Una historia de 1978, en un Mundial de fútbol
Este es un relato, propio, personal.
Cuando tenía 13 años, me gustaba llegar a casa después del colegio, almorzaba y minutos después comenzaba en la Televisión una serie muy famosa en aquella época, llamada “Papá lo sabe todo”. Inmediatamente después pasaban a un astronauta que se enamora de una (muy) hermosa chica, en “Mi bella genio”; todo esto en blanco y negro; ni qué decir del cable, ni siquiera el nombre existía; no obstante, así – con poco - éramos felices.
Pero claro esa TV, se malograba con cierta frecuencia; el Técnico, habría ido con mi papá una decena de veces a casa: que había que hacer una limpieza, cambiar una placa, un tubo (estos últimos se quemaban con cierta facilidad); así transcurrían nuestros días…
Pero ocurrió que, al año siguiente, en 1978 Argentina organizaba el Mundial de fútbol y Perú era uno de los clasificados, No sólo eso, sino que quedamos en quinto lugar, con más pena que gloria porque el anfitrión nos metió 6 goles. Pero yo quisiera esta vez, detenerme en una pequeña situación y específicamente en un gol.
Un vecino que vivía cerca de mi casa, un día se encontró con mi papá por la calle y le invitó a ver en su sala, el partido inaugural de Perú quien enfrentaba – en su primer encuentro - a un favorito para llevarse la Copa del Mundo, me refiero a Escocia, que había armado un equipo poderoso, muy veloz, que además tenía un tipo pelucón, muy fornido llamado Joe Jordan que metía unos goles de cabeza, con la fuerza de un cañonazo. La invitación incluía a mí y mis hermanos.
Una televisión a color
Así que llegó el domingo día del partido, 3:00 pm; el corazón se nos salía por la boca de emoción. En casa de nuestro vecino estaba medio barrio alentando a Perú, con un detalle adicional: El Televisor era súper moderno, grande y a colores, esto había sido posible porque el dueño de casa había trabajado varios años en Brasil y cuando retornó a Lima, no tuvo mejor idea que comprarse una buena pantalla y traerla a su casa. Debe haber sido de los primeros TV en Tecnicolor que hayan llegado a Lima y al Perú; ni siquiera en los mostradores de las mejores tiendas se podía encontrar uno.
Hace poco – para sorpresa mía – escuché en un programa de radio a unos periodistas españoles que ellos habían visto ese mundial en blanco y negro en Madrid, increíble …
Pero regresemos al encuentro. Allí estaba nuestra selección con su buzo rojo cantando el himno nacional y ya en el juego, con su clásica (y muy bonita) camiseta blanquiroja, tal como la conocemos hoy en día. En ese mundial, por primera vez los árbitros dejarían de vestirse completamente de negro; siendo que el réferi que nos tocó estuvo camisa roja, short negro; Quiroga, nuestro arquero camisa verde, mientras que el portero escocés, naranja. Todo multicolor, para mí ese partido fue súper nítido, extremadamente emocionante y alegre.
Me gusta un montón el fútbol como a muchos, hasta ahora, porque tengo la sensación que es un reflejo de la vida misma: no siempre gana el mejor, un instante y cambia todo, se requiere inspiración, pero al mismo tiempo - si quieres ganar - bastante transpiración, existe la revancha, si haces tu tarea, inexorablemente en algún momento te llega la oportunidad. Eres capaz de enfrentar a ese equipo que antes te ganó y ahora le ganas tú; pero lo más importante, siempre puedes volver a comenzar; sí, así como la vida misma, nunca algo está perdido del todo y puedes rehacerte una y otra vez, hasta el final.
Así que empezó el partido, todos estábamos muy nerviosos, también nuestros jugadores, estos escoceses de aquella época traían una fama terrible, no sólo deportiva sino también – según los medios de comunicación - de aficionados al trago; se veían muy atléticos y fuertes. Debo contar también que 40 años después, fui con mi hijo al Estadio Nacional a ver una versión moderna del Perú Escocia, pero con estos últimos no pasaba nada…
Pero volvamos al juego y contaré cómo lo vi yo. Sucedió que – efectivamente – como buenos europeos eran extremadamente veloces (años después me hacía recordar aquella jugada en el último mundial de Rusia en la que Kylian Mbappé de Francia, le hizo una corrida al mudo Rodríguez que le sacó en un instante 20 metros de diferencia y llegó al área) Muy rápidos eran estos escoceses, que parecían de otro planeta; y nuestra selección se desordenó, no sabía cómo marcar a estas fieras, que además tenían el control de la pelota. Fue así que, iniciado el primer tiempo, y habiendo transcurrido unos pocos 15 minutos, gol de Escocia. 1 – 0. Los fantasmas rondaban nuestra cabeza, como ha pasado en tantas otras oportunidades, antes y después.
El equipo se desmoronó emocionalmente por unos instantes y los escoceses comenzaron a presionar. Luego de unos minutos, los peruanos empezaron a hacer lo mismo, atacar afanosamente con voluntad, pero desordenadamente y Escocia se dio cuenta, así que le regaló la cancha para que los peruanos se animaran a ir adelante, para que ellos en un contragolpe mortal encontraran a nuestra defensa mal parada y, a partir del segundo gol, meternos una canasta con baile incluido.
Don Marcos Calderón
Don Marcos era un DT furioso y de temer; sólo de verlo por la tele infundía respeto y miedo. Además, hacía cumplir las órdenes a través de un tipo inmenso que jugaba gobernando nuestra media cancha: Juan José Velásquez, al cual cuando no le hacían caso, metía unos tremendos cocachos y golpes a sus compañeros de equipo, los cuales le tenían pánico; no por gusto, le llamaban “el Patrón”
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Así que Don Marcos, dio una orden: no atacar. Primero ordenarse en la propia cancha y no perder la pelota, esta fue la consigna. Y así fueron pasando los minutos … si bien es cierto, con el marcador en contra, pero el equipo se fue ordenando y comenzó a triangular y a jugar en corto, como si fuera fulbito; es decir, en su verdadera esencia. Una vez leí en un libro[1] de un jugador llamado Javier Marcet del Club Español de Barcelona, que en 1954 le jugaron al Alianza Lima a estadio lleno, y los morenos empezaron a hacer sus quimbas y pases, quedando los europeos completamente mareados y no podían quitarles la pelota, con el único problema que a los chicos de la Victoria, no parecía interesarles llegar al arco contrario, sino más bien el lucimiento…
Pues bien, ese era Perú contra Escocia, un equipo perdiendo por la mínima diferencia, pero ordenado, con juego bonito; de vez en cuando algún ataque, pero con la propia defensa bien posicionada. Total, un gol se puede hacer en segundos. Fue así que, cuando el equipo se sintió más seguro de sí mismo, dieron la orden: “ahora sí al ataque” y en el minuto 40 faltando poco para que se termine el primer tiempo, Velásquez fuerza una jugada, los escoceses eran musculosos, pero no tanto como el Patrón, quien se fue arriba con el balón dominado y empezó a triangular por el centro, siendo que el último pase (ya dentro del área rival) la baja César Cueto con el pecho, espera una centésima de segundo que el arquero se incline, para colocar con su maravillosa zurda la pelota en la esquina opuesta. Gol de Perú.
Imaginen amigos el ambiente. Estábamos unas 60 personas sentadas, paradas, en el piso, éramos chicos del barrio, peloteros, con nuestros hermanos, nuestros papás, las chicas bonitas de la cuadra; ¿habrá mejor manera de ver un partido de Mundial siendo un chiquillo?; a mi modo de ver, no. Fue muy emocionante, saltamos de alegría y gritamos con el corazón muy fuerte, con toda el alma, nos abrazamos fervorosamente (no había COVID); bailábamos, ¡habíamos empatado el partido!; sólo había que esperar el segundo tiempo, el cual podía comenzar ya empatado.
Sin embargo, cuando se reinició, era para el infarto, los europeos atacaban furiosamente; la figura nacional fue nuestro querido arquero a quien le llamaban “el loco” Quiroga (realmente era loco), yo lo he visto en el Estadio tapar para el Sporting Cristal. Quiroga atajó de todo, incluyendo un furibundo penal desviándolo al córner, estuvo extraordinario, muy atento y no entró ninguna pelota más a su arco. A partir de allí fue ídolo de muchos chiquillos a nivel de América, incluyendo al suscrito; tanto así que existe un capítulo de la memorable serie mexicana El Chavo del 8, en el que, jugando a disparos de penalti, usando las macetas de Don Ramón en la vecindad, aquel personaje le dice a Quico: “quiero ser como el portero de Perú”.
Terminó el partido (previa patada en el pecho al cholo que lo tiró al piso varios segundos) y ganó nuestra selección 3-1. Fue extraordinario. Alegría inmensa, nos sentíamos dichosos, algunos bocaditos, gaseosa, un poquito de cerveza entre los mayores, una tarde feliz, recuerdos inolvidables de mi barrio, … mi viejo San Juan.
Esa noche no pude dormir de la emoción, me recordaba una y otra vez cómo el poeta de la zurda (Cueto) había bajado la pelota con el pecho, la dejó picando suavemente, miró al arquero, esperó que se incline y sacó el sablazo final; una obra de arte… Así lo vi yo y así lo he recordado por muchos años. He llegado al extremo de contar en una clase de Maestría universitaria (como una enseñanza) la capacidad de remontar lo adverso.
El poeta de la zurda
Hace unos pocos años, regresaba de un vuelo de Piura y en el aeropuerto Jorge Chávez, ya habiendo retirado mi maleta, me encontré con mi héroe: El poeta de la zurda, Don César es una persona de pocas palabras, algo tímido me pareció, además se encontraba sólo; era mi oportunidad para contarle brevemente toda esta historia, lo cual hice y la enorme emoción que nos produjo su gol a Escocia, a lo que – para mi asombro – me respondió escuetamente “¿Todo eso que cuentas, realmente lo viviste?”; “sí”, le respondí. Bueno, me dijo, lo lamento, pero la verdad “yo no me acuerdo de ese gol”
Un mismo hecho, el cual además está registrado en las imágenes de YouTube, yo lo había visto, vivido y gritado de una manera y ¡el protagonista ni siquiera se acordaba de aquel! No sé si quiso hacerme una broma, pero realmente me pareció que me decía la verdad y no lo tenía registrado en su memoria…
Una nueva oportunidad de ir al Mundial
Estamos muy pronto de vivir una historia parecida, dentro de pocos días sabremos si iremos o no a otro mundial. Esperemos que sí, lo deseamos muy fervientemente[2].
[2] Esta narración ha sido tomada del libro Historia de un Oasis.