He descubierto el fallo. El fallo es el ordenador. Cuando estoy delante de él de lo que menos ganas tengo es de actualizar el blog. Escribo (y envío) correos, hablo por msn, leo el post diario (entre semana) de Pedro García en Un tebeo con otro nombre, sigo la guerra interna que está padeciendo ADLO! desde hace ya tres fines de semana, leo a Rafa Marín, o los blogs de los amigos que actualizan con mucha más o menos frecuencia que uno.
Por supuesto, también está el vicio de la lectura (toda es poca). Este mes he acabado Lolita, de Nabokov (qué nostalgia tiempo después de cerrar el libro -cualquier libro-, esos momentos borrosos, esos recuerdos fugaces, la imagen mental de haber leído en una página de la derecha una escena que nos llamó la atención) y Conversaciones con Billy Wilder (alias “el maestro”), de Cameron Crowe y, para celebrarlo, me leí en un día, hace un par de semanas, Bartleby de Herman Melville. Es tan corto que no tiene ningún mérito haberlo leído en un día, pero es que está tan tan bien escrito y te arrastra de tal manera que es imposible hacerlo en dos. (Me autoengaño: de hecho, leí unas pocas páginas unos días antes y decidí cogerlo para leer el resto durante la ida y la vuelta a Valencia el miércoles 15 pasado. Pero bueno: engancha, quiero decir). El lector conoce de antemano la respuesta que dará Bartleby a cada petición de su jefe, sabe que lo va a decir, ¡pero cuando lo dice sorprende igual! Maravilla de maravillas.
A la celebración se unieron los empezados Aquí yace el Wub, primer y único volumen recopilatorio que poseo de los relatos de Philip K. Dick (que completa la lectura hace unos años de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?), ese escritor cuya fama crece cuanto más muerto está; y Cómo analizar un film, de Casetti y Di Chio, comprado hace dos años para el análisis de los personajes de Doctor en Alaska, lectura ésta que he interrumpido porque los autores inician un análisis de Paisà de Rossellini y todavía no la he visto, así que en la pausa le ha llegado la hora en serio a los Diarios (1910-1923) de Kafka (un gran tipo).
Entremedias, me he puesto al día con la Imágenes y he hincado el diente al montón de Dirigido atrasadas (me llevarán –mucho- más tiempo). Sigo también los acumulados de la NGSM (National Geographic Society Magazine), según la cual servidor todavía vive en diciembre de 2005. ¡La NGSM es la única revista del mundo sin faltas de ortografía! No la leo sólo por eso, pero sí por ese motivo la devoro de principio a fin.
¿Qué pasa? ¿Que el tipo éste se pasa el día leyendo y no se dedica a socializarse y a acabar la carrera, que es lo que debería hacer? No exactamente. Este curso, que empezó sin ganas y sin contenidos, está cogiendo, a finales de noviembre, forma. No demasiada, empero: la justa para que también pueda dedicarme a otras cosas.
¿Vida social? Siempre mejorable. Los fines de semana veo a los amigos de toda la vida y entre semana a las amistades de la universidad (con muchísimas ausencias) que espero conservar en adelante. Por supuesto, en ninguno de los grupos hay chicas solteras. Ni que las hubiera. Hay pocas y están muy mal repartidas. De hecho, en el año 2003 en España faltaban 294.246 mujeres en la franja de edad comprendida entre los 20 y los 34 años. (Si no, ved la Tabla 1.15. Estructura por sexo, edad y razón de masculinidad, 2003, extraída de aquí). Tampoco hay ganas de salir. O las hay cuando no podemos: a unos días vista de cuando podríamos salir, decimos de salir conscientes de que cuando llegue el día, no lo recordaremos.
Vamos, que si no fuera por los libros, los tebeos, el cine, las series de TV, la lucha contra LA (sólo hay una, según Alan Moore) imaginación para extraer de ella el resto de detalles de aquellas historias que traicioneramente nos presenta ante nuestra corteza cerebral y, no sé, el deseo de rodar en primavera, estás tú que yo seguía en este barco que se hunde.
PD: el acierto es escribir en libreta.