Se estima que se realizan 40.000 millones de fotos diarias. De todas ellas, casi el 80% se toman a través del móvil. Dicho sin cifras ampulosas: hacemos muchísimas fotos, y el smartphone es el núcleo de esa fotografía. Desde el móvil tomamos, reproducimos, editamos, y archivamos nuestra vida.
Y seguramente te hayas dado cuenta de un detalle: cuando tomas la foto desde la cámara, desde la aplicación nativa, el resultado es bastante distinto que esa misma foto tomada desde dentro de Facebook o WhatsApp. ¿Por qué?
No hay dos fotos iguales
Si un móvil captura unas 30 imágenes por segundo, por cada imagen puede tomar decisiones distintas
Ni siquiera con dos cámaras idénticas, de dos terminales mismo modelo, una foto tomada a la misma hora arrojará resultados distintos. Para que dos fotografías sean idénticas, han de tomarse a la vez y en un entorno de luz y movimiento controlado. Es decir, en un estudio.
Si un móvil captura unas 30 imágenes por segundo, por cada imagen puede tomar decisiones distintas. En ellas existen un puñado de variables a tener en cuenta: iluminación, escena y cómo se comporta el hardware en torno a ellas.
El problema está en las compatibilidades
Las aplicaciones como WhatsApp o Instagram “rebajan” los requisitos para ser compatibles con prácticamente cualquier terminal. Esta es la razón por la que se produce ese extraño fenómeno en el que cualquier foto tomada desde la app se verá peor que tomada desde la cámara.
Los fabricantes deben seguir siempre el API publicado por Google, pero existen funcionalidades que el API no tiene en cuenta
Estas aplicaciones desarrollan para miles de dispositivos, de todas las gamas, así que para asegurar la compatibilidad entre todo el ecosistema suelen prescindir de funcionalidades que los fabricantes sí pueden implementar al tener un entorno mucho más definido y controlado.
Los fabricantes deben seguir siempre el API publicado por Google. API viene de “interfaz de programación de aplicaciones”, es decir, el conjunto de subrutinas, funciones y procedimientos que ofrece la biblioteca de Android para ser utilizado por el software del fabricante. Pero hay funcionalidades que el API no tiene en cuenta y que otras app’s no solicitan, como el HDR Auto, el Face Beauty u otras herramientas de software.
«Algunas aplicaciones también solicitan fotografías en “modo vídeo” y el fine tuning que se hace para fotografía es distinto al de modo vídeo en todos los ámbitos (enfoque, ruido, color…). No podemos igualarlo al fine tuning de fotografía sin perjudicar a los usuarios que quieren disparar vídeos de calidad», informan desde BQ.
Por cierto, el fine tuning citado se refiere a un proceso, un conjunto de pequeñas modificaciones diseñadas para mejorar u optimizar el resultado de la foto. Se busca, por lo general, aumentar la eficacia, a través de varias funciones y metodología común, como por ejemplo el “truco” del suavizado, aproximar unos píxeles a otros para definir mejor las formas, reduciendo las variaciones de intensidad entre píxeles vecinos.
Con la estabilidad surge el mismo escenario: cada desarrollador implementa su aplicación de cámara. Cualquier fabricante puede diseñar una serie de optimizaciones, pero sólo serán tenidas en cuenta desde la aplicación nativa, nunca desde aplicaciones de terceros.
La culpa es de los algoritmos
¿Dónde está entonces la solución? Podríamos decir que es tan sencillo como salir de WhatsApp, realizar la foto con la app nativa de la cámara, y cargar la foto en WhatsApp. Pero aún queda un pequeño escollo: la compresión. Los algoritmos de compresión son siempre post captura y afectan sobre todo al procesado de la fotografía.
Los algoritmos de compresión en JPEG son susceptibles de crear artefactos visuales
Y esto hará que la foto se vea peor. Como nos explican desde BQ, «los algoritmos de compresión en JPEG son susceptibles de crear artefactos». Los artefactos son distorsiones debidas a una pérdida de datos en la foto, causadas normalmente a una mala codificación y compresión digital.
Y continúan: «esto se debe a que para comprimir las fotografías, se dividen y agrupan los píxeles en bloques para reducir la información presente en la imagen. Además, en función de la escena estos bloques pueden ser más o menos grandes provocando que los artefactos sean más visibles».
El mito del rendimiento
Una de las razones que se esgrimen cuando no logramos fotos con la calidad deseada es, sencillamente, que el móvil está saturado. Bien porque tenga un montón de aplicaciones abiertas o porque su memoria esté llena de archivos.
Sin embargo, BQ nos asegura que «no debería afectar al rendimiento general de la cámara. Hoy en día, Android es capaz de hacer una gestión más que eficiente del uso de la memoria RAM. Si la cámara en primer plano solicita más memoria de lo habitual, el sistema se encarga de liberar el espacio de otras aplicaciones en segundo plano para que esté disponible».
Respecto al hecho de tener múltiples archivos en la memoria interna, «tampoco debería afectar a la captura de imágenes siempre y cuando quede espacio libre. Aunque nunca es recomendable quedarse a 0, los móviles ya están optimizados para no sufrir en escenarios de bajo espacio en memoria», nos confirman.
Para disparar una fotografía normal, no se necesita mucha memoria RAM
¿Y qué hay de la RAM? Una buena foto depende de diferentes procesos básicos: el suavizado de la imagen, el control del ruido, la detección de bordes, etcétera. Y todos estos procesos consumen recursos. Más aún con la tendencia actual a trabajar en formatos RAW, sin compresión, y con muchas fotos a la vez.
«Para disparar una fotografía normal, no se necesita mucha memoria RAM. Pero las aplicaciones de cámara de hoy en día hacen muchas cosas más. Cuando disparamos 8 fotos al mismo tiempo para analizarlas en aplicación, todo el proceso consume memoria RAM y cuanta más tengamos, más fluido será el proceso», informan desde BQ.
Con el vídeo sucede algo parecido. Aunque siempre se tiende a optimizar las funcionalidades teniendo en cuenta el peor caso de uso posible, cuantas más “capas” de procesado añadimos a la grabación (estabilizador, corrector de contraste, etc), más recursos consumirá.
Pensando de forma práctica
En las cámaras de móviles, no hay un elemento más importante que el otro: el sensor, el tamaño de los píxeles, la resolución… cada uno aporta sus beneficios. Eso sí, cuanto mayor sea el tamaño del píxel, menor será la resolución, y viceversa.
Cuanto mayor sea el tamaño del píxel, menor será la resolución, y viceversa
«Al ser un parámetro que básicamente mejora la relación entre la señal y el ruido (SNR), el tamaño del píxel influye en situaciones de baja luz donde el ruido siempre es un problema para los smartphones. Teniendo en cuenta que es muy difícil que el tamaño de los sensores aumente más (el espacio en dispositivos ya es muy limitado), disponer de píxeles más grandes es una buena solución para lograr un sensor que tenga buen rendimiento en cualquier situación», apuntan desde BQ.
Esto es especialmente importante en la fotografía móvil, ya que debido al tamaño del sensor en comparación a otras cámaras, el ruido es más problemático. En definitiva, lo importante es encontrar un equilibrio entre la resolución y la calidad de imagen general.
¿Puede un mejor flash lograr una mejor foto?
Algunos fabricantes han apostado por el flash LED frente al xenón, que aporta mayor iluminación, aunque también consume mayor batería y es más difícil de controlar. Cuando los diseñadores piensan en la cámara, deben tener en cuenta que hay unos límites que no deben superar. El grosor del móvil es una característica fundamental, algo que no pueden sacrificar. De ahí que el LED se haya impuesto al xenón.
Un doble flash aporta una calidez variable del flash que no sería posible con un único flash de xenón
Pero en el Flash también existe un importante margen de mejora. Otra tendencia común es la utilización de configuraciones con varios LED’s a distinta temperatura, también llamado Dual Tone.
Como explican desde BQ, «lo que aporta esta mejora es una calidez variable del flash que no sería posible con un único flash de Xenón. El dispositivo analiza cada escena y es capaz de aplicar distintos grados de potencia a cada uno los LEDs provocando que en escenas muy frías podamos aportar un poco más de calidez y viceversa».
Apostando por la exclusividad
Como es obvio, la solución más eficaz para solucionar los principales problemas en compresión es crear una app sobre la que tener un mayor control. BQ cuenta con su propia aplicación, la cual utiliza el JPEG Encoder basado en el propio hardware del dispositivo para codificar las imágenes.
Nadie conoce mejor la cámara de su móvil que su propio fabricante, y con esta app logran no sólo más rapidez a la hora de convertir las fotos RAW a JPEG, si no que asegura algoritmos de mayor calidad. De esta forma logran fotografías de apenas 3-4MB pero con un nivel de artefactos de compresión prácticamente nulo.
Esto afecta especialmente cuando cambia la configuración de una foto normal a una imagen HDR o foto nocturna. Dicha app cuenta con procesos especiales para realizar ajustes a nivel de aplicación. La app solicita un número de fotografías en función de la situación y luego usa sus propios algoritmos para juntarlas en una sola, mejorando así la calidad de la imagen final.
Y es que, en definitiva, lograr una buena foto pasa irremediablemente por tener el control del equipo. Y que el equipo dé la talla, claro. Ya habrá ocasión para comprimir las fotos, repetirlas, y tener esas eternas colecciones de memes repetidos en cada grupo de WhatsApp.
Lo cierto es que un proceso tan minucioso conlleva una inversión en maquinaria muy elevada y un equipo de 'software' trabajando a tiempo completo en la cámara: "En BQ, solo ese equipo dedica más de 20.000 horas al desarrollo de la cámara, y a eso hay que sumar los recursos de los departamentos de 'hardware' y diseño mecánico. Este proceso solo es posible en empresas con capacidad de desarrollo y que tengan muy claro que la cámara es una de tus prioridades", comenta Carlos Iniesta, camera product manager.
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