Así es el vino de la única capital de Europa con DO
La Comunidad de Madrid, que cuenta con su propia Denominación de Origen desde 1990, ofrece numerosas experiencias para los amantes del enoturismo, como elaborar vino o recorrer viñedos a caballo. Y está a tiro de piedra
Ni París ni Roma: pese al histórico culto que se profesa al vino en ambas ciudades, la única capital de Europa que tiene su propia denominación de origen es Madrid. La comunidad autónoma recibió en 1990 su nomenclatura (D.O. Vinos de Madrid) como sello de calidad de los que se elaboran en las cuatro subzonas de la región: San Martín de Valdeiglesias, Navalcarnero, Arganda y El Molar. Desde esa fecha, el número de bodegas ha crecido hasta las 45 que operan hoy bajo esta Denominación de Origen. Muchas de ellas se han integrado en un programa enoturístico puesto en marcha en 2016 por la asociación Madrid Rutas del Vino, que ha multiplicado la oferta de experiencias culinarias y de ocio disponible para los visitantes.
Desde la creación de la Denominación de Origen, en 1990, el número de bodegas ha crecido hasta las 45 que operan hoy
En pleno auge del sector terciario ─España registró el pasado julio el mes con el mayor número de visitantes de su historia─ el programa Madrid Enoturismo ofrece la posibilidad de conocer mejor la Comunidad, sus municipios y su patrimonio gastronómico y cultural a través del vino. ¿El resultado? “La valoración que hacen los viajeros es totalmente favorable, ya que todas las experiencias están preparadas meticulosamente”, explica Sonia Rodríguez, coordinadora de Enoturismo. Hay un factor clave que confirma su éxito: el boca-oreja. “Estas actividades consiguen que las personas que las realizan las transmitan a sus conocidos”.
Una cata bajo la luz de las estrellas
Una de las experiencias más populares es la cata nocturna que ofrece la bodega Las Moradas de San Martín, en el municipio de San Martín de Valdeiglesias. Una actividad para la que se recomienda vestir un calzado cómodo, ya que lo primero que hacen los visitantes es recorrer los viñedos y la bodega. Cuando cae la noche, se procede a la degustación del vino bajo la luz de los astros, y el responsable de la muestra explica a los asistentes cuáles son las distintas constelaciones visibles en el cielo. Un planazo, a solo una hora en coche al oeste de la capital.
Muchas firmas programan actividades pensando en aquellos amantes del vino que dan una importancia singular a la visita a los viñedos. Una de ellas es la que brinda la bodega Cristo del Humilladero, en Cadalso de los Vidrios, a diez minutos de San Martín de Valdeiglesias. En un plan diseñado para los más aventureros, los visitantes pueden realizar el recorrido a caballo con un fotogénico paisaje de fondo, el que regala el valle de Las Tórtolas, cercano a la sierra de Gredos. Tras la cabalgada, el premio final: la cata de uno de los vinos que se elaboran en la zona.
También hay sugerencias para los que prefieran surcar los viñedos en medios de transporte… alternativos. Es el caso de la bodega Vinícola de Arganda, en el municipio de Arganda del Rey, que ofrece un recorrido de tres horas en carriola ─un vehículo de remolque equipado con asientos─ en el que entrar en contacto con la naturaleza. El colofón es una cata de algunos de los reconocidos vinos de la zona y una clase de viticultura en la que se dan a conocer las distintas clases de uva con las que se elaboran.
La uva con ‘carácter’ local
La uva de la Comunidad de Madrid es uno de los grandes reclamos para el viajero, según los enólogos. “Lo que más valoran los turistas es que sean propias de la denominación de origen”, explica Rodríguez. Para elaborar vino blanco se utilizan malvar y albillo real, mientras que para el tinto se usan garnacha y tempranillo. Estas variedades están presentes en otras zonas, “pero esta tierra le confiere el carácter que le da nuestra climatología y los suelos de Madrid”, detalla Rodríguez. Por ello, muchas bodegas han optado por sumarse a una de las últimas modas del universo vitivinícola: que cualquier persona pueda hacer su propio vino.
Lo que más valoran los turistas es que las uvas sean propias de la Denominación de Origen. Esta tierra les trasmite el carácter que le da nuestra climatología y los suelos de MadridSonia Rodríguez, coordinadora de Enoturismo de la CAM
Una de ellas es Licinia Wines, que propone a sus clientes elaborar su coupage (en francés, técnica para mezclar las variedades de uva) utilizando cuatro varietales: tempranillo, cabernet sauvignon, syrah y merlot. Cada una se cata por separado, para que los visitantes, convertidos en viticultores por un día, puedan apreciar las diferencias entre cada una de ellas. Siempre, bajo la supervisión de un experto de la bodega. Los vinos se elaboran de forma individual, en aproximadamente una hora, y cada visitante puede realizar distintas pruebas con su varietal. Al finalizar, el responsable de la experiencia prueba los distintos coupages y comenta sus impresiones para aleccionar a sus pupilos. Si la bebida elaborada tiene suficiente calidad, los clientes pueden encargar hasta 60 botellas de su propio vino, con su propia etiqueta personalizada.
Sonia Rodríguez recuerda que las uvas de la Comunidad de Madrid se utilizan para hacer un tipo de vino propio de la DO, que no se encuentra en otro lugar: los vinos sobremadre. Su peculiaridad reside en el proceso de fermentación, que debe realizarse con una cuarta parte de los hollejos –los residuos que quedan tras prensar las uvas– para mantener los aromas de la materia prima, y se deja reposar entre 90 y 180 días antes del embotellado. Aunque no gocen de la fama de otras denominaciones, Rodríguez tiene la solución para dar a conocer estos y otros vinos de la Comunidad. “Que el madrileño los pida y presuma de su cercanía como producto de Madrid”, concluye Rodríguez. La cercanía es un estímulo para la ilusión. Saber de vino, a veces, solo requiere una jornada de inversión.