'Matrix: Resurrections' es una secuela a la altura de la trilogía original y una gran reflexión sobre el estancamiento actual del cine

Lana Wachowski no deja títere con cabeza en la cuarta entrega de 'Matrix'. El regreso de Neo, casi dos décadas después de la transformación de Keanu Reeves en icono total del cine de acción y ciencia-ficción, es una ametralladora metaficcional que dispara a la industria, a las franquicias, al estado actual del género y sí, a las propias películas originales que, parece decir Wachowski, igual tenemos un pelín mitificadas de más.

Esos momentos son los más brillantes y sorprendentes de la película, y también los más venenosos, pero 'Matrix Resurrections' es mucho más que un mero ejercicio meta, o un guiño a los tiempos pasados. Es una película también estudiadamente irregular, casi como un desafío a esas secuelas trazadas con escuadra y cartabón, de guiones matemáticos y cero sorpresas en su desarrollo. Con 'Resurrections' ni siquiera hay que ponerse paranoicos con los spoilers porque cuenta, de nuevo, la historia más vieja del mundo.

'Matrix: Resurrections' parece reconocer que la trilogía cerraba convenientemente bien la historia original, pero también que es fácil empezar de nuevo. Al fin y al cabo, quién se va a fiar de un pacto de caballeros entre dos máquinas: no diremos más, pero sí que básicamente estamos ante una nueva reformulación del argumento de la primera 'Matrix'... en un mundo en el que ya ha sucedido la primera 'Matrix'. Cosas de apagar y encender el ordenador para resetear el sistema.

Es solo el punto de partida para una reflexión muy aguda y llena de aristas acerca de las franquicias, las secuelas y la propia naturaleza de 'Resurrections'. Llegaremos a ver a un personaje, algo así como el "productor" de la nueva Matrix (de la película y de la ficción) explicando cómo funciona el tiempo-bala, del que habla con esa misma terminología. Los personajes hablarán del público y las diferencias entre el de hace veinte años y el de ahora, de la necesidad de una secuela, de redes sociales, de que las historias se repitan una y otra vez para que funcionen. Todo con el habitual lenguaje críptico y lleno de sobreentendidos de las películas de 'Matrix', para que escarbemos en el entrelineado durante meses.

Entonando el 'mea culpa'

Y Lana Wachowski tiene tiempo, también, de contemplar el efecto de 'Matrix', y criticarlo. Por ejemplo, habla de cómo quizás la idea de las pastillas como una elección binaria no era del todo acertada. Porque la vida es más compleja que eso, y lamenta, casi con esas palabras pero enunciándolo de forma inteligentísima, que la utraderecha se haya apropiado de la simbología de la pastilla roja y la pastilla azul.

Es decir, aquí recibe todo el mundo, pero obviamente unos más que otros. Aunque el mejor momento está en un discurso final -con el que vi echar vapor por las orejas a más de uno de los espectadores que me rodeaban- y que pone en solfa el estado general del cine de género, con claras alusiones al material superheroico fílmico -que Neo ayudó a construir, otro mea culpa de Lana Wachowski- y con unas cuantas ideas utópicas para cambiarlo de una vez por todas.

Y todo ello con referencias a la trilogía original, algunas interesantísimas como la de la sala que replica la habitación donde se encuentran Neo y Morfeo por primera vez, toda una reverencia al poder evocador y subversivo de las ficciones. Es decir, con un uso inteligente y corrosivo del legado de las películas, y que debería hacer sonrojar a experimentos que funcionan en esos mismos términos pero que quedan muy por detrás en sus resultados como 'Cazafantasmas: Más allá' o 'Spider-Man: No Way Home'

Pero además, 'Matrix: Resurrections' es un estupendo espectáculo de acción (no tan frenético y trepidante como las otras entregas, eso es cierto), que recupera las coreografías y los stunts marca de la casa, y que aunque no logra en ningún momento dejar atrás el recuerdo de las secuencias más míticas de los originales, sí que aguanta el tipo pese a los años transcurridos. El largo clímax final, voluntariamente feísta y agresivo, es también casi una declaración de intenciones, un corte de mangas violento y siniestro, comparado con la aburrida pulcritud de las franquicias millonarias de Marvel y DC.

'Matrix: Resurrections' no es perfecta ni revolucionaria: es ciencia-ficción punk de alto presupuesto, y como tal, frenética e irregular, pero también muy estimulante. No siempre funciona a la perfección, pero cuando lo hace (las motivaciones del nuevo villano, la reinvención de Smith, las reflexiones sobre la mitología de la saga) es casi un colutorio en tiempos de franquicias clónicas y cine ultrasaneado. 'Matrix: Resurrections' está a la altura de sus predecesoras y es el mejor recordatorio de lo metidos en el Matrix audiovisual que llevamos desde hace años.

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