Ahí estaban los dos, como niños. Richard Branson y Jeff Bezos cumplieron su sueño y lograron viajar al espacio (bueno, más o menos) en las misiones con las que tanto Virgin Galactic como Blue Origin quieren iniciar una nueva era de turismo espacial.
El problema de ese logro es que parece estar reservado para los ricos: pasará bastante tiempo hasta que algo así esté al alcance del gran público (si es que algún día llega a estarlo) y aunque el avance es llamativo, plantea más preguntas que respuestas.
Para hablar de esas novedades y de ese importante objetivo tenemos con nosotros a José García (@josedextro), Editor en Xataka, y a un servidor, Javier Pastor (@javipas), también editor en esta casa. La producción corre como siempre a cargo de Santi Araújo (@santiaraujo).
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Esto no te convierte en astronauta
La expectación que han generado estos viajes "espaciales" —comillas importantes— ha sido enorme, pero en ello han tenido que ver las máquinas de marketing de las empresas de Branson y Bezos, que se han encargado de que la cobertura en medios sea extraordinaria.
Eso ha hecho que muchos hayan podido asistir en directo a los lanzamientos, pero también ha provocado un enorme debate sobre lo que realmente se ha logrado con unos proyectos que desde luego están muy lejos de las misiones espaciales que por ejemplo la NASA o SpaceX están llevando a cabo desde hace años.
Para muchos —como el astrofísico Neil deGrasse Tyson— esto no son viajes espaciales. Eso sí, "vas a tener unas vistas estupendas de la Tierra", decía en una entrevista reciente con la CNN.
El privilegio de poder viajar en estas misiones tiene un precio astronómico: 250.000 dólares en el caso de Virgin Galactic, por ejemplo. Solo se subastó un billete para el vuelo de Blue Origin, y el precio de 28 millones de dólares es más bien anecdótivo, así que es el de la empresa de Branson el que parece acercarse más a la realidad.
Eso hace que muchos hayan criticado estos proyectos en lugar de destinar el dinero y recursos que se han dedicado a ellos a problemas reales que tenemos hoy en día. Eso sin contar con el hecho de que se debate ahora sobre los impuestos que deberían pagarse en estos trayectos y lo contaminantes que pueden llegar a ser.
El capricho, como cualquier otro destino de lujo que podamos disfrutar en vacaciones, tiene muchas connotaciones que son especialmente negativas para quienes difícilmente podrán disfrutar de esos viajes a corto plazo: veremos si esto realmente acaba siendo el inicio de una era en el que el turismo espacial sea accesible o no... y a qué precios.
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