'Battlestar Galactica', diez años del remake que cambió el modo de hacer remakes

El próximo domingo se cumplen diez años del estreno en Syfy (entonces aún llamada SciFi) de la miniserie de 'Battlestar Galactica', una de las obras de ciencia ficción más destacadas de los últimos años y una serie que merece ser considerada entre las mejores de los últimos quince años. De hecho, resulta curioso encontrársela en listas de ese estilo al lado de 'Los Soprano' o 'Breaking Bad' cuando, en sus inicios, no era más que la puesta al día de una vieja serie de los 70 que pretendía aprovechar el enorme éxito de 'Star Wars' y trasladarlo a la televisión. Aquella inicial 'Galáctica, estrella de combate' tenía un punto de partida muy potente, en el que una malvada raza extraterrestre como los cylon exterminaba casi por completo a los humanos que habitaban en las Doce Colonias, pero se había diluido a lo largo de una única temporada en la que la cadena quiso limar las connotaciones oscuras de esa premisa para acercarse más a un público familiar.

Esa serie tiene una interesante historia de continuaciones y de intentos por parte de algunos de los implicados en resucitarla durante los años siguientes a su emisión, ya fuera una continuación impulsada por Richard Hatch, el actor que interpretaba a Apolo, o un proyecto de Bryan Singer para FOX que se vio retrasado, y cancelado finalmente, por los atentados del 11 de septiembre de 2001. Sin embargo, ese intento de Singer, que declaró entonces que la marca de 'Battlestar Galactica' era un "gigante dormido", puso en marcha el engranaje para que Syfy encargara a David Eick y Ron Moore un remake directo de la serie creada por Glen A. Larson. Lo que no sabían es que acabaría convertido en el estándar para medir cualquier otra reimaginación intentada posteriormente en televisión.

El manifiesto de Moore

Eick y Moore se tomaron el encargo de un modo muy concreto; cogiendo el punto de partida de la serie original, y sus líneas básicas, y tomándoselo completamente en serio. Al desarrollarla en los meses siguientes al 11-S, y en medio del clima de miedo, paranoia y medidas gubernamentales que restringían algunas libertades en aras de la garantía de la seguridad nacional que se vivía en Estados Unidos, la nueva 'Battlestar Galactica' tenía que tener, a la fuerza, un tono mucho más sombrío. Iba a ser una space opera, pero Moore, que se había forjado escribiendo para un par de series de la franquicia de 'Star Trek', quería despojarla de todos los clichés que habían terminado "secuestrando" el género, desde los maquillajes locos de los extraterrestres a las aventuras coloridas en planetas exóticos.

Su visión quedó plasmada en un manifiesto que se entregó a la cadena y, sin que él lo supiera, también a los actores, en el que exponía que iba a tratarse el argumento y las ideas detrás de la serie con el mayor realismo posible y hasta sus últimas consecuencias, dotándola de bastante más seriedad de la que podía estar acostumbrado en aquellos años el espectador típico de Syfy. Para ello, Moore, realizó varios cambios fundamentales que marcaron desde el principio la línea de su 'Battlestar Galactica'; los cylones ya no eran alienígenas, sino máquinas construidas por los humanos que se rebelaron contra ellos, y que terminaron desarrollando modelos con apariencia humana en la mejor tradición de los replicantes de 'Blade Runner', y algunos personajes que en la serie original eran hombres pasaron a ser mujeres. El cambio más polémico ahí fue el de Starbuck, que seguía siendo el piloto experimentado, valiente y pendenciero de la original, pero en femenino.

La miniserie

Si se ve el piloto de la serie de 1978 (que también duraba tres horas) y la miniserie que daba comienzo a la reimaginación, se aprecia cómo Moore se queda con muchas de las cosas creadas por Glen A. Larson, pero busca el modo de despojarlas de todo artificio y de presentar una versión más seria y austera. No las moderniza simplemente añadiendo chistes o más violencia y sexo (aunque de estas dos últimas cosas hay bastante en la serie). La nave Galáctica, por ejemplo, funciona como un portaaviones de la Segunda Guerra Mundial, y la relación entre Apolo, Starbuck y Adama es mucho más complicada al darle un giro muy interesante a la muerte de Zak, el hermano del primero. También toma al presidente Adar, que en la original no era más que un estorbo, y lo transforma en Laura Roslin, una funcionaria de nivel medio que se ve de repente en un puesto de responsabilidad que nunca quiso (gran homenaje a la toma de posesión de Lyndon B. Johnson en el Air Force One después del asesinato de Kennedy), y en el que debe negociar y discutir constantemente con el comandante Adama para que se tenga en cuenta a los civiles de la Flota, y no se deje su gobierno en mando de los militares.

En la miniserie están todas las señas de identidad de las siguientes cuatro temporadas de 'Battlestar Galactica', algunas expresadas a través de los intentos por comprender los sentimientos humanos de cylones como Seis, o de la difícil convivencia entre el gobierno civil y los militares en épocas de gran crisis, o de la dificultad de identificar a tu enemigo si es exactamente igual que tú. También quedó clara la apuesta estilística de la serie (con mucha cámara en mano para darle inmediatez), y su arma secreta (o no tan secreta), un reparto que conseguía crear personajes muy humanos y tridimensionales, y que encabezaban dos veteranos como Edward James Olmos y Mary McDonnell. 'Battlestar Galactica' fue evolucionando a lo largo de los seis años que estuvo en antena, y la evolución generó división entre sus seguidores, pero es indudable que aquella miniserie lanzó una de las mejores series de los últimos años, que supo trascender su condición de remake precisamente tomándosela en serio. Como diría Adama, "so say we all".

En ¡Vaya Tele! | Todo sobre 'Battlestar Galactica'

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