LA EMOTIVA LECCIÓN DE MADUREZ POLÍTICA URUGUAYA QUE ARGENTINA DEBERÍA SEGUIR
Algo distinto pasó en el trabajo cotidiano de producción de contenido de un equipo periodístico en un medio de comunicación en la Patagonia. Surgió la premisa de escuchar el video editado con lo más importante de los discursos de tres ex presidentes de Uruguay (quizá de los más emblemáticos y con diferentes ideologías entre sí), junto con el actual mandatario uruguayo, Luis Lacalle Pou, en conmemoración de los 50 años de democracia.
Siempre que terminan de ver el material a tratar periodísticamente hay inmediatas conclusiones por parte de los integrantes. Pero esta vez todo fue silencio. El grupo terminó de escuchar el video sin pronunciar una sola palabra. Se les llenaron los ojos de lágrimas. Experimentaron una profunda emoción. ¿Nacionalismo? ¿Por un país que no es el suyo? La respuesta es no. Lo que sucedió fue que lo expresado por los protagonistas del video caló hondo. Es recurrente que ese equipo de periodistas patagónicos invierta horas en abordar la importancia de buscar consensos y construir una nueva forma de hacer política, sin divisiones ni destrucción masiva cíclica y pobre. Son un poco utópicos en un país que vive tocando fondo con un periodismo que muchas veces es cómplice de la fragmentación militada.
El más experimentado de ese equipo de trabajo siempre sostiene que los países desarrollados lograron su bienestar gracias a procesos democráticos prolongados, con pluralidad y convivencia. Todo comienza por algo, y ese objetivo de transparencia y previsibilidad es algo que Uruguay ha logrado. Los conmovió saber que es posible, que no están tan lejos. No vieron algo que pasaba en un país escandinavo a miles de kilómetros de distancia. Está justo al lado. ¿Por qué resulta tan difícil? ¿Valorarán los vecinos uruguayos lo que tienen?
En este lado del río, la sociedad parece agotada por luchas pseudoideológicas, con resignación y, en muchos casos, esperando una fórmula mágica que ponga fin a este pantano enredado de mezquindad política y agresividad. Por eso, las lágrimas y la emoción se contienen. Suspiran. ¡Qué fácil parece!
Julio María Sanguinetti, Luis Alberto Lacalle Herrera, Luis Lacalle Pou y José "Pepe" Mujica emocionan. Hasta las lágrimas. Quizás con un significado mayor para los argentinos que para ellos mismos. Podrían replicar: "No llores por mí, Argentina".
Más allá de la simpatía o falta de ella entre los pueblos hermanos de Uruguay y Argentina, lo que ha estado ocurriendo en los últimos años en el país oriental en materia de relaciones políticas es quizás mucho más importante de lo que parece. La imagen lo dice todo. No son cuatro personas comunes y corrientes las que se mostraron juntas. Es una foto que no es la primera vez que se toma, y eso le otorga un valor adicional. Es una acción institucional.
No se trata de una imagen aislada, algo que sucedió por casualidad durante algún evento y que trascendió a los invitados. Ya ha habido ejemplos anteriores de este tipo de actos que tocan las fibras íntimas de aquellos que viven en democracias corruptas, poseídas o envenenadas por vicios y espíritus fanáticos destructivos, que no conocen la proyección sin basarse en la demonización del enemigo.
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El premio Nobel de Ciencias Económicas, Amartya Sen, explica que un verdadero modelo de desarrollo para un Estado va más allá de una simple planificación económica centrada en la expansión de las libertades. Un modelo no se limita a aumentar el PBI o los ingresos por persona, sino que implica una acción constante y sostenida en el tiempo que permita vivir plenamente, con posibilidad de progreso y cambios significativos para las personas. Este modelo debe superar los personalismos y, sobre todo, debe trascender los cuatro años del ciclo presidencial en la administración ejecutiva de un país democrático.
Un modelo político y de desarrollo debe ser global, un rumbo que, con pequeñas modificaciones en las decisiones, pueda seguir adelante con las variantes que permitan los actores políticos con diferentes ideologías. Eso es lo que debería ser. No puede haber un colapso constante y una refundación de las decisiones macro que borre todo lo construido por otros. No se puede terminar de escribir un libro si se va borrando todo el texto escrito con el codo.
Argentina debería tomar ese ejemplo, que es real y tangible. Acciones que son posibles en sociedades similares. Tal vez, si algún día esto sucede, las lágrimas en los ojos sean de felicidad y no de añoranza.
PC1
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