Hay varias formas de abordar una historia de terror, desde la apuesta decidida por la truculencia -bien reciente tenemos el último ejemplo- como principal reclamo hasta elegir un acercamiento más pausado en la que lo realmente importante son los personajes para que luego el impacto sea mayor cuando la amenaza haga acto de presencia, pasando por infinidad de puntos intermedios. Ninguna de ellas es necesariamente mejor, pero yo siempre voy a preferir que me importe lo que suceda a las personas que aparecen en pantalla.
Miguel Ángel Vivas, responsable de la excelente ‘Secuestrados’, ha preferido apostar por esa vía en ‘Extinction’, una cinta que utiliza un post-apocalipsis zombi para hablarnos de la difícil relación entre tres personajes, dos adultos y una niña, que han conseguido iniciar una nueva vida alejados de la amenaza de los muertos vivientes. Sobre el papel suena bastante bien y, como ya os comenté, tenía muchas esperanzas depositadas en ella, algo que seguro que ha influido en que haya acabado siendo una enorme decepción.
’Extinction’ y la dificultad de trascender el tópico
Lo primero que uno ha de tener claro sobre ‘Extinction’ es que Vivas no sólo no evita el tópico, sino que lo asimila sin pudor con la intención de intentar trascenderlo, tanto en lo argumental como en lo referente a su puesta en escena. Es un reto ambicioso que hace todo lo posible por superar, en especial con un medido trabajo de composición de los planos –quizá hasta imperceptible por momentos, eso sí-, pero, por desgracia, fracasa en su intento y es ahí es donde la película empieza a mostrar sus notables debilidades, principalmente por su incapacidad para dar el lustre necesario a su apuesta intimista.
He de reconocer que no he leído ‘Y pese a todo’, la novela de Juan de Dios Garduño en la que se basa ‘Extinction’, por lo que no sé hasta qué punto es algo heredado de ahí –aunque por algo se llama adaptación y no reproducción, por lo que tampoco sería una excusa válida- o responsabilidad directa del propio Vivas y Alberto Marini, pero es el guión lo que realmente flojea al plantear una historia cuya evolución uno ve venir con demasiada anticipación. Luego es cierto que las revelaciones van produciéndose de forma adecuada, pero falta esa chispa necesaria para abandonar la mediocridad.
Ya no es tanto que los –escasos- diálogos carezcan de esa fuerza necesaria para implicarnos emocionalmente en lo que sucede como el hecho de que ‘Extinction’ confía demasiado en lo simbólico en su faceta como drama familiar y cree que eso y el trabajo de los actores va a ser suficiente para conquistarnos. Ojo, justo es señalar que los tres protagonistas cumplen correctamente con su trabajo –aunque sorprende que la que mejor parada salga sea la jovencísima Quinn McColgan, pues es la única que realmente aporta algo de frescura-, pero es que a los personajes les falta alma propia y ellos no pueden hacer milagros para dársela.
Eso sí, el otro gran reclamo a nivel internacional de la película está en haber conseguido que Matthew Fox sea su protagonista, y la verdad es que su entrega resulta encomiable, haciendo todo lo posible por incidir en el lado más humano de Patrick. El problema es que el personaje es uno de los mayores tópicos de la función y eso lastra su trabajo de forma notable, algo que se nota sobre todo cuando se quiere incidir de forma más abierta por lo emocional, tal y como sucede con unos flashbacks pensados para dar más fondo a la historia y que se acaban convirtiendo en uno de sus mayores enemigos.
Un post-apocalipsis desaprovechado
Estas debilidades también se contagian a la propia evolución de la historia, impidiendo que cualquier intento de profundizar llegue a buen puerto. Además, el elemento post-apocalíptico tampoco está muy bien aprovechado, pues es cierto que el prólogo responde con solvencia a lo que uno esperaría de una cinta así, pero luego el uso de los muertos vivientes resulta escasa en cantidad y decepcionante en calidad. Al menos he de conceder que el diseño de las criaturas resulta llamativo y que cuadra con la idea de que han tenido que adaptarse a la nueva climatología.
Lo que sí me gustaría destacar es que me agradó que para los muertos vivientes se optase en prácticamente todo momento por un diseño artesanal que ayuda a darle un toque especial, pero es que el trabajo de ambientación, realizado principalmente a través de la recreación digital, también funciona bastante bien –hay uno o dos momentos en los que da un poco el cante, pero por lo demás no tengo queja-, sobre todo teniendo en cuenta el ajustado presupuesto -4,5 millones de euros- que tenían a su disposición.
No obstante, Vivas va quitando progresivamente importancia a la ambientación para ir cerrando la historia sobre su trío protagonista, intentando establecer así un toque claustrofóbico al mismo tiempo que va dándonos nueva información sobre los personajes que ya todos nos olíamos. No es una mala idea, pero la ejecución también acaba resultando un poco monótona y no llega a provocar el impacto emocional deseado en el espectador.
En definitiva, ‘Extinction’ no es una mala película, pero sí que el resultado final es mediocre y muy decepcionante tras lo que Vivas había conseguido con su anterior trabajo. Además, todo suena demasiado familiar y los tópicos acaban por zamparse los pequeños instantes de lucidez. Es una pena, pero por mi parte os recomendaría antes darle una oportunidad a otra cinta de género que aún está en cartelera y que, dentro de sus limitaciones -que no son pocas-, me dejó bastante mejor sabor de boca que la que ahora nos ocupa. Y es que lo peor de todo es que 'Extinction' me va gustando menos cada vez que vuelvo a pensar en ella...
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