'Los Ilusos' de Jonás Trueba, o el placer de hacer una película

'Los Ilusos' de Jonás Trueba, o el placer de hacer una película
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El Atlántida Film Fest, el festival de cine online de Filmin, ha resultado ser una gran oportunidad para ver títulos que de otra forma habría sido imposible –y mucho más ahora tras el cierre de Alta Film y los cines Renoir–. El otro día os hablábamos de 'Ali' (id, 2012) de Paco R. Baños y hoy analizamos 'Los Ilusos', el segundo largometraje de Jonás Trueba con el que consigue hacer un hueco entre ese pequeño gupo de jóvenes talentos del cine español y a la vez, quitarse de un manotazo –o digamos de un claquetazo– el sambenito de ser 'el hijo de'.

Todo lo que rodea a la película tiene esa esencia mágica de cuando algo se hace con pasión y no se necesita nada más y es que...¿por qué esperar a que algún productor decida financiarnos cuando lo que queremos contar es tan real y cercano a uno mismo y no necesita ninguna floritura? Rodada en unq película de 16 mm caducada a lo largo de siete meses durante los ratos libres de su equipo y con amigos –los directores Sigfrid Monleón y Javier Rebollo hacen pequeñas colaboraciones– , 'Los Ilusos' es, además de una bonita oda al cine y a todo lo que nos hace vivir, un homenaje al hecho de hacer cine.

los ilusos
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El placer de rodar

'Los Ilusos' nació ante la urgente necesidad de un joven realizador por volver a rodar después de la buena acogida de su primer largometraje y se nota en cada uno de sus planos. Con una delicadeza y madurez pasmosa, Jonás Trueba retrata esa temporada que pasa en la vida de un director de cine entre película y película: sus encuentros, sus momentos de soledad, sus paseos, su necesidad de búsqueda de inspiración...Un retrato tan real como si lo estuviéramos viendo con nuestros propios ojos, en la película se habla de cine, sí, pero también de los silencios, de las risas con amigos, los paseos, leer, de ir al cine, de los primeros besos...en definitiva, 'Los Ilusos' va sobre la vida y esos pequeños detalles dignos de ser rodados.

Y es que casi podría decirse, que 'Los Ilusos' es una pequeña y deliciosa película autobiográfica a la que Jonás Trueba ha querido transmitir esos momentos 'vacíos' en los que se encuentra un director cuando no rueda, y puede que por eso mismo, haya querido dejar sus huellas a lo largo de la película. La utilización del metalenguaje –la propia voz del director diciéndonos lo que está rodando y por qué, la claqueta, las repeticiones de los actores– hacen que el espectador sea consciente de que está viendo cine, una película sobre cine o más bien: una película sobre la libertad de hacer cine.

francesco carril

Antoine Doinel se pasea por Madrid

Si el mítico personaje Antoine Doinel fuera español, tendría el rostro de Francesco Carril y se pasearía por las casi desérticas calles de un Madrid en blanco y negro, actual y bajo los efectos de la crisis económica. La capacidad de retratar la ciudad de Jonás Trueba, nos recuerda a como François Truffaut filmaba el París de los 60. Y es que la forma en la que está rodada el segundo largometraje de Trueba, mucho tiene que ver con esos títulos míticos de la Nouvelle Vague del ya nombrado Truffaut o Godard. Pensaréis que exagero, pero la forma de rodar de Trueba consigue dejar ese poso de realidad del movimiento francés, pero sin perder su propia identidad y dotando a Madrid de una identidad propia y casi mágica –surrealista y maravilloso el momento del sueño con Javier Rebollo–.

Desde el álter ego del director –o no– al que interpreta el increíble Francesco Carril –¿de dónde ha salido y por qué no hace más cine?–, hasta la bellísima Aura Garrido, el reparto de 'Los Ilusos' se pasea por los fotogramas de la película con total libertad, como sí las historias fueran las suyas propias, dando más veracidad a esta película sobre la cotidianidad y la vida.

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'Los Ilusos' es un homenaje a esa forma de entender el cine que aprendimos gracias a la Nouvelle Vague y a su pasión por hacer películas. Una demostración de que todavía existe gente capaz de emocionarse por contar las historias más pequeñas y cotidianas que a la vez son las más grandes; en definitiva, la muestra de que todavía quedan algunos ilusos sueltos a los que poder aferrarse.

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