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El dónut de Metallica vuela la cabeza a 65.000 espectadores en el Metropolitano

El grupo californiano llena el estadio del Atlético de Madrid con una reinvención que los mejora estética y musicalmente

James Hetfield, casi a la altura del público, anoche en el concierto de Metallica en el estadio Metropolitano de Madrid.
James Hetfield, casi a la altura del público, anoche en el concierto de Metallica en el estadio Metropolitano de Madrid.Claudio Álvarez
Carlos Marcos

La última vez que Metallica visitó Madrid, en julio de 2022, fue como un día cualquiera en la oficina: un The Ecstasy Of Gold para empezar, una docena de veloces solos de Kirk Hammett por allá, un Nothing Else Matters de carril, un escenario clásico… Todo correcto, todo rutinario. Un trabajo profesional falto de sorpresas y donde había que escarbar para encontrar pasión. El cuarteto fue consciente de que vivía instalado en su zona de holgazanería, tomó nota y le dio una vuelta al asunto. Anoche empezamos a ver el resultado. Otros Metallica tomaron el estadio del Atlético de Madrid, y gustan bastante más que los vistos en las últimas visitas.

Muchas cosas se salieron de lo habitual anoche en el Metropolitano. El grupo entró al recinto por un pasillo a ras de suelo, con lo que podían saludar a los aficionados que se agolpaban a ambos lados en esa zona. El escenario, en forma de dónut, se instaló en el centro del césped, por lo que no había zonas ciegas en todo el estadio. Fue un concierto con una visión 360, que se dice, concepto que ya utilizaron en otras giras, pero ahora resulta más apabullante. Los cuatro músicos se movieron con libertad por el escenario circular. ¿Dónde está Kirk? En aquella curva, hurgando en las cuerdas de su guitarra. ¿Y James? Míralo, subido en una tarima, dejándose las amígdalas con Creeping Death. Incluso Lars Ulrich dispuso de hasta cuatro baterías situadas en lugares distintos del rosco. Instalaron también ocho torres con una especie de lata gigante arriba que sirvieron como pantallas para amplificar lo que ocurría en el escenario o ilustrar con motivos artísticos la historia de la canción que sonaba. La verdad es que los californianos pusieron el estadio rojiblanco del revés.

James Hetfield y Kirk Hammett, los dos guitarristas de Metallica, ayer, en en campo del Atlético de Madrid.
James Hetfield y Kirk Hammett, los dos guitarristas de Metallica, ayer, en en campo del Atlético de Madrid. Claudio Álvarez

Más novedades. Se trata de un fin de semana con Metallica (M72 World Tour. No repeat Weekend, se llama la gira), dos jornadas (ayer viernes y mañana domingo) en el mismo lugar, donde se interpreta un repertorio diferente cada día y con dos teloneros distintos por noche. La entrada para el fin de semana costaba unos 145 euros, y muchos de los allí presentes (65.000, lleno) las compraron hace un año y medio. El plan estaba claro: que el aficionado se rascase el bolsillo, porque si solo acude una noche puede que no escuche varias de sus canciones favoritas, que sí interpretarán en la siguiente jornada. Es un desembolso importante, pero el grupo te devuelve el dinero con un gran espectáculo.

Como toda experiencia rompedora existe gente que se pueda sentir desubicada. El concepto del escenario en rosco anima a la dispersión. Hetfield podía en un momento dado cantar desde una curva y Hammett tocar la guitarra desde la contraria, a 30 metros de distancia y dándose la espalda. El cambio de batería iba avanzando y fijando el camino, que circulaba por el circuito en el sentido contrario a las agujas del reloj. Después de dos horas el espectáculo acabó con un Master Of Puppets interpretado justo donde había salido la banda al principio de la noche. Son detalles nada improvisados.

El montaje ofreció más posibilidades para el disfrute a los que lo presenciaron en la grada, ya que su visión era completa. Para los que eligieron el césped era complicado admirar el cuadro completo; a cambio, estos espectadores de a pie vivieron la descarga de decibelios en todo su esplendor. En cualquier caso, estamos ante un espectáculo integrador: en pocos recitales de estadio se consigue llegar con tanto impacto a tanta gente.

Visión completa del escenario en forma circular y las torres.
Visión completa del escenario en forma circular y las torres. C. M.

Llama la atención la capacidad que ha tenido este grupo para impregnarse de una capa de glamur. Se vio en el público: confluían en armonía los rockeros curtidos cincuentones con chichas y chicos estupendos que podían haber estado en un concierto de Dua Lipa. De hecho, algunos de los presentes iniciaron la semana en la capital bailando con la diva inglesa en Mad Cool. El grupo se ha preocupado por llamar a la puerta de los lugares donde están los jóvenes (Stranger Things, Fortnite, TikTok) y ha sido aceptado. Y esto no puede ser más que una buena noticia.

Hay que dedicarle unos comentarios elogiosos a James Hetfield, un tipo que pareció descarrillar entre colocones de sustancias y se ha convertido en alguien confiable a quien dejarle al cuidado de los niños para una tarde de palomitas y cine de aventuras. Anoche derrochó un carisma relajado en plan John Wayne en Centauros del desierto y no necesitó demostraciones atléticas, porque con un levantamiento de ceja ya tenía a sus pies a 60.000 personas.

El cuarteto en acción en un momento de la noche.
El cuarteto en acción en un momento de la noche. Claudio Álvarez

El sonido fue mejorable, como casi siempre en un estadio que no se construyó con exquisiteces acústicas. La confusa amalgama sónica, con rebotes y ecos, resultó dura al principio y luego, entre que mejoró algo y que a todo acabas acostumbrándote, la cosa se hizo más llevadera. Tocaron un repertorio de 15 canciones, mezclando éxitos con piezas para los que quieren ir un poco más allá, como Orion, una canción instrumental de ocho minutos y medio que bordaron. En el capítulo de los clásicos, ya se sabe que el domingo no interpretarán estos, ya que no coincidirá ninguna canción: Nothing Else Matters, Sad but True o Master of Puppets.

Kirk Hammett saludando al público que llenó el Metropolitano: 65.000 personas.
Kirk Hammett saludando al público que llenó el Metropolitano: 65.000 personas. Claudio Álvarez

Hubo momentos divertidos, como cuando Robert Trujillo informó de que había compuesto una canción exclusivamente para esa noche, titulada Sangría Brain (Cerebro de sangría), que resultó ser una interesante pieza instrumental interpretada por su bajo y la guitarra de Hammett. También provocó mucha algarabía el lanzamiento de gigantes balones de playa mientras acataban Seek and Destroy.

Hasta el final fue original, con el cuarteto dando la vuelta al rosco durante 15 minutos y repartiendo púas y choques de manos con los de las primeras filas. Luego, se dieron la vez los cuatro en el micrófono para realizar un corto agradecimiento que siempre acabó con: “Nos vemos aquí el domingo”. Como gane España la final de la Eurocopa, que se disputa a la misma hora del concierto, se va a armar una buena...

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Sobre la firma

Carlos Marcos
Redactor de Cultura especializado en música. Empezó trabajando en Guía del Ocio de Madrid y El País de las Tentaciones. Redactor jefe de Rolling Stone y Revista 40, coordinó cinco años la web de la revista ICON. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y Máster de Periodismo de EL PAÍS. Vive en Madrid.
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