellos dos de tono ligeramente subido.
Al eliminar estos largos tramos, la película no se aligera, pero sí se desequilibra y, algo más grave: se pierden varios de eso que en jerga de guion se llaman “plantings” –como la anilla de la granada o el diálogo sobre dormir con un ojo abierto—y, tras eliminar esos “sembrados”, no se elimina su cosecha, por lo que los momentos subsiguientes se aprecian extraños. Al mismo tiempo, el conocimiento entre ellos dos y la progresiva cercanía que va deviniendo en cariño, así como el convencimiento de él de la necesidad de ayudarla, resultan atropellados y precipitados en un montaje que nos ha privado de casi todos los momentos de intimidad.
La versión que se estrenó en cines adolece de un problema grave de montaje. La parte de entrenamiento dentro del hotel, en la que ella aprende el manejo de las armas, limpia los cristales y enseña a Léon a leer y escribir se hace larga. En un montaje en total más extenso esta secuencia habría tenido una duración más cabal en proporción, incluso durando lo mismo de forma absoluta. Pero el montaje “theatrical” queda muy descompensado. La interpretación de Reno, que casi consiste en sorprender con su mera presencia en la versión de cines, en la extendida es mucho más completa y es solo en ella donde se le dan auténticas oportunidades de dejar entrever sentimientos o emociones.
El bloque no es largo únicamente en cuanto a su metraje, sino que también se supone que diegéticamente –es decir, para los personajes—ha transcurrido un tiempo considerable, pues no solo el “limpia” ya sabe leer, sino que le ha dado tiempo a perder unos cuantos encargos. Calcularía que han transcurrido algunos meses. Sin embargo, tras todo ello, Mathilda se acerca a su antigua casa y, no solo la policía sigue vigilante ante una escena del crimen que parece de ayer, sino que el criminal que, como todos sabemos, siempre regresa al lugar de autos, hace acto de presencia tal cual si todo hubiese ocurrido dos días antes. Trampa, torpeza o descuido, no lo sé y lo cierto es que, cuando vi esta película de joven en el momento de su estreno, no caí en ello. Puede ser algo en lo que ni Besson ni su montadora, Sylvie Landra, hayan parado mientes, pensando que ningún espectador repararía en ello y, de hacerlo, no le daría importancia.
En conclusión
‘El profesional (Léon)’ es una película de acción muy bien rodada, aunque de un modo muy particular, considerablemente violenta y entretenida hasta cierto punto. Tiene un ligero toque de humor y se basa en el carisma de sus intérpretes, más como impacto visual que como interpretaciones completas. Pero el elemento que la hace destacar es la inclusión de esa niña ya adolescente, que pasa de ser inocente a moverse como una auténtica Lolita provocando en el personaje del adulto y en el espectador sentimientos que sabe que debe rechazar. Esa valentía a la hora de vivir en la frontera en lo moral, no solo por esta cuestión sexual, sino también por el ejercicio despreocupado de la criminalidad por parte de unos supuestos “buenos”. Si se puede elegir el visionado, recomiendo encarecidamente el de la versión extendida que, aunque pueda hacerse algo largo, tiene un sentido que en el capado –o, podríamos decir, sin alejarnos mucho de la realidad, “censurado”—se pierde casi por completo. Tras todos estos años, la película sigue viéndose muy bien y probablemente sigue siendo la más disfrutable de Besson.
Ahora os toca a vosotros elegir cuál será la próxima película tratada en las “Críticas a la carta”. Dejad vuestras votaciones en comentarios. Gracias.
Mi puntuación: