La noche del 9 de noviembre de 1989 miles de berlineses salieron a la calle y comenzaron a demoler, ladrillo a ladrillo, el muro que les había separado durante casi tres décadas. La Europa dividida entre el capitalismo y el comunismo llegó a su fin. Pero ninguna herida sana tan pronto como para ocultar las cicatrices, y mucho menos una, la que separaba al este del oeste continental, que llevaba siglos abierta.
Entre humanos, sí, pero también entre ratones.
Dos subespecies de ratón doméstico, mus musculus, pueblan el continente europeo. La primera, mus musculus domesticus, habita las tierras occidentales, es grisácea, algo más grande y ha colonizado América y Oceanía de la mano del imperialismo europeo. La segunda, mus musculus musculus, habita las tierras orientales, es marronácea y algo más pequeña. Viven separadas desde hace miles de años, cuando una y otra siguieron las dispares migraciones humanas.
Y la línea que dibujan sobre el continente es muy familiar.
El mapa proviene de un estudio publicado hace unos años en BMC Evolutionary Biology. El trabajo analiza la nítida frontera que separa al ratón occidental del oriental, y cómo hay una pequeña zona, a mitad de caballo entre Alemania y República Checa, donde ambas especies se cruzan y emparentan. Es un fenómeno peculiar, porque la descendencia que engendran es poco numerosa, y porque los cruces no son frecuentes. Las hembras de ambas subespecies prefieren a los machos propios.
Para el ojo experto, lo más llamativo no es tanto el proceso de separación de ambos grupos como la frontera sobre la que se despliegan uno y otro. Sigue con sorprendente exactitud la línea trazada en su día por el Muro de Berlín, testigo a su vez, y aún a día de hoy, de las enormes diferencias económicas y culturales que separan el oriente del occidente europeo.
El inicio y fin de una separación
La frontera de los ratones comienza en Dinamarca, cruza por las tierras de Brandeburgo, atraviesa el corazón de Austria, sigue la línea del Adriático y tuerce hacia el Mar Negro, direción este, justo antes de llegar a Grecia. A excepción de algunos territorios, como Baviera o la mayor parte de Austria, casi todos los países cubiertos por el musculus fueron comunistas. Y casi todos los habitados por el domesticus fueron capitalistas.
Se trata de una casualidad mucho antes que de una consecuencia. La división entre el ratón occidental y oriental precede, y con mucho, a la del Muro de Berlín. Se sabe que el mus musculus llegó a Europa a través de los Balcanes, alrededor del octavo milenio antes de Cristo. Su colonización de la cuenca mediterránea y, en última instancia, de Europa occidental, no se fraguaría hasta el último milenio de la Antigüiedad.
En algún punto de aquel proceso, las dos subespecies convergieron. Unas siguieron a los habitantes de Europa occidental y otras siguieron a las tribus que habitaron las inmensas estepas y llanuras del este del continente. El contraste entre ambas es sustancial en lo genético, hasta el punto de que ambos ratones podrían convertirse en especies nítidamente distintas, incapaces de procrear, en un futuro lejano.
Sabíamos que Europa era un continente abarrotado de fronteras invisibles, fruto del testarudo peso de la historia, pero no que aquellos límites también los dibujaban los animales. Sin embargo, es un fenómeno de relativa frecuencia. Hace unos años otro grupo de investigadores analizó el rango de los buitres leonados en la península ibérica. Lo que descubrieron fue alucinante: las aves apenas traspasaban la raya, la frontera que separa a ambos países desde siglos atrás.
¿Por qué? En este caso la acción del ser humano sí había tenido un impacto decisivo en el fenómeno. España y Portugal mantienen políticas distintas en cuanto a qué hacer con el ganado muerto. Mientras las regulaciones del primero sí permiten abandonar el cadáver a su suerte, pasto de los buitres, las del segundo obligan a enterrar los cuerpos en la mayor parte de los casos. Por lo que los buitres han dejado de frecuentar sus cielos.
Ejemplos de cómo los conflictos políticos o administrativos de los seres humanos afectan a las especies animales hay muchos. En la India, por ejemplo, una especie particular de cabra experimentó un descenso poblacional del 60% tras la partición de Pakistán, en parte por la valla que sigue la frontera de ambos países. El efecto frontera en los esfuerzos por conservar especies es un permanente motivo de preocupación.
Como es obvio, construir un muro de miles de kilómetros, al uso de Estados Unidos en su límite sur, puede tener consecuencias muy a largo plazo sobre numerosas especies animales y vegetales. El caso de nuestros ratones es llamativo precisamente por lo contrario. Dibujaron la frontera siglos, milenios antes de que los acontecimientos del siglo XX colocaran otra, más física y real, sobre sus mismos límites.