El primer bienio republicano
Tras la proclamación de la República, entre abril de 1931 y noviembre de 1933 en España se acometieron importantes reformas en un ambiente relativamente estable.
Las ilusiones que la República despertó en la sociedad fueron inmensas; también las expectativas, lo cual resultó un arma de doble filo, puesto que muchas se vieron defraudadas. Había una gran necesidad de cambio y el Gobierno tomó medidas inmediatas –en cuestión de horas, días o semanas– sobre todos los asuntos que importaban a la población, aquellos que marcarían la vida política de los siguientes cinco años. Se decretó la libertad de cultos y la no obligatoriedad de la enseñanza de la religión en la escuela, se inició la reforma del Ejército para subordinarlo al poder civil y se abordó la situación del campo, donde ese invierno el paro había sido brutal –más de 100.000 desocupados sólo en Andalucía y Extremadura– y los campesinos pasaban verdadera hambre debido a unos jornales de miseria. También se mejoraron las condiciones laborales de los obreros y se impulsaron las libertades públicas. Hubo desde el principio un gran esfuerzo modernizador, que se aprecia en el número de nuevas escuelas construidas a finales de ese primer año (7.000), a un ritmo diez veces superior al de la monarquía.
La principal tarea del Gobierno provisional, no obstante, era la convocatoria de unas elecciones generales. Estos comicios se celebraron el 28 de junio de ese mismo año y arrojaron una clara mayoría de izquierdas y republicana. Fueron estas Cortes las que, a lo largo de casi cinco meses, debatieron el contenido de la nueva Constitución que debía regir la vida de los españoles, finalmente aprobada el 9 de diciembre de 1931.
El 15 de diciembre se constituyó el primer Gobierno ordinario, presidido por Azaña, de Acción Republicana, que contaba con tres ministros del PSOE (primer partido del Congreso, con 115 escaños) y otros de formaciones minoritarias (entre ellos, dos del Partido Radical Socialista). Alejandro Lerroux, líder del Partido Radical Republicano (segundo en el Congreso, 94 escaños), se negó a formar parte debido a la fuerte presencia de socialistas y a las medidas sociolaborales que Largo Caballero, ministro de Trabajo, había promovido en esos primeros meses. La aspiración de Lerroux, en realidad, era llegar a la presidencia del Gobierno y, a partir de ese momento, pasó a ejercer una feroz oposición.
El programa aplicado por Azaña siguió la línea emprendida por el Gobierno provisional, lo que le valió el rechazo de los sectores más conservadores de la sociedad. Con la reforma religiosa se intentó rebajar el desmedido poder de la Iglesia y hacer efectiva la aconfesionalidad del Estado recogida en la Constitución. En una polémica decisión, se disolvió la Compañía de Jesús –cuya fidelidad estaba con el Papa y no con la República– y se nacionalizaron sus bienes, tarea nada fácil porque los jesuitas tenían poco a su nombre. En cualquier caso, no se les expulsó de España, como interesadamente se ha dicho a menudo. También se secularizaron los cementerios y se aprobó la Ley de Divorcio, de forma que la disolución del matrimonio quedó sometida a la jurisdicción civil y no al capricho de las nulidades eclesiásticas. El mayor enfrentamiento se produjo en la primera mitad de 1933, a raíz de la Ley de Confesiones y Congregaciones Religiosas, que, entre otras cosas, suprimía la financiación de la Iglesia por el Estado, tal como mandaba la Constitución, y decretaba el cierre de los centros de enseñanza católicos.
Uno de los grandes caballos de batalla del Gobierno republicano fue la educación, ya que España contaba con una tasa de analfabetismo de entre el 30 y el 50%. El Ministerio de Instrucción Pública puso en marcha un ambicioso plan de apertura de centros escolares que preveía 27.000 nuevas escuelas, de las cuales, a finales de 1932, se habían construido unas 10.000.
Más información sobre el tema en el artículo El despertar de la ilusión. Aparece en el último MUY HISTORIA, dedicado a La II República Española. De la caída de Alfonso XIII a la Guerra Civil.
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