Quitando la anomalía del verano pasado con Barbenheimer, en el verano los cines se llenan de blockbusters génericos y secuelas demasiado seguras para que nadie se moleste que, como es obvio, se diluyen tan pronto como los hielos que se colocan en la bebida que se pide en el chiringuito. Que Hollywood persiga el dinero no es un problema per se, pero sí que sus maneras de buscarlo cada vez tiendan más a la planicie.
Es muy fácil criticar algunas propuestas como descerebradas, pero también es cierto que incluso desde ahí lograban ser algo divertidas. E incluso suponer un rato de frescura que realmente te distrae durante un rato, y lo hace con espectacularidad pero también ofreciéndonos momentos humanos y química entre actores que nos recuerde que también pueden haber emociones. Vamos a tener secuelas de casi todo, pero al menos todas podrían aprender algo de ‘Twisters’.
Cabalgar el viento
La secuela del clásico noventero del cine de desastres se estrenó superando muchas de las expectativas moderadas que hubo en torno a ella. Un soplo de frescura dentro del cine algorítmico que puebla salas y plataformas, dirigida con interesante aplomo por Lee Isaac Chung y protagonizada por Daisy Edgar-Jones y Glen Powell. La película hace su esperado estreno en streaming a través de Max.
Años después de que su fallido experimento de tesis derivase en una catástrofe donde varios de sus amigos perdieron la vida, Kate Cooper es abordada por su antiguo compañero Javi para volver a la caza de tornados. Su instinto para localizarlos puede ser de utilidad para una empresa que quiere recoger datos que ayuden a predecir mejor la aparición y destrucción de estos fenómenos naturales. Durante sus viajes por Oklahoma, zona fértil para las tormentas, se cruzarán con un Youtuber y su cuadrilla que se encargan de “cabalgar” estos tornados.
Lo que más se agradece de una película como esta es que tenga bien aprendido el libro de la original ‘Twister’, y se aleje un poco de las tendencias más inanes del blockbuster medio. Chung muestra una interesante artesanía mainstream para venir de hacer cine indie (como la maravillosa ‘Minari. Historia de mi familia’), apostando por rodar con película de 35 mm en lugar de digital e ir pausando en muchos momentos humanos en lugar de inundar todo con secuencias de acción.
‘Twisters’: diversión destructiva
El otro aspecto que se agradece, y que claramente ha heredado de la película de Jan de Bont, es la voluntad de tomarse en serio su ejecución, pero no a sí misma. ‘Twisters’ podría haber caído en la tentación de querer pretender ser más de lo que es con un comentario más directo sobre el cambio climático o sobre empresarios que ponen los medios para la investigación siempre que se enfoquen en sus intereses económicos. Todo esto está presente, pero en pinceladas sutiles para no entorpecer ni el espectáculo ni el tener momentos con los personajes.
Ni siquiera necesita tener los personajes más elaborados, pero sí que parezcan de carne y hueso con conflictos bastante auténticos y actores capaces de pasárselo bien interpretándolos. Edgar-Jones y Powell exhiben la química que suele diluirse en el cine comercial moderno, pero era clave en propuestas noventeras como la propia ‘Twister’. Todo conforma un formidable rato de diversión destructiva que recompensa por completo la oportunidad que se le da.
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