Hay veces que juegos de mesa se han adaptado a la pantalla con una maestría absoluta y que de paso te saca unas carcajadas tremendas, pero un acierto como 'Cluedo' no es fácil de replicar.
Aún así, y tras el éxito muchimillonario de 'Barbie', parece que los estudios quieren recuperar el filón de los juegos y los juguetes, y entre los primeros en la avanzadilla de esta oleada de franquicias nos ha llegado a Netflix la serie de 'Gatitos explosivos'. Vamos, el "Exploding Kittens" de toda la vida.
Des-cat-feinado, que madrugo
El juego de 'Exploding Kittens' tiene una premisa bien básica: ser el último del grupo al que le explota la tostada. O, más bien, el gatito explosivo. Para ello puedes ir recurriendo a todo tipo de estrategias robando las cartas de tus amigos, jugando dúos o tríos de cartas, hacer pequeñas jodiendas... Lo que sea para sobrevivir.
Es un planteamiento muy divertido y sencillo (y que seguro que ha roto amistades), pero que en sí no tiene una trama que se preste a adaptar como serie. Así que la solución aquí ha sido... Pues nos inventamos una y tiramos millas, que es perfectamente aceptable y justo lo que había que hacer.
Así que en este caso tenemos a Dios, el Todopoderoso, el Altísimo... Que no hace demasiado bien de deidad absoluta y ha perdido su toque. Por eso es enviado a la Tierra en forma de gato (el Gatísimo, a partir de ahora) para ayudar a una familia humana y ver si a base de buenas acciones puede regresar al Cielo. Así que el Gatísimo pasa a formar parte del hogar de los Higgins, pero por su parte Beelzebub también es enviada desde el Infierno a hacer maldades en la Tierra y empieza un toma y daca entre los dos gatos en la batalla felina definitiva entre el Bien y el Mal.
'Gatitos explosivos' es una comedia gamberra, que equilibra los dramitas familiares de los Higgins con las locuras sobrenaturales del Gatísimo y Beelzebub, que tienen más en común de lo que querrían admitir. Muy en la línea de 'F is for Family', trata de mostrar las tiranteces generacionales entre padres e hijos, los sueños y aspiraciones de cada uno, y sus problemas de día a día. Aunque por desgracia tampoco deja la sensación de ofrecer nada nuevo en el frente de las comedias para adultos sobre una familia disfuncional.
Es entretenida, con su punto gore y macarrilla, y que podría funcionar por sí misma si se le da el tiempo para macerar. Porque la premisa de Dios convertido en gato doméstico es un puntazo que podría dar para mucho, especialmente con los giros sobrenaturales y las parodias religiosas.
Pero claro, es una serie de 'Gatitos explosivos', así que hay que cumplir con los checks de la lista y poner la referencia de turno o retorcer la trama convenientemente para meter alguna referencia al juego original. Así que la serie de Netflix no termina de despegar del todo hasta su tramo final, porque antes nos hemos tenido que ahogar en un montón de presentaciones varias. Y con los gatos explosivos justos y un humor que aunque va levantando no encuentra del todo su tono entre unicornios destripados y memes con la Karen del barrio.
Precisamente el doblaje, que en inglés está encabezado por Tom Ellis y Sasheer Zamata, consigue levantar los momentos más justitos. Y hay que decir que encima el doblaje en castellano es todavía mejor, con lo que te salva algunos de los puntillos de humor que se podrían quedar colgando.
También podría ser una de esas series que dices "bueno, por lo menos la animación está bonita"... Pero de nuevo al querer aferrarse tanto al juego original y su estilo gráfico, 'Gatitos explosivos' tampoco se permite libertad para ser creativo. El punto grotesco de los diseños de personajes, sobre todo para los personajes humanoides, le va ideal, pero por desgracia al ser una serie animada para adultos parece que el acabado visual y una animación de calidad y fluida tampoco era uno de las prioridades.
Si queremos una serie de comedia que equilibra lo sobrenatural y lo cotidiano, 'Gatitos explosivos' es un pasatiempo que está ahí, y que se deja ver bien de fondo. Te saca la sonrisilla y te entretiene a pesar de que no acierta del todo en demasiados frentes, pero deja un regustillo agridulce por las oportunidades perdidas.
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