A medida que se acerca el verano ya vamos pensando en las pieles bronceadas, lustrosas, brillando al sol. Pero, a la vez, todo el mundo sabe que el sol es peligroso: puede causar un cáncer de piel si no usamos la protección adecuada.
Pero, ¡albricias!, ahí están los bronceadores, que nos permiten, como su nombre indica, broncearnos y, además, proteger nuestra piel, ¿no? En realidad no. Las cremas bronceadoras no sirven para protegernos de un melanoma. Pero veamos cómo funcionan para elegir adecuadamente.
El secreto para poner la piel morena está en la melanina
¿Por qué nos ponemos morenos y morenas? ¿Qué hace que se nos broncee la piel? Prácticamente todo el mundo sabe a estas alturas que es la melanina. Este pigmento natural aparece como consecuencia de exponer la piel al sol. Los melanocitos, una serie de células especialmente dedicadas a producirlo, se encuentran en la piel.
Pero su función no es estética. Es protectora. El sol produce una cantidad ingente de radiación peligrosa. Nuestra estrella es la culpable de la vida en la Tierra, pero también sería capaz de exterminarlo todo si no fuera por nuestra atmósfera, que sirve de pantalla. Aun así, todavía hay radiación que alcanza la superficie. Cuando el sol "es muy fuerte", una cantidad considerable de radiación peligrosa nos alcanza. En respuesta al "ataque", los melanocitos producen melanina.
La melanina es una sustancia especializada en absorber el exceso de energía de dicha radiación, de manera que protege a la célula, al tejido completo, que es la piel, de daños mayores. Por eso, cuando estamos ante el sol, bronceándonos, en realidad estamos "tostando" la piel, obligándola a defenderse de una radiación perjudicial. Por esta razón, también, es conveniente usar protección.
¿Qué diferencias hay entre la crema y el bronceador solar?
Volvamos a la pregunta del principio. ¿En qué se diferencian estos dos productos? No, desde luego, no son lo mismo. La crema solar tiene como finalidad apantallar parte de esa radiación, de manera que realiza la misma función, o muy parecida, que los melanocitos, pero por encima de la piel.
Las cremas se miden por su factor de protección solar (FPS), que es un número que indica su capacidad de bloquear la radiación UV del tipo B. El tipo de protección puede ser química (que recibe la reacción y la disipa a nivel molecular) o física (que apantalla físicamente la radiación), aunque las más adecuadas son aquellas cremas que combinan ambas protecciones.
Los bronceadores, por el contrario, son productos de diverso tipo. En primer lugar, están los aceites y cremas que colorean. Estos utilizan pigmentos que le dan color a las capas externas de la piel. Aunque la fórmula de los autobronceadores es diversa, muchos contienen dihidroxiacetona, que proviene de la caña de azúcar, o eritrulosa.
También existen bronceadores cuya finalidad es mantener la piel humedecida, creando una especie de barrera protectora y uniforme para permitir que la piel absorba la radiación de una manera equitativa. También hay aceites especiales que contienen carotenos (pigmentos oscuros) y otros aditivos supuestamente dedicados a conseguir una piel morena más uniforme.
Pero, entonces, ¿protegen?
La protección de la crema solar queda patente en su finalidad. Es importante entender que el FPS de la crema es un indicador del tiempo que tardaremos en quemarnos. Sin embargo, esta no es una señal de que no estemos sufriendo daños a nivel celular. Según la Fundación del Cáncer de Piel, un factor del 15 bloquea aproximadamente el 93% de todos los rayos ultravioleta B, mientras que un factor 30 evita el 97% de la radiación y el factor 50 bloquea el 99%.
¿Y qué hay del bronceador? Aquí podemos colocar un rotundo no. A pesar de que, probablemente, haya en el mercado una combinación de protectores solares con autobronceador, el origen y finalidad de las cremas bronceadoras no es la de proteger contra el sol, sino pigmentar la piel.
¿Cuál escojo, entonces?
La respuesta más acorde con la salud es: la crema protectora solar, y de mayor FPS, siempre. Subestimamos la capacidad de producir daños que tiene el sol. Si vamos a permanecer varias horas en la playa, debemos protegernos adecuadamente. Sí, la crema solar reduce la radiación y, por tanto, el bronceado, pero solo un poco.
La cantidad de radiación que seguimos recibiendo continúa siendo enorme, más que suficiente para que los melanocitos continúen su trabajo. Lo que no es conveniente es tomar el sol con una crema bronceadora, que no ofrecerá protección contra las radiaciones ionizantes (por mucho que algunas marcas estéticas se empeñen en hacernos creer que sí). En estos casos, estaremos poniendo en peligro nuestra piel y nuestra salud.
Insistimos, especialmente a medida que nos acercamos al ecuador planetario, donde la radiación incidente es más fuerte, no hay que tomarse a broma la capacidad del sol para producir un cáncer de piel. Nuestro aspecto, estéticamente hablando, es importante, pero de qué nos sirve estar morenas y morenos si con ellos terminamos (muy) enfermos.
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