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'From Dust' para Xbox 360: análisis

Tras algunas semanas con una Xbox 360 inservible por culpa de las malditas luces rojas, la llegada del modelo Slim a mi despacho ha acontecido en el mejor momento posible, en pleno hervidero de novedades gracias al Sumer of Arcade 2011. Con ella ha aterrizado también ‘From Dust’, un juego que me enamoró con sus artworks hace unos meses aún sin saber en qué derivaría el tándem Ubisoft y Erich Chahi.

Al final las sensaciones se han mantenido, convirtiéndose en el perfecto pasatiempo en estas últimas tardes, y habiendo escalado puestos además en mi particular ránking de los juegos más bellos de los últimos años. Xbox Live Arcade vuelve a posicionarse como una fuente inagotable de innovadoras novedades gracias a títulos como ‘From Dust’.

Si a partir de ahora buscáis en el diccionario la palabra sandbox, lo primero que deberías encontrar es una imagen de ‘From Dust’ como definición absoluta. Una caja de arena, cuadrada y limitada, pero lo suficientemente grande como para que no nos haga falta más espacio, en la que poder coger tierra y moverla de un sitio para otro, creando montañas y valles a nuestro antojo.

El objetivo del juego es hacer honor a nuestros poderes y facilitar las cosas a la tribu que nos venera para que puedan continuar su camino. Así, al iniciar un nivel, marcaremos el lugar en el que deberán establecer su primer asentamiento, siempre con un tótem previamente colocado por los desarrolladores del juego y alrededor del cual nuestros fieles construirán sus chozas.

Una vez conquistados todos los tótem del nivel se nos abrirá el paso hasta el siguiente. Una meta fácil de conseguir al principio, pero con cada nuevo escenario los elementos de la naturaleza empezarán a complicarnos la tarea. Un río que se desboca por las lluvias torrenciales bien puede arrasar nuestro poblado y mermar nuestro número de habitantes, así que toca coger tierra y crear un desvío montañoso que rodee el asentamiento mientras medimos con cautela nuestro siguiente paso.

Con un paso de agua cercano la prosperidad llega a la zona, llenando todo de vegetación y animales salvajes, pero de la misma forma que una noche en Tailandia puede provocar alguna sorpresa, aquí la belleza también guarda un secreto. La cercanía de una planta de fuego o un volcán en erupción puede provocar que los verdes prados empiecen a arder, llegando al pueblo y fastidiándonos varios minutos de intensivo trabajo.

Toca desplazarse hasta una fuente de agua y rociar las llamaradas hasta extinguirlas o si preferís no tener que preocuparos por ese percance de nuevo, tomar la arena que rodea el poblado dejando la tierra estéril y creando un cortafuegos improvisado.

Cuando vemos que la situación se descontrola por completo por nuestra poca traza al hacer de deidad empezamos a escuchar la llegada de una ola. Se acerca un tsunami, la solución a nuestra deforestación por culpa del fuego. La ola es lo suficientemente alta como para cubrir la tierra y apagar las amenazantes llamas, así que: ¡hurra! Pero la pequeña nuez que tenemos por cerebro pronto se percata de un detalle y exclama: ¡mierda!

La ola es los suficientemente alta para llegar a las zonas de fuego pero también para sumergir nuestro asentamiento de la otra punta del escenario. Haber conseguido el poder de crear tierra infinita por un corto período de tiempo no será suficiente para elevar la zona que quedará inundada, pero el último tótem conseguido nos ha dado la posibilidad de convertir el agua en una masa gelatinosa que podemos moldear a nuestro antojo y cerca nuestro se encuentra una piedra con poder para proteger a nuestros pueblos del agua.

Dicho y hecho, embarcamos a uno de nuestros civiles en la probablemente infructuosa pero desesperada aventura de conseguir ese poder místico, así que nos disfrazamos de Moisés, congelamos el agua y usamos la herramienta de recoger materia para crear un camino rodeado por inmensas paredes de agua hasta la piedra. El indígena coge su cometa y se desplaza hasta allí.

De vuelta al pueblo con el poder alojado en la comenta el nativo empieza el ritual para proteger la ciudad mientras nuestros intentos por hacer algo más o meterle prisa caen en saco roto. Nosotros controlamos los elementos, pero no a los humanos, así que toca confiar en sus posibilidades mientras se acaba el efecto gelatinoso en el agua y la ola empieza a acercarse más y más.

Colocada la cometa el resultado es espectacular, la ola llega pero se dispersa al llegar poblado, como si este estuviese protegido con un inmenso y circular campo de fuerza. El resultado a nivel visual es brutal y enternecedor, pero lo mejor de todo ha sido esa sensación de haber salvado una civilización con tus propias manos.

La conquista de un último tótem nos concede la habilidad de evaporar el agua, y sin la amenaza de otra ola durante un buen rato nos dedicamos a rociar la máxima extensión de tierra posible para que la vegetación empiece a crecer y alcancemos el 100% de vida salvaje, otro de los objetivos de cada nivel. Y ojo porque donde hay un simpático riachuelo ese objetivo es fácil, pero a ver cómo te lo montas cuando tu poblado tenga que establecerse dentro de un volcán activo.

Tras ello dirigimos a nuestra tribu hasta la salida del nivel, esperando poder volver a disfrutar tanto en el próximo, o saliendo del modo campaña para realizar algunos de los desafíos que se nos irán desbloqueando.

Tocará lidiar de nuevo con los limitados recursos de nuestros nativos para escoger el camino más adecuado, pero la belleza de este juego, su propuesta y sus físicas, serán suficientes para olvidarnos de los nimios detalles y disfrutar una vez más de un género que parecía ya olvidado, el de jugar a ser Dios.

From Dust | Xbox 360

  • Plataformas: PC, Xbox 360 (versión analizada)

  • Desarrollador: Ubisoft

  • Distribuidor: Ubisoft

  • Lanzamiento: Ya disponible

  • Precio: 1.200 MS (~15 euros)

   <p>Los God Games vuelven con From Dust, una interesante y divertida propuesta en la que usaremos elementos naturales para crear un hábitat perfecto en la que las civilizaciones puedan prosperar.</p>

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