Es casi seguro que ya sepas que la saga de películas Piratas del Caribe estaba basada en una atracción del mismo nombre de los parques Disney. También es muy probable que hayas escuchado la leyenda de que bajo su paseo en barco estaba criogenizado el cuerpo de Walt Disney aprovechando el agua como sistema de refrigeración.
Pero lo que no es ni una leyenda ni una película que nos hayamos montado es que los esqueletos que dan vida a la atracción cantando y bailando en forma de animatrónicos fueron, durante una buena parte de la vida de la atracción, esqueletos reales.
El origen de la saga Piratas del Caribe
Aunque la sexta entrega de la saga lleva anunciada desde 2018, entre la pandemia y las reestructuraciones recientes de Disney, la franquicia de Piratas del Caribe lleva demasiado tiempo en pausa como para tener grandes esperanzas frente a un retorno cercano.
Sin embargo, la atracción que le da nombre sigue siendo una de las principales atracciones de los parques del famoso ratón y, durante mucho tiempo, también fue uno de los desembolsos más grandes que había hecho Disney en una producción propia.
Inaugurada poco después de la muerte de Walt Disney (de ahí la leyenda urbana), Piratas del Caribe costó unos 15 millones de dólares de aquella época, el equivalente a más de 100 millones de dólares a día de hoy. Casi tanto como lo que había costado la construcción del resto del parque.
De la mano de un paseo en barca similar al de Small World, la atracción de 1967 permitía recorrer varios escenarios en los que se mostraban escenas de piratas con muñecos animatrónicos mientras bebían, cantaban y saqueaban en una suerte de Libertalia de cartón piedra.
Esqueletos reales donados por una universidad
A pesar de que lo básico lo tenían más que controlado, la parte en la que la atracción se tornaba más oscura y empezaba a mostrar esqueletos en movimiento para continuar con la colección de clichés, pronto terminó atragantándose al equipo de animatrónicos y escultores.
La tecnología necesaria para crear muñecos realistas a base de esqueletos aún estaba en pañales y, para solventar el problema, acudieron a la Universidad de California donde se les donaron esqueletos reales para poder dar forma al imaginario de la atracción.
“Con el tiempo, mientras la tecnología para crear esqueletos falsos mejoró, una nueva generación de trabajadores reemplazó a los reales, que se enviaron a sus países de origen para darles un entierro apropiado”.
La historia, aportada por el productor de Walt Disney, Jason Surrell, no ha hecho sino acrecentar la leyenda de la atracción generando más conspiraciones sobre si se terminaron recogiendo o no todos los esqueletos reales que había en la misma, así que si buceáis un poco por la red no tardaréis en encontrar a alguien diciendo que esta o esa otra calavera siguen siendo restos humanos.
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