Al inicio del Festival de Cannes, en esas primeras sesiones que desvelaban los primeros atisbos de una programación verdaderamente interesante de Semana de la Crítica, esa sección paralela construida casi exclusivamente con óperas primas y que este año ponía el foco en un grupo de directores jóvenes con una tremenda fuerza prometedora, veíamos la argentina 'Simón de la montaña'.
Una película desconocida y que partía sin ninguna clase de expectativa o, incluso al contrario, que podía inspirar ciertos prejuicios, y que ha terminado merecidísimamente alzándose con el Gran premio del jurado de la sección paralela, en detrimento de la también notable 'Julie Zwijgt' ('Julie Keeps Quiet'), de Leonardo Van Dijl, que se hacía con otros dos de los premios adicionales.
'Simón de la montaña' está dirigida por el debutante Federico Luis, que ya despuntaba en 2019 con su cortometraje a competición oficial 'La siesta', que le brindaría reconocimiento entonces y le devuelve ahora a la croisette con su primer largometraje del que dice sentirse protagonista. Una confesión controvertida, considerando el objetivo de su alter ego en una trama sensible que juega en esa fina línea entre la ofensa y el rechazo, y la comprensión más sincera.
Simón tiene 21 años, dice no saber limpiar el baño, intenta cocinar, aunque sólo un poco, pero sabe hacerse la cama. Todo respuestas correctas para lograr conseguir el carnet de discapacidad que, según él, sólo le ayudará a abrir puertas. Su mejor amigo, que sí lo tiene, le entrena para parecer "cuanto más tonto mejor" y así conseguir quedarse en su vida, y la del resto del grupo con quien Simón pasa sus días en un centro para capacidades diversas.
Un internamiento voluntario en busca de una acogida cálida de una familia elegida, por oposición a sus parientes por genética contra los que se rebela de forma sistemática, que le brinda un lugar especial y la atención que reclama a gritos de su propia madre.
Un coming of age perverso pero de buenas intenciones. Un despertar tardío y diferente a otros relatos que hemos visto recurrentemente en esta última década de cine sobre transformaciones adolescentes y crecimiento interno. Casi un anti coming of age.
Un trabajo actoral coral imponente
Apoyada en un trabajazo impresionante de su protagonista, Lorenzo Ferro, en su transformación física como reflejo de la autolimitación de sus capacidades cognitivas, que genera dudas razonables sobre un proceso del todo cuestionable y de alguna forma entendible. Otra interpretación magistral del que ya encarnara el descaro y la insolencia con su caradura protagonista en 'El Ángel' (Luis Ortega, 2018) y que augura una buena dosis de atención de la temporada que se viene.
Ferro está arropado, además, en un brillante elenco de tremendos secundarios, todos con diferentes capacidades, de los que destacan Pehuen Pedre y Kiara Supini, que interpretan dos personajes complejos con un finísimo trabajo. Un casting lleno de autenticidad y verdad que es, sin ningún complejo, lo mejor de 'Simón de la montaña'.
Una apuesta verdaderamente arriesgada por su punto de vista y magistral en su tratamiento con una mirada de tú a tú, áspera y sin condescendencia, que se limita a normalizar la vida en unas circunstancias particulares. Sin grandes aspavientos ni manipulaciones emocionales, sin subrayados, sin indulgencia ni concesiones, Federico Luis muestra crudamente una realidad de la que se dice partícipe y a la cual no señala de forma necesitada.
'Simón de la Montaña' es un trabajo completamente natural de normalización de un sector de la sociedad apenas visible, a partir de un personaje controvertido pero de mirada noble, que resultaba la gratísima sorpresa de Semana de la Crítica con el descubrimiento de una obra potentísima y de largo recorrido.
Ver 1 comentarios